
María Teresa Rodríguez, un ángel para los ancianos de convención
Cuando llegamos al municipio de Convención, en Norte de Santander, a cinco horas por tierra desde la ciudad de Bucaramanga, empezamos a preguntar por la señora María Teresa Rodríguez, la gente nos decía: “¡Ah!, ustedes están buscado a la profe María Te”. Ella nos había dicho que en el pueblo todo el mundo la conocía y comprobamos que era real; con indicaciones de los pobladores llegamos hasta su casa.
Nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja, estaba ansiosa por la visita. Mientras nos tomábamos un café en la sala de su casa, nos contó que toda su vida se había dedicado a la docencia y que por eso en el pueblo es conocida como “la profe María Te”.
Para esta mujer de 73 años, su papel de profesora fue un ciclo de su vida que ya se cerró, pues desde 1997 se dedica a “sus viejitos”, como ella los llama, a quienes les brinda alimentación, vivienda, salud y amor, sin esperar nada a cambio. Salimos de su casa con destino al ancianato, caminamos menos de tres cuadras y, una vez más, comprobamos su popularidad. En cada esquina salían personas a saludar a “la profe María Te”.
El ancianato está ubicado en diagonal a la iglesia principal del pueblo. Es una casa vieja, de paredes altas y puertas grandes, un patio central enorme donde los viejitos pasan las tardes, y alrededor están las habitaciones, dividas entre hombres y mujeres.En la sala estaban casi todos, menos tres, que como nos contó María Te, son los más enfermos, estaban acostados en sus camas.
María Teresa decidió ayudar a los ancianos de Convención porque vio que no tenían comida ni donde dormir. La casa en la que funciona su ancianato fue entregada en comodato por el municipio.
En el hogar viven 24 personas de la tercera edad, que están a cargo de dos enfermeras pagadas por María Te y sus compañeras de lucha, mujeres que también viven en Convención y hacen parte de la columna vertebral del ancianato. Ellas dicen que el lugar pertenece al pueblo porque los recursos los reciben recorriendo las calles, parando en cada casa y negocio, donde les hacen donaciones.
Las historias de las que ha sido testigo esta mujer, en 18 años de trabajo social son muchas, dice que sus ancianos son un libro abierto. Ella nos quiso compartir una de las tantas:
“En este pueblo había una señora que todo el mundo conocía, llevaba más de 30 años sin poder ver y a mí se me metió a la cabeza que tenía que hacer todas las gestiones para lograr que ella pudiera ver. Así que decidí irme con ella para Cúcuta, hice todas las gestiones allá y después de muchísimo trabajo logré que un médico la operara y pudiera ver; por un solo ojito, pero pudo ver. Lo que yo sentí fue tan bonito, además verla tan feliz me llenó el alma. Ella me decía: “Doña María Teresa por fin la pude conocer”.
El amor que María Te entrega a diario es retribuido por sus ancianos, que ven en ella la compañera para sus últimos días de vida. Vitelmo tiene 90 años y llegó al ancianato después de un accidente buscando compañía y alivio para sus dolores. Después de haber bailado un par de canciones carrangueras con María Te nos contó cuánto la quiere: “Para mí ha sido la mejor mujer en la vida, porque por ella estoy aquí… Ella me amparó cuando más lo necesitaba”.
María Teresa es una mujer alegre, su sonrisa estuvo presente durante los dos días que estuvimos acompañándola. Solo en un momento su voz se quebrantó y fue cuando nos habló del día en el que termina su trabajo; cuando sus viejitos parten de este mundo.
Ella dice que todos los días le pide a dios que le mande a alguien que retome el trabajo cuando ella se muera. Aun se ve muy vital. María Teresa no evidencia ningún achaque y tiene energía para caminar y bailar con sus viejitos.
Este reconocimiento es de Dios, un premio a la labor que he hecho durante 18 años y llegó cuando más lo necesitábamos porque estamos a punto de perder el hogar en el que estamos y no puedo sacar a mis viejitos a la calle. No sabemos cuándo nos toque salir de ahí pero con todo esto se me han abierto muchas puertas.
Aquí puedo aplicar las palabras de Sor Teresa de Calcuta, ella decía: “voy pasando por la vida una sola vez, así que cualquier cosa que pueda hacer por los demás, tengo que hacerlo ahora porque después no volveré a pasar”.
Al ver mi historia en televisión sentí orgullo y, aunque la fama es efímera y soy una mujer mayor, vivo muy preocupada pocas personas se le miden a hacer esto sin remuneración. Mi proyecto lo hago con mucho amor, todo el que va allá y el que conoce mi ancianato, conoce que uno de los objetivos es que ellos pasen bien, sabroso y que también se promueva esto para que otras personas ayuden a los ancianitos, sobre todo los jóvenes.
Mi motivación ha sido saber que los abuelitos no tienen a nadie y que sus necesidades por suplir, las soluciono yo.
Ojalá todos los empresarios se llevarán la mano al corazón y se conmovieran con todas estas historias que han visto. Y que ese dinero de los impuestos nos lo dieran a todos los que hacemos proyectos como el mío.
Fotos: cortesía Caracol.
