
«Mi ilusión no tiene techo» Caterine Ibargüen
El 2014 de Caterine es rutilante. En cada competencia de salto triple a la que asistió, su blanca dentadura le hizo juego a la medalla de oro. Sus aplausos, sus movimientos de caderas al ritmo de reggae y sus charlas con su entrenador, Ubaldo Duany, antes de saltar, se convirtieron en su presentación. Su presea dorada en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, la última competencia del 2014, cierra un año en el que dejó su propia marca en 15,31 metros. Queda impulsada para acercarse al récord mundial de 15,50 metros, todavía en las piernas de la ucraniana Inessa Kravest desde 1995.
Su plata en los olímpicos de 2012 marcó un antes y un después en su carrera. Hoy sus zancadas impactan las pistas atléticas con mayor precisión. Su meta es fijar récords personales y creer que le puede regalar a Colombia el oro en Río de Janeiro 2016. Y es que, desde pequeña, Caterine se ha enseñado a mirar el mundo desde arriba, mientras rompe el aire con su espigado cuerpo y levanta una tormenta de arena al caer. «Me acuerdo de que mi primer salto lo hice en el Alfonso Galvis, que es la pista de atletismo en Medellín –confesó a CROMOS en una entrevista–. Era horrible porque todavía era muy niña, saltaba y las piernitas me traqueaban. Esa vez salté como doce metros. No me acuerdo a qué edad lo hice. Era una adolescente».
Dieciocho años después, lo que inició en un salto inexperto hoy alimenta su leyenda. Aquel movimiento juvenil es el precursor de tantas alegrías nacionales. «Quiero saltar lo más lejos que pueda. Mi ilusión no tiene techo. Quiero llegar lo más lejos que haya llegado una mujer», dijo Caterine. No importa el lugar donde se entrene; lo importante para ella es depurar la técnica, cuidarse de las lesiones y mantener el estado físico. «No creo que tenga la ventaja por mis piernas sino por mi espíritu de siempre hacer bien las cosas. Pero las piernas ayudan». En las ganas de superarse está su principal virtud. Motivos le sobran para retener la corona de reina de salto triple.
