A menudo, la sociedad ve a los asesinos en serie como entidades deshumanizadas, monstruos nacidos para causar el sufrimiento. La narrativa popular tiende a simplificar la tragedia: un individuo malvado, sin remordimientos ni justificación.
Sin embargo, la psiquiatra forense Gwen Adshead, con más de 30 años de experiencia tratando criminales, cuestiona esta visión. Según ella, la psicología detrás de los criminales más atroces no es tan sencilla. En su análisis, hay mucho más que una disposición al mal. Los factores que contribuyen a la violencia son tan diversos y complejos que desafían la idea de que alguien nace inherentemente “malo”.
Sigue a Cromos en WhatsAppLa psiquiatra forense ha tenido acceso directo a los procesos mentales de criminales que han cometido actos de violencia extrema. Desde su experiencia en el Hospital de Alta Seguridad Broadmoor, Adshead ha tratado a algunos de los asesinos más notorios del Reino Unido. Para ella, la diferencia entre una persona que comete un acto violento y una que no, radica en una mezcla de factores sociales, psicológicos y personales que se cruzan en un punto crítico de la vida. Los asesinos en serie, por ejemplo, no siempre son los psicópatas que la cultura popular imagina.
La experta indica que, en muchos casos, estos individuos no tienen la capacidad de empatizar, pero sus comportamientos no son el resultado de una disposición genética al mal. En cambio, se deben a una combinación de factores como el abuso infantil, el aislamiento, o incluso trastornos mentales que se desarrollan debido a experiencias traumáticas.
La historia de los hermanos Menéndez
Un claro ejemplo de cómo las circunstancias personales pueden influir en el comportamiento violento son los hermanos Menéndez. En 1989, Erik y Lyle Menéndez fueron condenados por asesinar a sus padres, pero su defensa en el juicio se basó en el abuso físico y sexual que sufrieron por parte de su padre. Aunque fueron sentenciados a cadena perpetua, el caso Menéndez pone en duda si realmente los hermanos eran culpables de forma plena o si, más bien, sus actos fueron una respuesta a años de abuso.
Algunos familiares siguen creyendo que los hermanos son víctimas, no solo de su padre, sino de un sistema judicial que no entendió el trauma que vivieron. Esta división muestra cómo las circunstancias de cada individuo pueden influir directamente en su comportamiento, y cómo la psicología detrás de los crímenes es mucho más compleja de lo que se cree.
La psicología detrás de la violencia extrema
Con base en esta y otras historias, Adshead trabaja en entender cómo la violencia se desata en estos individuos. Para ella, los factores de riesgo son fundamentales para comprender el comportamiento criminal, y los compara con un candado de bicicleta. Para la experta, no basta con un solo factor para que alguien cometa un crimen, sino que son necesarias varias circunstancias que se alinean en el momento adecuado. En otras palabras, el abuso infantil, las carencias emocionales y los trastornos psicológicos se combinan para desencadenar un acto de violencia.
Así, los asesinos en serie, lejos de ser psicópatas brillantes, suelen ser personas con dificultades para empatizar con los demás, pero no necesariamente malas desde su nacimiento. Muchos de ellos buscan una solución a su sufrimiento a través de la violencia, que en su mente es el único modo de obtener control.
Casos de rehabilitación: Tony y Jack
Adshead también recuerda que, a pesar de los crímenes cometidos, algunos asesinos muestran arrepentimiento por sus actos. La experta recuerda a Tony y Jack, dos criminales que llegaron a su terapia buscando redención. A través de largas sesiones, ambos mostraron remordimientos por sus crímenes.
Aunque sus actos fueron atroces, la psiquiatra señala que la capacidad de arrepentimiento en ellos demuestra que, aunque sean responsables de sus acciones, no se trata de individuos nacidos con maldad inherente.
Estos casos no implican que todos los asesinos puedan rehabilitarse, pero destacan cómo, incluso los criminales más notorios, pueden tener un lado humano y vulnerable.
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El factor de riesgo y las soluciones preventivas
Por último, Adshead sostiene que la clave para prevenir la violencia es actuar sobre factores como antecedentes de abuso, disfunciones familiares y trastornos psicológicos desde temprana edad. La prevención debe enfocarse en la salud mental, la educación emocional y el apoyo a las familias en crisis.
De hecho, este argumento se complementa con la creciente atención hacia la salud mental y el apoyo social, mismas que están ayudando a reducir las tasas de violencia en muchos países. Aunque la rehabilitación no siempre es posible, es esencial comprender que el camino hacia la violencia no es inevitable para todos los individuos afectados por estos factores.
