
El miedo es natural, nos ayuda a protegernos del peligro y nos regala información del mundo y las sensaciones que este nos provee. “El miedo les ayuda a los niños a evitar accidentes, el miedo a caerse del columpio, a los animales, a cruzar una calles, son miedos que les ayudan a protegerse en situaciones que representan un eventual peligro”, explica la psicóloga Gloria Mercedes Isaza.
Cuando el bebé cumple 8 meses empieza a ser consciente de que es un ser independiente de la madre, por eso es natural que cuando su madre se va o la siente lejos él llore. Siente miedo de la soledad, uno de los primeros miedos que hace parte del proceso natural de saberse independiente. Sin embargo, con el paso de los meses el bebé deberá aprender que los padres se tienen que marchar durante ciertos momentos del día y que eso no significa que los pierde o que esté solo, así que paulatinamente esa experiencia debe dejar de ser dramática y desatar su llanto.
“Con los años, además de sentir temor a la soledad, los niños empezarán a mostrar miedo por personas extrañas, objetos raros, ruidos fuertes y la oscuridad. Luego conforme van creciendo y recibiendo más información del mundo, en cuanto van acumulando experiencias e interactúan con otros niños empezarán a desarrollar miedos nuevos como el miedo a la muerte, a los monstruos, a los ladrones”, añade la experta quien asegura que hay que darle seguridad al niño para que él mismo desde su seguridad tenga el valor de enfrentar esas cosas que le producen temor y entender por él mismo que nada va a pasar, “porque no hay que olvidar que muchos miedos son aprendidos e infundados por los mismos miedos e inseguridades de los padres”.
Si un incidente fuerte acontece, para evitar que el miedo se convierta en algo negativo, algo paralizante que no le permitas al niño seguir con su vida común es necesario que la presencia y cercanía de los padres sea muy fuerte. “Después de un incidente hay que darle contención al niño, acogerlo y brindarle seguridad y luego acompañarlo a enfrentar esa misma situación de la mano de sus padres o mentores para que él por cuenta propia descubra, por ejemplo, que no todos los perros muerden”, añade la especialista.
En casos de miedos más manejables resulta muy útil, por ejemplo, para que los niños superen sus miedos, utilizar cuentos que recreen su situación y les propongan formas de solución u ofrecerles un objeto cercano y conocido por el niño, que sea casi como una varita mágica para dar seguridad. Resulta útil, en el caso del miedo a la oscuridad, que los padres indaguen en las cosas que le producen ese temor junto a sus hijos, así lograrán desmitificar lo que los asusta, pueden jugar con linternas y ver cómo se crean sombras o de una forma lúdica hacer cacería de los monstruos para que ellos vean que son inexistentes.
“No todo está en manos de los padres”
Si el miedo es paralizante y muy intenso hay que recurrir a ayuda profesional, porque no todo está en las manos de los padres, el trabajo oportuno del miedo de un niño puede tener grandes consecuencias en su vida adulta.
¡Problemas en casa!
Los miedos tienden a acentuarse cuando los niños presencian problemas entre sus padres. Las dificultades en casa los llenan de inseguridades y eso se reflejará en un mayor miedo a cosas habituales.
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