La redención de Lorena Bobbitt, la mujer que se hizo famosa por cortarle el pene a su marido

En 1993 su nombre ocupó los titulares de los medios de comunicación, que convirtieron su caso en un reality que moldeó la realidad a su antojo con tal de vender más periódicos y tener rating. Hoy la vida de la ecuatoriana es revisada con lupa en un documental producido por Amazon.

Por Alberto Ochoa Mackenzie
25 de febrero de 2019
La redención de Lorena Bobbitt, la mujer que se hizo famosa por cortarle el pene a su marido
Imagen tomada del documental 'Lorena', producido por Amazon Prime Video

Imagen tomada del documental 'Lorena', producido por Amazon Prime Video

Cuatro años de maltratos y violaciones finalizaron el 23 de junio de 1993. Ese día Lorena, después de ser ultrajada sexualmente por su esposo, fue por un vaso de agua a la cocina y terminó empuñando un cuchillo. En el pueblo de Manassas, Virginia, los medios de comunicación se encontraron con la noticia que les iba a dar de comer por los próximos años . “Lorena Bobbitt, la mujer que le cortó el pene a su marido”, se leyó en un titular. “El corte que se sintió en el mundo entero”, publicó otro. Una de las tantas primeras páginas dedicadas al tema, en letras mayúsculas, rezaba lo siguiente: “no lo recuerdo: Lorena Bobbitt”, seguido de un retrato.

Hace 26 años los trapos sucios se lavaban en casa. Es decir, hace 26 años la violencia de género parecía no existir. La agresión que protagonizó Lorena tuvo los ingredientes suficientes para que en la receta se hablara de todo, menos del martirio que vivía con John Bobbitt, su pareja: una víctima, una victimaria, un genital que se pudo reimplantar, dos juicios mediáticos, entrevistas en programas de televisión y ríos de tinta en la prensa sensacionalista.

Ella, antes de casarse con John, era una ecuatoriana que no se imaginó cambiar su apellido (Gallo) por Bobbitt. En cambio él era el estereotipo de marine estadounidense, enamorado de una latina con la que se fue a vivir al estado de Virginia. En la cama de su casa sucedió lo que Donald Trump seguramente hubiera usado como arma política en su lucha contra la migración.

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Dos policías recuperaron el miembro cortado y lo llevaron al hospital en donde lo preservaron hasta John fue operado por un equipo de cirujanos plásticos y urólogos. La intervención costó alrededor de 250 mil dólares, que Lorena supuestamente pagó con las ganancias obtenidas por cada entrevista que alimentaba el melodrama de su caso.

La justicia los juzgó a ambos. A él por agresión sexual, a ella por agresión a secas. Ambos salieron ilesos de los estrados, con la fama suficiente para emprender un nuevo camino. Él, tras recuperar su órgano, tuvo un paso medianamente fructífero por la industria del porno, donde era conocido como ‘Frankpene’. Ella, en calidad de victimaria, siempre tuvo las manos untadas de sangre.

Lorena dijo que recibió ofertas de un millón de dólares para que su historia se convirtiera en película. Hasta emisarios de Play Boy le preguntaron si estaba interesada en posar desnuda en la revista.

Debajo de los retratos familiares, los chistes crueles y las canciones y camisetas inspiradas en el caso Bobbitt, poco se habló de las motivaciones reales para que la suramericana castrara a su esposo. Después de Lorena, en Estados Unidos se tipificó la violencia doméstica. Se hizo al menos en el papel, nunca más la justicia debía voltear a mirar para otro lado cuando una mujer denunciara maltratos y violaciones.  Es difícil determinar si los jueces han sido implacables. Ese, por ahora, es otro tema.

Tuvo que pasar mucha agua por el río para que Joshua Rofé realizara un trabajo documental de cuatro capítulos de una hora en el que Lorena Gallo y un puñado de fuentes analicen de otra manera lo que sucedió aquel 23 de junio de 1993. Según The New York Times, conversó durante doce meses con Lorena, que fue motivada por su indignación a la elección de Donald Trump y por el movimiento #MeToo para dar su versión de los hechos.

 El documental se puede ver en la plataforma Amazon. En cada episodio el espectador viaja en el tiempo para redescubrir uno de los mayores escándalos de televisión de la historia reciente. Habla Lorena, habla John, hablan analistas, hablan periodistas, hablan muchas fuentes. Como si tratara de saldar una cuenta pendiente, la intención del director es que todos veamos las cosas con la perspectiva de ahora. 

Este trabajo no sería posible si la protagonista se hubiera quedado de brazos. A pesar de que los medios usaron su imagen, ella tuvo valor seguir viviendo en el pueblo donde ocurrió todo. El escarnio la motivó a crear una fundación que lucha contra la violencia doméstica, la misma que fue invisible mientras los periódicos y los programas documentaban cada respiro de su vida, sin ganas de ver la raiz del problema.

 

Por Alberto Ochoa Mackenzie

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