
Categoría: Gestos de reconciliación.
Cuando era un niño de diez años y vio la película Locademia de policías 4, fijó su atención en unos jóvenes patinadores que hacían toda suerte de trucos en sus tablas. Óscar se enamoró de este deporte extremo, a tal punto que hoy, a sus 30 años, confiesa que el mejor regalo que recibió de niño fue la patineta que le regaló su primo el día de la Primera Comunión.
Su segunda tabla fue artesanal y la construyó un carpintero del barrio Albania de Bucaramanga por encargo de su papá. Su diseño, sin embargo, terminó pareciéndose más a una zorra para cargar mercados o a un carro de balineras que a una patineta. A pesar de los golpes que Óscar se daba contra el mundo tratando de rodar, su mamá fue quien le regaló la primera tabla profesional. Fue un segundazo que aún está en uso, porque le ha servido a más de 20 niños para aprender.
Al terminar bachillerato, y sin dejar de patinar, Óscar tuvo que empezar a ganarse la vida vendiendo tintos. Luego trabajó como obrero de construcción y más tarde en una fábrica de suelas y hormas para zapatos. Un día, en una competencia de tabla, uno de los patrocinadores del evento lo contrató como vendedor y después como administrador de una tienda de accesorios para skateboarding.
“La fiebre por la tabla era total, pero en la ciudad no había un lugar idóneo para practicar hasta que un nuevo alcalde accedió a construir un parque extremo, cerca a uno de los barrios más vulnerables de Bucaramanga –cuenta Piñeres–. Cuando el parque estaba casi listo, Dany Ramírez, un patinador que fue a observar cómo estaba quedando el lugar, fue asesinado cuando intentaban robarle su celular”. Este crimen, antes que aterrorizar a los deportistas, los unió para que obligaran a la Policía a garantizar la vida en este lugar.

Óscar y sus compañeros patinadores se tomaron un parque, sacaron a los violentos y atrajeron a los niños del barrio San Martín a aprender y practicar skateboarding.
La decisión de Óscar y los demás patinadores fue apoderarse del parque, sacar a los violentos y atraer a los niños del barrio San Martín a aprender y practicar skateboarding, no solo como fuente de diversión, sino como un medio para evitar que cayeran en las drogas, las pandillas y la delincuencia. Así nació el movimiento ‘Skate por la vida’.
El Instituto de Deporte de Bucaramanga, Inderbuc, le facilita unas veinte patinetas que, junto con las treinta que recogió entre sus amigos deportistas de todo el país, le sirven para dictar sus clases dos veces por semana a niños entre los 4 los 16 años. Además les consigue ropa deportiva y zapatos especializados para que no dejen de practicar.
“El skateboarding, como cualquier otro deporte extremo y de impacto, tiene un periodo de práctica, como yo quiero ser el mejor instructor y preparador de deportistas, estoy estudiando Tecnología Deportiva”, señala este joven bumangués. Esta actividad física se convertirá oficialmente en deporte olímpico a partir de Tokio 2020. “Mi sueño es que estos niños se ganen un espacio en el departamento, luego vayan a unos juegos nacionales y finalmente conformen la selección Colombia de skateboarding. Sé que no será fácil ganar una medalla, pero estos niños lo dan todo y para mí ya son campeones”.
“La paz no es solo firmar un papel de compromisos, es crear, a través de estas actividades, oportunidades de vida para que los niños sean los artífices de la reconciliación y la convivencia”, asegura Piñeres, quien está muy orgulloso de sus pupilos: tres de ellos fueron campeones en los recientes campeonatos binacionales que se realizaron en Cúcuta.
Fotos: David Schwarz y Cortesía Tv.
