
¿Por qué debes disfrutar del presente?
Quiero proponerle dos experimentos prácticos para empezar:
Primero siéntese en un lugar cómodo. Vuelva al presente. Observe durante 5 minutos sus pensamientos sin juzgarlos y sin identificarse con su contenido. Obsérvelos como si fueran pájaros que atraviesan el cielo. Tan pronto surjan suéltelos, pero no se vaya detrás de ellos. Y mientras los observa percátese del observador, del testigo de los pensamientos, de esa presencia que no es un pensamiento. Sienta esa presencia.
Segundo, en otro lugar si quiere, vuélvase intensamente consciente del ahora. Por cinco minutos suelte el pasado y el futuro y percátese de todo lo que sucede a su alrededor: los sonidos, los colores, las sombras, los movimientos, las temperaturas, los olores. Hágalo como si fuera un niño que por primera vez ve un altar. Siéntase a usted mismo en ese ahora: sus respiraciones, sus movimientos corporales, sus tensiones, sus pálpitos, etc. El juego es explorar el ahora, así que si recuerda o fantasea el futuro, vuelva al presente.
Ambos ejercicios son simples formas de salir de la cárcel del intelecto y entrar en contacto con la presencia consciente que es nuestra realidad más profunda, aquella que Eckhart Tolle llama “el poder del ahora”. Todos la conocemos. La hemos percibido en esos momentos en que la cáscara de nuestra neurosis se rompe contra la inmensidad de la vida: un orgasmo pleno, un nacimiento, un accidente, un flechazo amoroso, un solo de jazz, un salto en paracaídas, un atardecer sublime o un arrobamiento místico. En esos momentos nuestra cabezota deja de pensar, nuestros sentidos se abren, las cosas brillan, somos uno con la existencia y nos sentimos plenos.
Ilustración: Jorge Ávila
En esa presencia consciente nos sentimos unidos, plenos, saciados, centrados, integrados e inspirados. Lo paradójico es que la vivenciamos fugazmente, como invitados afortunados, cuando es nuestro verdadero patrimonio. Y a ese patrimonio han apuntado las tradiciones espirituales cuando hablan de la libertad, de paz y de cielos. Porque la presencia es lo que nos da la paz, el amor y la felicidad. O mejor dicho: la presencia es la paz, el amor y la felicidad que equivocadamente buscamos afuera.
Esa experiencia de la presencia consciente, de la lucidez espontánea que vivenciamos cuando estamos abiertos en el ahora, no puede conocerse pensando sino siendo, más allá de los pensamientos. Al experimentarla nos sentimos ligados a la vida, plenos y en paz. En esos pequeños instantes donde no hay historia, ni futuro, no nos falta nada aunque haya carencia, gozamos aún cuando haya dolor y no reñimos con nada ni nadie, porque todo hace parte de una experiencia sublime.
¿Pero si esa es nuestra naturaleza, por qué nos es tan esquiva? Sencillamente porque confundidos, creemos que nuestro patrimonio es nuestra mente discursiva, esa incesante narración mental, ese “locutor de fútbol” que no se calla nunca. Nos identificamos con ella hasta el punto de creer que dejamos de existir cuando paramos de recordar y de fantasear. Y si la miramos bien, nos daremos cuenta de que funciona recordando y anticipando. Su fuerza el miedo y el apego. Su ley es la compulsión y la evitación. Y la trampa es que termina evitándonos no solo la vida, sino a nosotros mismos, a nuestro ser profundo.
Ustedes me dirán que la mente racional es un gran instrumento cuando se usa creativamente. Y es cierto, cuando se centra en el presente y no está al servicio del miedo y el apego es una herramienta sublime. Pero el problema es que no la usamos; ella nos usa a nosotros. Y así nos perdemos detrás de una pantalla opaca de conceptos, etiquetas, imágenes, palabras, juicios y definiciones que obstruyen nuestra verdadera naturaleza, la presencia consciente.
Ahora bien, el resultado de perder la presencia es la desconexión, la alienación, el miedo y la carencia; experimentar el sufrimiento emocional que algunos llaman el “cuerpo del dolor”. Este último es el verdadero motor de la mente discursiva que, paradójicamente, quiere evitar el dolor pero termina por incrementarlo al aumentar la desconexión de la presencia.
El cuerpo del dolor y la mente discursiva nos controlan totalmente cuando nos identificamos con los pensamientos y las emociones y nos perdemos en las narrativas de la mente. Pero recuperamos el control cuando experimentamos el ahora y observamos con consciencia abierta al aspecto energético y emocional del cuerpo del dolor, aceptándolo, sin pensar, ni analizar; así este se separa de los pensamientos que lo sostienen y se libera. Por eso la presencia consciente, el poder del ahora, es la forma de sanar nuestras heridas psico espirituales más profundas.
Por otro lado, si la presencia consciente solo puede vivir en el ahora, el cuerpo del dolor y el pensamiento discursivo, solo pueden vivir en el pasado y el futuro, pero nunca en el ahora. Por eso cuando nos identificarnos con la mente discursiva y el cuerpo del dolor, quedamos atrapados en el tiempo psicológico; es decir, en la compulsión a vivir a través de la memoria y la anticipación, donde el pasado nos da una identidad y el futuro sostiene una promesa de salvación. Dicho de otra manera: a menos presente, más sufrimiento.
Según Eckhart Tolle: “el sufrimiento es causado por la acumulación de tiempo psicológico y la negación del presente. El desasosiego, la ansiedad, la tensión, el estrés, la preocupación y todas las formas de miedo son causadas por demasiado futuro y poca presencia. La culpa, el remordimiento, el resentimiento, el agravio, la tristeza, la amargura y todas las formas de no perdonar son causadas por demasiado pasado e insuficiente presencia”.
Creo con Tolle, que la negación del presente es la causa del sufrimiento y de una gran parte de nuestros problemas. Por el contrario, cuando honramos el misterioso presente y aprendemos a vivir en su espacioso silencio, con consciencia plena, nuestro sufrimiento se disuelve en un constante gozo. La vida vivida allí trae invariablemente impecabilidad, cuidado y amor; y allí radica el verdadero poder.
Página oficial de Eckhart Tolle
Videos, canal de televisión y contenidos diarios, como aporte del autor. Tolle propone inspiraciones semanales en las que comparte historias inspiradoras y emotivas reflexiones, como La alegría de ser es la alegría de ser consciente.
Encontrarte a tí mismo donde estés, James Low.
Con subtítulos en español y de 16 minutos de duración, el autor del libro Aquí y ahora, dice: “Somos una presencia, una apertura, una consciencia que no se apoya en nada material (...) El camino de la existencia no lo determinan nuestros anhelos o nuestros miedos”.
Nunca voy a ningún sitio, Rupert Spira.
El autor habla, mientras viaja en tren, de las percepciones, de las emociones, de la experiencia y cómo la mente las elabora, a medida que fluyen a través de cada uno.
Foto principal: Flickr

