
Paula Andrea Betancur: "Yo si quiero derretirme de amor"
Yo me casé siendo una niña. Entregué la corona y seis meses después, llegué al altar con mi único novio. Pienso que es un error porque prácticamente crecí casada. Seguí ese camino porque fui criada a la vieja usanza: soy una mujer muy familiar, católica, conservadora y lo hice, pensando que el matrimonio era para siempre. Así, tal cual como dice el cura en la Iglesia: “hasta que la muerte los separe”. Tuvimos tres hijos y estuvimos casados catorce años. Tomar la decisión de divorciarse, cuando tienes que ir en contra de tu propia formación, no es fácil. En mi caso, me pasó que no sabía si estaba tomando la decisión correcta y a pesar de que lo pensé mucho, me preguntaba: ¿Y si me arrepiento? ¿Y si me doy cuenta tarde de que estaba equivocada? Cuando se llega a un momento así, hay un millón de preguntas y de consecuencias definitivas porque no es una decisión que afectaba solamente mi vida sino la de mis tres hijos. Tres personas en plena formación que tienen que asumir una pérdida. Dios es perfecto e hizo al hombre y a la mujer para que cumplieran unos roles dentro de la familia y la sociedad. Esa liberación tan amada y esperada por nosotras, también hizo que los roles se trocaran, y es un error, uno nunca puede perder el norte. Cuando esos roles se cargan de un lado, algo empieza a fallar. Fue duro entenderlo y hacer que ellos asumieran mi posición. Cuando se llega a la decisión de no continuar, es porque son varios factores los que se conjugan. Es como una receta, si no tienes todos los ingredientes, no funciona.
Hace ocho años que estoy separada. No se dio ese sueño del cual nació el proyecto de vida que nos planteamos, pero más que un fracaso, es un aprendizaje de vida, que puedo compartir con mis hijos y explicarles que cometí un millón de errores y me equivoqué en mil cosas, de las que ojalá ellos puedan aprender.
Yo creo en el amor verdadero y sueño con terminar con esa persona cogida de la mano y ojalá vivir mis últimos días enamorada. En cambio, no le apuesto al conformismo ni a la mediocridad porque creo que las cosas se hacen bien hechas o no se hacen. Yo sí quiero derretirme de amor y que mi pareja se muera de amor por mí. Al crecer y madurar, hay cosas que se van perdiendo, el cuerpo habla y nos vamos envejeciendo, pero el corazón no. El sentimiento no, porque el amor es una decisión que se toma, por eso cuando uno decide amar a alguien, tiene que estar dispuesto a negociar. A pesar de lo que he vivido, sí sueño con el amor y le apunto a encontrarlo, estoy convencida de que existe. Creo que no tiene edad y mientras uno esté vivo, siempre tendrá posibilidades. Yo soy una convencida de que prefiero terminar mi vida amando a plenitud que simplemente vivir acomodada.
Hace diez años que estoy separada. No se dio ese sueño del cual nació el proyecto de vida que nos planteamos, pero creo que más que un fracaso, es un aprendizaje de vida, que puedo compartir con mis hijos y explicarles que cometí un millón de errores y me equivoqué en mil cosas, de las que ojalá ellos pudieran aprender.
Lo ideal es que no se afanen, que no vale la pena correr tanto. Se requiere de tiempo para tomar decisiones importantes. Para escoger tu proyecto de vida personal, para pensar en formar un hogar. Siempre les digo que hagan lo que realmente los hace felices pero eso no quiere decir que no van a existir los obstáculos ni las dificultades. Todo hay que lucharlo, incluso lo que nos apasiona tiene aspectos no tan buenos y de eso se trata. Eso es lo que realmente nos forma. Los errores no están mal porque hacen parte de lo que Dios quiere que vivamos para aprender, en esta vida vinimos a aprender y a partir de eso agradecer, porque creemos que las bendiciones a veces son las cosas buenas que nos pasan, y también hay que agradecerle por aquellas que no nos parecen tan buenas, como las dificultades, las lágrimas, la derrota y la frustración.
Yo antes era súper ansiosa, me cuestionaba y pienso que uno se deja invadir de muchos miedos pero que lo que es para uno, Dios lo vuelve a poner en nuestra vida. En este momento tomé consciencia de que mis hijos están a punto de volar y quiero estar ahí para ellos. 16,17 y 18 son edades de decisiones, de tomar caminos. En ese orden de ideas, requieren toda mi atención. Quiero ayudarlos a que tomen rumbos correctos.
Con respecto al amor, uno se va volviendo prevenido, claro. No ha sido fácil el aprendizaje y volver a abrir el corazón después de sufrir, por eso es importante dejar que las heridas sanen. No quisiera repetir historias ni caer en lo mismo aunque no guardo resentimiento por nadie.
En mi caso, mis hijos son lo primero y también a la hora de pensar en abrirle la puerta a alguien. Con ellos cambian las prioridades. Vienen las negociaciones con ellos, sus puntos de vista, sus preguntas. Es lindo enamorarse y tener a una persona que te cuide y te quiera pero hay que tener en cuenta que cuando dejas entrar a alguien, no se trata solamente de tu espacio, sino el espacio de tus hijos. Haber pasado por un matrimonio te da más claridad sobre lo que quieres y lo que no.
Encontrar esa persona que me apoye y esté conmigo cien por ciento, es la clave. Creo que la estabilidad que da la pareja, no la da nada más. Para mí es el estado ideal porque hay amor con tranquilidad y la confianza de que estás construyendo algo con la persona que está a tu lado. Es maravilloso poder hablar el mismo lenguaje y tener a alguien que sea incondicional, que te acompañe y te apoye, que te ayude a crecer.
Me gusta un hombre varonil, que sea emprendedor, trabajador, respetuoso, honesto, que le guste la familia, que compartamos una conexión con Dios. Eso es importantísimo para mí, cuando la pareja va de la mano con Dios, todo es más fácil.
Fotos: Luis B. Cano.
