Le presenté su nueva novia a mi exmarido

Después de un proceso de separación largo y difícil, me di cuenta de que por fin había sanado y perdonado, cuando empecé a pensar en la felicidad del papá de mi hija.

Por María Clara Gaitán Guillén

28 de septiembre de 2019

“Siempre he trabajado en recursos humanos, haciendo descripciones de muchísimos cargos, pero mi nivel de reclutamiento emocional era nulo". / Daniel Álvarez

“Siempre he trabajado en recursos humanos, haciendo descripciones de muchísimos cargos, pero mi nivel de reclutamiento emocional era nulo". / Daniel Álvarez

Mi vida estaba muy enfocada en mi trabajo. He disfrutado mi profesión a cabalidad y el hecho de poder ayudarle a la gente desde recursos humanos me ha hecho muy feliz. Sin embargo, cuando cumplí 36 años me di cuenta de que quería encontrar un compañero con quien compartir mi vida, mis alegrías y también convertirme en mamá. Lo tenía muy claro.

Así que el día que conocí a mi exesposo, Andrés, pude hablarle con franqueza de mis anhelos y de mis ilusiones. Afortunadamente, él quería lo mismo. Nos conectamos inmediatamente y, al mes de conocernos, ya estaba embarazada. Fue una noticia maravillosa porque yo antes había perdido un hijo y fue un momento muy doloroso, así que este nuevo bebé era solo alegría para los dos.

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Yo estaba tan preparada para tener un hijo que incluso había hecho un ejercicio financiero que me permitiría renunciar a mi trabajo apenas quedara embarazada, para así dedicarme completamente a esta nueva etapa de mi vida. Todo se dio perfecto y, en julio del 2008, comenzó nuestra vida juntos. Después nació mi hija, María.  Nuestros días transcurrían muy bien. María compartía mucho tiempo con sus hermanos, los otros hijos de Andrés, y así estuvimos durante cuatro años. Todo funcionaba pero, al cabo de un tiempo, fue difícil manejar la situación con los niños y nos separamos en el 2011.

Un año después volvimos, pero cada uno en su casa. Él con sus hijos y yo con nuestra niña. Éramos como novios y la relación funcionó durante otros tres años, hasta que terminamos definitivamente. Fue una época muy difícil para todos porque los divorcios son terribles. Tuvimos muchas peleas y desencuentros. Todos los problemas que deben enfrentarse tras una separación. El año del divorcio nos habíamos casado por lo católico y el matrimonio solo nos duró 10 meses. Eso sí, la niña nunca estuvo en medio del conflicto. Ella siempre fue lo más importante para los dos, pero nuestra relación terminó muy mal.

Después de la ruptura y de superar lentamente el dolor, yo quería hacer una desintoxicación de esa relación. Quería volver a empezar, dedicarme a mi trabajo y a mi niña, y tratar de sanar, olvidar y perdonar. Dejar que el tiempo hiciera su trabajo. Tenía días muy buenos, otros no tanto. Así son los duelos y, al final, el dolor pasa. Con Andrés compartíamos todo lo relacionado con la niña, pero nada más. Intentamos cerrar el ciclo de la mejor manera posible, anteponiendo siempre el amor por nuestra hija.

El año pasado conocí a mi novio, Francisco, y todo cambió. Él llegó a mi vida a quedarse. Han sido solo bendiciones desde que él está conmigo. Incluso mi relación con Andrés mejoró. Al principio tomó un tiempo ajustarse a las nuevas dinámicas, sobre todo para mi hija, pero poco a poco conseguimos que todo se normalizara y ella pudo percibir mi felicidad. Las mamás siempre estamos pensando en nuestros hijos, en su bienestar, en su felicidad, pero no hay que olvidarse de la felicidad propia, y creo que eso fue lo que me reveló mi nueva relación.

Lo más bonito fue entender el proceso que se dio para que yo conociera a mi novio. Siempre había trabajado en recursos humanos, haciendo descripciones de muchísimos cargos, delimitando exactamente cómo quería que fueran las personas que ingresaran a cada empresa, haciendo procesos de reclutamiento todos los días de mi vida, pero mi nivel de reclutamiento emocional era nulo.

En mi vida personal hacía todo al revés. Así que le hice caso a una amiga que me inscribió en un curso que se llama El viajero interior, en el que me mostraron las herramientas para sanar el pasado y para encontrar al compañero ideal. Gracias al curso, descubrí los errores que cometía al escoger una pareja, así que después pude hacer el perfil de la persona que quería a mi lado. Y la encontré. Dios ha sido muy generoso conmigo, Francisco es tal cual la persona que soñé. El flechazo sucedió de una, como si nos conociéramos de toda la vida.

Él tiene mi edad, es muy responsable con sus hijos, superdivertido, disfruta su vida al máximo, es buena onda, cree mucho en Dios y en la Virgen (igual que yo), es tranquilo, fresco y muy amoroso. Es mi compinche, mi confidente, mi amigo y mi amor.  Cuando mi corazón sanó, cuando entendí que sí había una persona que podía hacerme sentir bien y que todos merecemos ser felices, pude realmente olvidar el dolor que había sentido antes.

En ese momento empecé a viajar mucho. Mi hija pasaba mucho tiempo con su papá y se preocupaba por él, por su soledad, por su futuro. Así que le dije a Andrés que debía encontrar una persona que quisiera estar a su lado, que lo acompañara en su camino, que lo hiciera feliz. Él siempre me decía que eso era justamente lo que deseaba, pero no sabía cómo hacerlo, hasta que nos llegó una oportunidad perfecta.

Una noche estaba en mi cama, revisando Facebook, y una de las chicas de un grupo puso un post: “Hola a todas, tengo una amiga superchévere, que quiere conocer un hombre, salir con alguien y darse una nueva oportunidad. Si conocen algún candidato ¡levanten la mano!”. Y ahí estaba yo, poniendo el ícono de mano levantada, proponiendo a mi exmarido.

Así que armamos un grupo de Whatsapp para ponerlos en contacto. Después de esto nos salimos del grupo y los dejamos hablando solos. Dos meses después eran novios.

Mi hija ya la conoce, me dice que es muy amable y que su papá se ve feliz. Cuando cuento esta historia muchas personas se asombran, les parece increíble que una mujer sea capaz de ayudarle a su expareja a encontrar un nuevo amor. Yo tengo la firme convicción de que todos merecemos ser felices, y a veces la felicidad no está donde uno cree, no está dentro de las convenciones sociales y tradicionales. Yo pude ayudar a mi ex porque mi corazón ya había sanado y creo que cuando tú haces algo bueno por otra persona, indiscutiblemente, Dios y el universo se encargan de devolverte esa bondad. Si entregas amor, recibes amor.

Por María Clara Gaitán Guillén

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