En Bogotá, la palabra “fama” no solo se asocia con la notoriedad o la reputación de una persona, sino también con un destino cotidiano: las carnicerías.
¿Por qué estos establecimientos tienen este peculiar apodo? La respuesta se encuentra en una mezcla de historia, economía y cultura popular que inició hace más de un siglo.
Sigue a Cromos en WhatsAppEl término ha pasado de generación en generación, convirtiéndose en parte del ADN bogotano. Sin embargo, pocos conocen el verdadero origen de esta expresión, que está llena de sabor, literalmente y figurativamente.
¿Qué tiene que ver la “fama” con la carne?
Las carnicerías, esenciales para la dieta y la economía familiar, se destacan en Bogotá por un curioso fenómeno lingüístico. Según los historiadores, desde el siglo XIX en la capital colombiana se les conoce popularmente como “famas”. Aunque hoy este término es común en el habla cotidiana, su origen se remontaría a un hecho histórico.
Durante esa época, Bogotá solo contaba con cuatro carnicerías oficiales: Las Nieves, Santa Bárbara, San Victorino y La Fama. Esta última, gracias a sus precios competitivos y un modelo de negocio directo con los campesinos, se habría convertido en la más popular de los capitalinos.
Así, la frase “mijo, vaya a la Fama” surgió como una referencia directa al lugar preferido por los consumidores y, con el tiempo, ‘la fama’ se generalizó para denominar cualquier carnicería. Incluso, algunos lingüistas sugieren que expresiones como “crea fama y échese a dormir” podrían haber influido en la popularización del término, aunque estas teorías son menos aceptadas.
Las carnicerías son esenciales para la dieta y la economía familiar en Bogotá.
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Cabe recordar que este fenómeno lingüístico no es el único presente en la cultura colombiana. Por ejemplo, es comparable a cómo “Kleenex”, que es una marca comercial establecida, se volvió sinónimo de pañuelo desechable.
De esta forma, hoy las “famas” son un símbolo de identidad cultural para los bogotanos. Más allá de su utilidad práctica, el término refleja cómo el lenguaje evoluciona y encapsula historias del pasado.
La próxima vez que alguien le pida carne de la “fama”, recuerde que está preservando un pedazo de la historia de Bogotá.
