
Las fábulas permiten que los niños desarrollen las fantasías propias de su edad. Hasta los 8 años aproximadamente los niños viven ilusiones y fantasías a través de las historias, cuentos y fábulas como la del ‘Niño Dios’ o el ‘Ratón Pérez’. Su imaginación empieza a volar y se refugian en este mundo amable y maravilloso para ellos que además les permite aprender y desarrollar la creatividad. Las fábulas tienen siempre una moraleja. Cada una tiene un fin específico, enseñan valores como el respeto, la honestidad. Los niños siempre relacionan las historias con la realidad y es fácil utilizar esas historias para modificar comportamientos o lograr que los niños se comporten de forma adecuada.
Prescindir de este tipo de historias no necesariamente afecta a los niños, pero es muy probable que un niño que no ha tenido la oportunidad de conocer estas historias también se haya perdido de muchos otros estímulos o de unos padres amorosos y dedicados, lo que al final sí afecta el desarrollo emocional de un niño y por ende su adaptación social.
Pero a diferencia del ‘Niño Dios’ y el ‘Ratón Pérez’, historias como la del ‘Coco’ o la ‘Patasola’ son más unas amenazas que producen un efecto negativo en el niño porque lo atemoriza y actúa más por temor que por convicción. Estas leyendas o creencias populares solamente sirven para asustar a los niños y, finalmente, ellos obedecen por temor y no porque realmente entiendan las razones por las cuales un comportamiento es inadecuado.
Conforme los niños van creciendo muchos padres empiezan a preguntarse a qué edad es mejor desentrañar esas fábulas y hablarles de la verdad a los niños. Lo cierto es que la edad es relativa, puesto que los niños viven en su mundo de fantasía hasta más o menos los 8 o 9 años, pero depende mucho de la familia, el entorno y la escolaridad.
El momento en el que se debe contar la verdad de la historia está ligado a qué tanto sabe el niño y a cómo él mismo empieza a preguntar y a tratar de encontrar respuestas a sus inquietudes y curiosidad. Muchas veces otros niños –como hermanos o primos mayores– cuentan a los más pequeños la verdad y suele ser un momento difícil pero es precisamente en ese momento en donde los padres deben estar pendientes para apoyar al niño y ayudarlo a entender. Lo más importante es explicarles muy bien y no dejarlos con inquietudes al respecto. Siempre el acompañamiento de los padres es definitivo para que el niño asuma con tranquilidad la información.
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