
La denuncia por acoso sexual contra el dominicano Junot Díaz desata un montón de preguntas.
Confieso que ya no puedo enfrentarme a sus relatos como antes lo hacía. Es difícil de explicarlo, pero la relación cambió.
Intuyo que seguiré leyéndolo. Sin embargo, reconozco que todavía mastico el escandalo por el que renunció a la presidencia del Premio Pulitzer.
¿Qué hacer con sus novelas y cuentos? ¿Dejar de adquirir sus libros es una forma de protestar o más una decisión reactiva que a larga termina siendo estéril? ¿Por qué separar la obra de las actitudes del autor? ¿Autor-obra debería verse como un todo?
También hay dudas sobre el comportamiento de David Foster Wallace. La escritora Mary Karr asegura que trató de matarla.
En la biografía El guardián de lo sueños, Margaret acusa a su papá J. D. Salinger (El guardián entre el centeno) de misógino maltratador.
Algunas escritoras y escritores colombianos comparten una reflexión sobre la obra y el supuesto machismo de los narradores.
Sus posiciones ayudan al debate, aclaran dudas, ayudan a contruir una opinión.
Pilar Quintana, autora de las novelas La perra y Cosquillas en la lengua.
"Son preguntas que me hago todo el tiempo. ¿Debemos dejar de oír las canciones de Diomedes porque fue un feminicida?, ¿de ver las películas de Roman Polanski porque violó a una niña de trece años?, ¿de leer a Junot Díaz porque una mujer lo acusó de besarla por la fuerza? No lo sé. No tengo una respuesta. Las redes sociales han sido fundamentales para dar voz a las mujeres, visibilizar nuestros problemas y desnormalizar los abusos y las violencias que se cometen a diario contra nosotras. También creo en la sanción social, pues a veces, cuando ni la ley ni la justicia nos amparan, es el único recurso que nos queda. Sin embargo, me parece que el lugar para juzgar los delitos de los artistas --de cualquier persona, en realidad-- no son las redes sociales sino los tribunales. Ojalá todos los movimientos feministas contribuyan a cambiar las actitudes y fortalecer las leyes y la justicia en pro de la igualdad".
Nelson Fredy Padilla, autor de El galeón San José y otros tesoros.
“La obra de un artista, en este caso escritor, debe valorarse con independencia de qué haga o deje de hacer en su vida privada o pública. Junto Díaz es un escritor con talento y obra, así lo condenen mañana. Por ser como eran o son, no voy a dejar de leer a "locos" como David Foster Wallace o Fernando Vallejo. Lo demás es tema de procuradores tipo Ordóñez”.
Carolina Andújar, escritora de las novelas El despertar de la sirena y Pie de bruja.
“Las preguntas que deberíamos hacernos son: ¿qué hacer con un puente prodigioso si el ingeniero que lo erigió fuese denunciado por acoso? ¿Deberíamos dinamitar un edificio hermoso si su arquitecto resultara ser un criminal? ¿Debemos dejar de tomar el medicamento que necesitamos si descubrimos que el científico que lo desarrolló es moralmente reprochable? ¿Debemos privarnos de disfrutar un platillo delicioso si el chef que lo creó nos decepciona como ser humano? Dejar de escuchar una pieza musical que disfrutamos, dejar de ver películas de nuestro director favorito o dejar de leer libros de un autor cuya prosa nos cautiva es un mayor castigo para nosotros que para el creador de dichas obras, quien, al fin y al cabo, si tiene vocación, ya disfrutó realizándolas.
El asunto es si realmente podemos desligarnos de la antipatía que nos produce un sujeto. Para muchos de nosotros es difícil trascender la repulsión moral, el escándalo o la desilusión, pero creo que nos es aún más difícil trascender la antipatía. Esta es más genuina que la evaluación moral del otro. Aunque el boicot es una de las formas más efectivas de protesta, considero que un crimen debe ser castigado por la ley. Más allá de esto, que cada individuo decida si puede sobrepasar su propio juicio moral para disfrutar una obra o no.
Personalmente, me causa curiosidad lo que algunos criminales son capaces de crear, y mi desconfianza se dirigiría hacia el autor, no hacia su obra. Aun así, no creo que sea posible separar totalmente la obra del autor. Creo que es posible no intentar destruir el arte o una carrera por buscar venganza o justicia (social o personal). Prefiero que un ser humano cuyo valor sería, de otro modo, totalmente nulo, aporte al mundo y a la historia algo útil o digno de admiración. Si el daño fuera personal (como ya me ha ocurrido, aunque no se haya tratado de un caso de acoso), no sería capaz de apoyar activamente una obra, pero sigo prefiriendo que dicha obra exista, y sigo respetando la dedicación artística del creador. Si una obra es capaz de ayudar, entretener o conmover a alguien, al menos su creador estará beneficiando de algún modo a la humanidad”.
Ricardo Silva Romero, algunos de sus libros son Autogol e Historia oficial del amor.
“Como creo que si seguimos haciendo justicia en las redes sociales todo va a ser mucho peor, y creo que tenemos que defender como una conquista de la humanidad el debido proceso, no creo que haya que hacer nada con la obra de los artistas denunciados por acoso, sino que creo que la gente está en todo su derecho de no leer la obra de los artistas condenados por acoso. Temo al moralismo. Temo a las lapidaciones porque nada tienen que ver con la justicia. Me repugnan los violadores, los abusadores y los acosadores. Pero me preocupa que la gente hoy sea culpable hasta que se demuestre lo contrario. Y que se eche en el mismo saco a un violador psicopático como Bill Cosby o Harvey Weinstein con un tipo que está siendo investigado -e incluso con un tipo que, como Woody Allen, fue exonerado- por los jueces de una democracia. Quiero decir que cada quién debe hacer lo que quiera con la obra de los sospechosos y de los condenados, seguirlas leyendo como obras de personas complejas y espeluznantes o seguirlas rechazando como el producto de la perversidad --porque el lector, que en cualquier cosa tiende a quedarse con la obra, es libre de leer como quiera y es libre de no leer--, pero es deber de cualquier ciudadano tener claro que un sospechoso no es un condenado”.
Fernando Araújo, escritor de la novela Y por favor, miénteme.
“Los vicios de un autor no invalidan su obra. Es más, en muchos casos, la obra surge de los vicios, pues lo mejor del arte está hecha con lo peor de la condición humana. Si a una sociedad le quitan el arte, la van a ir matando, pues es el arte en todas sus dimensiones lo que nos afecta esencialmente, lo que nos hace ser quienes somos, lo que nos marca y nos convence de algo. Moralizando el arte, lo que haremos es transformar la literatura, el cine, la música, las artes plásticas, el teatro, la danza y demás, en entretenimiento y sólo entretenimiento. En arte rosa, por llamarlo de alguna manera. Eso nos llevará a ser cada vez más robots, que es lo que pretenden las asociaciones moralistas que le hacen el juego a los dueños del mundo: idiotizarnos. El exceso de moralismo ha llevado a muchas sociedades al totalitarismo, y por ende, a la caza de brujas. Una cosa es la bruja, o la presunta bruja, y otra, su obra. Y lo que queda por los siglos de los siglos es la obra. Es con el arte y desde el arte que se logra convencer a alguien, no desde el panfleto, que solo logra dividir”.
