
Este año empezó verde, cuando asumí la dirección del Museo de Arte Moderno. Mi nombramiento nunca lo imaginé. Es más, creo que nadie lo intuía. Me emocioné mucho, porque esta fue por décadas la casa de Gloria Zea. Me tomé unos días para analizar la propuesta y aquí estoy. Del color verde pasé al gris, porque aún falta mucho por hacer. Considero que el Museo necesita cambios profundos, por eso vamos a volver a lo que era antes, retomaremos su idea original, reformularemos sus espacios en busca de la inspiración de Rogelio Salmona, su arquitecto, cuando lo imaginó.
En los siete meses que llevo en el Mambo hemos sembrado nuevas ideas, unas que ya arrancaron y otras que darán frutos en el 2017. He tenido que involucrarme en la parte administrativa, pero espero poder dedicarme más a los proyectos el año entrante. Ojalá las finanzas del Museo dejen de trasnocharme. Para sacarlo adelante necesitamos más apoyo de la Alcaldía, de la empresa privada, del Ministerio de Cultura y del programa de membresías.
El futuro del Mambo, por otra parte, lo veo amarillo, porque va a brillar. Hoy puedo decir que hay credibilidad en el cambio, pero la innovación tiene su propia velocidad y se escapa de lo que yo quiero que ocurra ya. La vida tiene fechas y yo tengo que pausar mi acelere. Las cosas hay que planearlas, tener papel y lápiz, y poco a poco ir ejecutando. Yo voy a sacar adelante este espacio, con mi propio sello. Según lo que tengo esbozado en mi cabeza, empezaremos a resplandecer el día en que la gente se apropie de sus instalaciones, que lo sienta suyo, que sea un plan obligado para el que vive en Bogotá y para el visitante. Entré con la expectativa de que iba a tener apoyo y voy a dar lo mejor de mí hasta lograrlo”.
Foto: David Schwarz.
