
Querida Doctora Corazón, llevo 12 años de matrimonio y hace más de un año que no tengo relaciones sexuales con mi pareja. Antes nos acariciábamos en la cama, pero ya ni nos tocamos. ¿Hay muchas parejas que pasan por esto? ¿Qué tan grave le parece?
No hay que preocuparse cuando esto ocurre. ¡Hay que ocuparse! No sacamos nada positivo cuando solo vemos las señales de alarma y dejamos que el estrés empiece a pilotear la situación. ¡Somos nosotros los que podemos mejorarla con esfuerzo!
Hoy daré a conocer herramientas útiles, que ayudan a que las parejas atraviesen ese oasis de falta de caricias y vuelvan a reencontrarse piel con piel.
Las parejas empiezan a perder el contacto físico porque se han acostumbrado el uno a la otra y han permitido que la rutina nuble sus deseos de besarse, tocarse, acariciarse o hacerse el amor.
Aunque no existen reglas matemáticas, a medida que una pareja va cumpliendo aniversarios juntos, su convivencia se vuelve rutinaria. La rutina no es necesariamente mala: nos permite confiar en esa persona que amamos y nos da la tranquilidad de saber que la podremos ver a una hora determinada, que se sentará a comer con nosotros en algún momento del día y que en la noche podremos apoyar nuestra cabeza sobre sus piernas mientras vemos una película juntos.
Entonces, ¿qué es lo que transforma una pareja con un alto deseo sexual, que siempre andaba haciéndose caricias, en esta pareja con pocas ganas de sexo y sin apenas contacto físico por meses? Hablemos de la palabra: monotonía. Aunque puedan parecer sinónimos, rutina y monotonía no son lo mismo.
La monotonía es la falta de variedad que produce aburrimiento; la uniformidad de tono. Es como si todos los días tuviéramos que comer sopa de lentejas con jugo de curuba. Quizás nos parecerán ricas el primer día, pero, después de una semana, estaremos hartos del mismo sabor y la misma textura, y el olor, a lo mejor, pasará de ser delicioso a tortuoso. Esto mismo nos puede ocurrir con nuestra pareja. Si solo nos servimos sopa de lentejas con jugo de curuba como menú, ya no habrá ninguna chispa que despierte el apetito y terminaremos por decir que no tenemos hambre y que preferimos acostarnos sin comer.
1. Encendamos la llama de la pasión
Cada pareja tiene sus particularidades, pero en todas hay algo que despierta la pasión. Para algunos será brindar con un vino en la montaña; para otros, tirarse en puenting o viajar a la playa. Lo importante es volver a conectarse con eso que llevó a que se unieran, lo que hizo que tomaran la decisión de empezar un camino juntos.
Ojo: la intimidad va por bases. Cuando éramos jóvenes y llegábamos a la segunda base, éramos conscientes de que todavía nos faltaba un tiempo para el home run. Ahora, si se ha perdido la intimidad, es probable que tengamos que recordar cómo funcionaban estos tiempos, no acelerar el paso. Primero, reconquistaremos a nuestra pareja, la haremos reír. Luego, la tocaremos, con todo el cariño que sentimos hacia ella. ¡Solo al final veremos cómo nuestra pelota vuela por fuera de las gradas del estadio, con un excitante home run! Se trata de ganar el terreno perdido con una estrategia real y llena de detalles.
2. Encontremos cinco pasiones de nuestra pareja
Recordemos todo lo que le gustaba cuando la conocimos. Si hace más de quince años que no bailan, pero a ella le chifla, apuntémoslo. Si está en dieta hace meses pero se le iluminan los ojos con un postre de chocolate, apuntémoslo. Si se muere por hacer maleta y viajar, apuntémoslo. Cuando esas cinco pasiones estén escritas, ordénalas de 1 a 5, de acuerdo con la facilidad que tienes de hacerlas realidad. El objetivo es que encuentres al menos tres pasiones para despertar en tres meses.
3. Mejor presencial que virtual
Algunas lectoras me preguntan si el chat es aconsejable. Y sí, lo es. Para mandar mensajes íntimos de vez en cuando, por ejemplo. Lo importante es que las parejas no compartan más tiempo en el chat que en la vida real.
El chat es para comunicarse de una forma básica y rápida, no es un espacio para pedir matrimonio ni una aplicación que nos permitirá sentir un beso. Si queremos decirle algo sentido a nuestra pareja, buscaremos la forma de decírselo en su propio oído y sin la ayuda de un teléfono.
4. A la cama se va sin preocupaciones
Las parejas que tienen una vida sexual más relajada son las que comparten una intimidad sin quejas ni remordimientos. Para que esto sea así, aconsejo que todo lo que no aporte o lo que suponga un anuncio parroquial de quejas no se lleve al colchón. Algunas parejas se benefician del sexo porque vuelven a conectarse a través de lo más importante que tienen: el amor y la confianza. En un entorno de desconfianza y de reclamos, el sexo suele desaparecer. Si lo que queremos es volver a tener una vida íntima positiva, invertiremos en la confianza en nuestra pareja, en ver lo positivo de ella, lo que nos apasiona de ella, lo que nos hizo elegirla entre las millones de personas que nos rodean. Y ella, si se siente amada, cuidada y deseada, también nos dirá por qué nos ama y por qué sigue apostando su corazón.
Fotos: Getty.



