Por:
Mirla Villadiego Prins y Érika Martínez Cuervo.
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Consumir para progresar parecía ser el lema que se imponía hacia la mitad de los 50. La promoción de bienes y servicios en las páginas de Cromos vendía formas de progreso material, emocional e intelectual: educación a distancia, cuentas de ahorro, créditos y automóviles tentaron a los consumidores. Con una clase media que se iba consolidando gracias a la emergencia de industrias y de empresas sólidas, llegaba la oportunidad de pertenecer al mundo moderno. Los electrodomésticos estaban a la orden del día en el hogar. La clase media recurría a créditos, que otorgaban los mismos anunciantes en su condición de distribuidores o vendedores; tal era el caso de las neveras, radios y lavadoras General Electric, que vendía el almacén de Jorge E. Castilla y J. Glottman. De ahí que una buena parte de la publicidad de esta época insistiera en las 'facilidades de pago', 'sistemas de cuotas', 'inversiones a largo plazo', 'créditos fáciles' o 'no se quede sin tener lo que desea', que dan cuenta de los esfuerzos de los anunciantes por ampliar los intercambios comerciales.
1959.
Centrales
Vestida como una princesa, esta mujer observa extasiada su nuevo refrigerador, no es menor el detalle de que esté abierto, este aviso vendía todo un estilo de vida donde prima la abundancia y el progreso.
A quienes les faltaba ese espíritu de inversión y ahorro les sobraba el de aventura, así que apostaban en las carreras de caballos para hacerse ricos de la noche a la mañana: “Una inversión mínima semanal que es distracción y satisfacción a la vez”, decía el lema publicitario.
Las ideas de felicidad y progreso se entendían ligadas al nuevo ritmo que imponía el mundo laboral, el cual exigía no solo capacitación para el trabajo, sino también rapidez y eficiencia. Principios que no se aplicaban exclusivamente en el ámbito de la producción, sino también en el doméstico.
1940.
Tradicional Caldo Knorr
Un aviso ilustrado que muestra la calidez del cuidado de la madre a sus hijos, la facilidad era una de las banderas de los productos que se ofrecían en esta época: “El caldo listo para preparar ya sus sopas preferidas”.
La publicidad promocionaba productos instantáneos como el chocolate Milo, Nescao o Saroma; las tabletas de Alka Seltzer que proporcionaban bienestar y alivio rápido; el café instantáneo Nescafé; la avena instantánea Quaker; los caldos de carne y de gallina instantáneos de Maggi y Knorr; las cremas rejuvenecedoras como Pond’s y Lanolyn Plus, que desaparecían las imperfecciones de la piel y las ‘patas de gallina’ de la noche a la mañana; los labiales y esmaltes de Helena Rubinstein, Revlon y Max factor que, por pocos pesos y en poco tiempo hacían a las mujeres más hermosas, y las cámaras fotográficas de Kodak, que no necesitaban revelado porque ellas mismas lo hacían de manera instantánea.
En esta misma dirección, la publicidad apuntó a la venta de viajes a través de Avianca, Aerocóndor, Air France o KLM, así como por medio de los Ferrocarriles Nacionales, de los barcos de la Flota Mercante Gran Colombiana o de los automóviles Renault o Chevrolet, que tenían el atributo de transportar pasajeros, equipajes y mercancías en menos tiempo y a un menor costo, aportando de esta manera a la economía y al bienestar de los usuarios.
1954.
Coltejer
Con la fórmula “Consuma lo que el país produce”, Coltejer apostó por defender la industria nacional en sus avisos publicitarios.
Algo similar ocurría en los años 60 con la promoción publicitaria de los servicios de correspondencia: las cartas privadas y los comunicados oficiales o empresariales podían llegar casi de inmediato y de manera segura con los eficientes servicios postales que prestaban las empresas del sector público, como Adpostal, y las del sector privado, como Avianca.
Pero como el progreso no se detiene, y la felicidad y el bienestar se persiguen incansablemente, desde finales de los años 80 la publicidad promocionó las novedades tecnológicas, aparatos portátiles que la juventud empezó a llevar a todas partes: primero los walkman, luego los beeper y los teléfonos celulares y, últimamente, los computadores personales, los iPod y las tabletas, que acelerarían, aún más, el ritmo de la comunicación y de los contactos personales, tanto en los asuntos trascendentes como en los más banales. Las nuevas ondas electromagnéticas hicieron un lado a Telecom, que, con su publicidad de la Estatua de la Libertad en medio de la Plaza de Bolívar, demostraba que podía acortar distancias.