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Mujeres: así es el ritual del fútbol

Por Sebastián Restrepo. Psicólogo gestaltista y sistémico.
02 de junio de 2016
Mujeres, así es el ritual del fútbol
Mujeres, así es el ritual del fútbol

Mujeres, así es el ritual del fútbol

Se viene la Copa América y con ella esa extraña fiebre de fútbol que nos arrebata a los hombres. Y aunque veamos a muchas mujeres con la camiseta suspirando por James y Ospina, no es un secreto que para la gran mayoría de ellas este furor no es del todo comprensible.

Lo primero que tienen que saber es que el fútbol no es un deporte: es un ritual. Y los jugadores resuenan en una parte primitiva de nuestra sangre, como lo hacían en la prehistoria las hordas que se enfrentaban por los territorios. El fútbol es esa eterna historia de Aquiles y los mirmidones, es Ulises volviendo a Ítaca, es la pequeñez del hombre de acción encarando la vida, la grandeza de la fraternidad en un pacto de todo o nada, la inmensidad del destino, el amor por la guerra mundana y sagrada. 

Solo observen la cancha desde arriba:  es un mándala, un círculo sagrado, como la arena de los gladiadores. Los jugadores son semidioses, que como espejos reciben por 90 minutos lo que nuestra alma masculina les proyecta: ambición, honor, trampa, terror, sed de justicia, fraternidad, bondad, generosidad, egoísmo, impecabilidad, destreza, astucia, etc. El juego es la unión indisoluble entre la vida y la muerte, que nos bendice o nos persigue, la fortuna que acompaña a unos y abandona a otros, la aleatoriedad de los accidentes, la técnica contra el destino y las fuerzas desconocidas.  

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Al final lo celebrado fue el misterio del desafío y la libertad: el destino fue encarado, las cartas fueron echadas, el héroe dio su batalla y vivió su destino: se enfrentó contra sus adversarios interiores y exteriores, vivió el vértigo de la vida en un presente lleno de riesgo y dejó que esta templara su espíritu. 

Pero también deben entender otras diferencias: nuestra forma de alternar tensión y relajación, por ejemplo. Por eso disfrutamos ese punto insoportable en el que el jugador se acerca al arco y se prepara para chutar el balón, los cuerpos inmóviles, la respiración contenida y después ese “ahhhh” que decimos al unísono como si fuéramos una máquina con muchas bocas. Así funcionamos los hombres: tensión y relajación, combate y cerveza, excitación y eyaculación. Y gozamos enormemente ese punto donde podemos soltarnos o relajarnos en una pequeña nada.

También deben entender que los hombres somos de un solo canal: cuando es fútbol es fútbol, cuando es trabajo es trabajo y cuando es amor es amor. Por eso no nos interrumpan: no saben lo incómodo que es sentir que tratan de arrebatarnos de este ritual donde tenemos concentrada nuestra presencia total. 

Al final del partido nos queda la perplejidad de las pasiones que circularon. Estamos un poco más vivos que hace 90 minutos. Nuestra genética primitiva ha tenido su trozo de carne y estamos listos para seguir transitando nuestro propio partido, con otro ritmo y otros riesgos. Estamos revitalizados, eufóricos o tristes o molestos, pero en todo caso muy agradecidos con ustedes por acompañar esta inútil guerra del alma y acaso por haberla disfrutado un poco. 

 
Foto: Latinstock

Por Sebastián Restrepo. Psicólogo gestaltista y sistémico.

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