Fallas frecuentes en la alimentación de tus hijos

Aunque tengas buena voluntad y deseos de brindarle a tu hijo una sana y equilibrada nutrición, es normal que cometas equivocaciones. Te contamos algunas de las más frecuentes en los hogares.

Por Redacción Cromos

18 de octubre de 2020

“Te paras de la mesa cuando termines absolutamente toda la comida".

“Te paras de la mesa cuando termines absolutamente toda la comida".

Fotografía por: Getty Images

“Te paras de la mesa cuando termines absolutamente toda la comida, no me dejas un grano y no quiero más pataletas ¿Me entendiste?” ¿Y si le serviste un plato repleto con arroz, carne, papa, lentejas, patacón y ensalada, después de haberse tomado la sopa que tenía plátano, conchitas y más papa?

Error: comer bien no significa comer mucho; además del equilibrio nutricional y saludable del que tanto te hemos hablado, debes procurar darle a tu pequeño raciones no muy grandes y bien distribuidas en cinco o seis comidas diarias, porque nadie mejor que él para saber qué cantidad requiere.

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Por lo tanto, y es otra equivocación frecuente de los padres, no hay que obligarlo a terminar todo lo que le sirves o a comer cuando crees que tiene que hacerlo, porque probablemente se negará con más determinación. Un estudio elaborado por la Universidad de Michigan determinó que es probable que la imposición genere tensión a la hora de la alimentación y afecte negativamente la relación entre padres e hijos, concluyéndose que no hay evidencia de que la presión a los niños sea favorable. Por el contrario, un momento que debería ser de tranquilidad y unión familiar se convierte en un espacio de castigo y tortura tanto para el niño como para ti y para quienes comparten la mesa.

En los primeros años de vida, posiblemente hasta los tres, se establecen las bases de una buena o inadecuada salud nutricional en los niños; en este lapso se inculcan los hábitos y rutinas que permitirán que en la infancia logre un apropiado desarrollo integral, y también que durante la adolescencia y cuando adulto, mantenga una óptima alimentación que disminuya los riesgos de padecer de obesidad y enfermedades cardiovasculares, diabetes mellitus o tipo II, hipertensión o asma, entre otras.

Y aunque con seguridad tienes el firme propósito de nutrir bien a tu hijo para que su crecimiento sea sano y normal, es posible que cometas algunos desaciertos que impidan que dicha intención sea totalmente fructífera. Aquí te enunciamos otras en las que más incurren muchos padres de familia:

Desayuno escaso. Por el afán de no quedarse de la ruta o llegar tarde al colegio, por levantarse más tarde en días de ocio o por simplemente darle mayor relevancia a otras comidas, muchas veces la primera del día es rápida y se basa en un jugo de naranja, algo de cereal o un café con pan. Pero hay que hacerle caso al dicho popular que reza: “Desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo”. Es la comida más importante del día, le brinda a tu hijo la energía que requiere para cumplir con todos sus deberes académicos y físicos de la jornada y a mantener una dieta equilibrada si incluyes en ella lácteos, cereales sin aditivos, frutas y proteínas como el huevo.

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Mucho jugo comercial. Los industriales no son los más indicados, por su alto contenido de azúcar y vitaminas artificiales. Los hechos en casa puedes ofrecérselos ocasionalmente; una reciente declaración de la Academia Americana de Pediatría (AAP), relacionada con los jugos de fruta, advierte que aunque los padres piensan que son saludables, no son un buen sustituto de las frutas frescas porque añaden más azúcar y calorías; además, las frutas, enteras o en porciones, conservan sus propiedades y riqueza de vitaminas, minerales y fibra.

La AAP recomienda que el consumo de jugos para niños, entre uno y tres años, sea máximo de cuatro onzas al día; entre cuatro y seis años, de cuatro a seis onzas, y en adelante, hasta ocho onzas. Pero si de líquidos se trata, el agua natural es la bebida más aconsejable para él y todo niño y adulto.

Excesos. De grasas saturadas, cereales azucarados, sal, comidas rápidas y productos procesados, de repostería y a base de harinas refinadas. Es aconsejable que los consuma muy de vez en cuando, pero mucho mejor si los remplazas en su dieta habitual por pescado, frutas, verduras, cereales integrales y lácteos con bajo contenido de grasa.

Mala elección de carnes. Si te acostumbraste a darle más carnes rojas, salchichas, chorizos o hamburguesa, es necesario que sepas que tienen más grasas saturadas y colesterol. Son más recomendables las blancas (pollo, cerdo magro, pavo, etc.) y el pescado, gran fuente de proteína y ácidos grasos aconsejables. Ten presente que no hay que abusar de las proteínas de grasa animal.

Más lácteos de los debidos. Son indispensables en la nutrición de los niños por el calcio que aportan, pero otros alimentos también lo hacen. Por lo tanto, no debes abusar de la leche ni de sus derivados (máximo tres raciones al día) porque en sus ingredientes se incluyen grasas saturadas, que elevan el nivel de colesterol malo. Si tu hijo es menor de un año, no se aconseja darle por ahora leche de vaca, por la dificultad para absorber sus proteínas y grasas, y porque no contiene las proteínas, vitaminas y carbohidratos requeridos por tu hijo; por eso, continúa con la leche materna.

Tener mucho dulce en casa. No son convenientes por su alto contenido de azúcares, grasas saturadas y preservantes que, además de energía, poco aportan a una nutrición saludable. Si le vas a dar, que sea muy ocasionalmente, y cómpralos ese mismo día para que no tenga tentaciones a la mano. Igual pasa con otras golosinas, como papas fritas, galletas y demás productos empacados.

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