Sexo en webcam: otra forma de explorar el placer

Samantha Montoya dedica sus noches a posar frente a una cámara web, a través de la cual la ven miles de espectadores que pagan por su show.

Por Natalia Piza Calvache

14 de marzo de 2017

Sexo en webcam: otra forma de explorar el placer
Sexo en webcam: otra forma de explorar el placer

Aunque dice que no es católica, Samantha se echa la bendición antes de conectarse a las cuatro páginas web en las que trabaja como modelo de sexo en vivo y que transmiten su imagen a miles de espectadores en el mundo. Dice que tampoco es cristiana, pero sí tiene fe en un Dios que la protege y acompaña.

Con 17 años salió de El Carmen de Viboral hacia Bogotá en compañía de su hermana, tres años menor que ella. En ese momento ya tomaba las hormonas con las que le empezaron a crecer las tetas, le quitaron los vellos, le suavizaron la voz y le distribuyeron la grasa en otros sitios de su cuerpo. Ahora Samantha tiene 20. Al llegar consiguió un puesto en una peluquería de Tocancipá. Odiaba ese trabajo. Su papá le pagó un curso de peluquería creyendo que era el lugar adecuado para una mujer transgénero.

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Cuando un amigo le sugirió que trabajara como modelo de webcams ella no entendió de qué se trataba, pero al saber que podría ganar más que un salario mínimo le interesó. Al día siguiente tuvo su primera transmisión. “Recuerdo que estaba vestida con unos calzones de algodón y una camiseta y no sabía qué hacer frente a la cámara”. Le entregaron una hoja con vocabulario básico de palabras porno en inglés. A los 15 días ya había recibido un millón de pesos y aprendió “que 'cum' significa venirse, que cock es pene; wet, mojarse, y fuck, tirar”.

El estudio de webcams al que entró a trabajar le ofrecía la conexión banda ancha, el computador, la cámara y una habitación con tubos de luz blanca para mejorar su registro en pantalla. Debía cumplir turnos, verse atractiva y actuar. "En Colombia hay alrededor de 1.000 estudios y 20.000 modelos de este tipo", dice Juan Bustos, empresario con más de diez años en la industria. Se estima que 35 de cada 100 modelos son de Medellín, 30 de Cali, 15 del Eje Cafetero, 15 de Bogotá y el 5 restante de otras ciudades.

Casi todas las modelos webcam son mujeres, pero las cabezas del negocio en su mayoría son hombres. En algunos estudios se cobra multa por no cumplir el turno. Algunas de las multas doblan lo que ellas ganan en una hora. Se ven obligadas a presentarse, incluso si ese día tienen la menstruación. Recurren a trucos como usar algodón o cortarle la cuerda a los tampones. Samantha no tiene estas complicaciones porque parte de su éxito es ser una mujer con pene.

La independencia

Desde hace un año Samantha se consiguió su propio computador, su cámara web y contrató un plan de Internet empresarial de 20 megas para el apartamento en el que vive; era lo único que necesitaba para ser independiente. El estudio de transmisión se queda con el 50% de lo que ganan las modelos. Las más populares pueden llegar a quedarse hasta con el 75%.

Samantha aprendió inglés al tiempo que descubría cómo funcionan las páginas web a las que está inscrita: Chaturbate, I'mLive, MyFreeCam y Jasmin. También aprendió cómo eran los métodos de pago y a autopromocionarse. Ahora ella se queda con todo lo que gana. Adecuó una de las habitaciones donde vive, en el occidente de la ciudad, con una cama doble con espaldar de cuero y un par de luces que ella misma montó. Una es un ramillete de tres bombillos ahorradores de energía que es sujetado por el trípode de una cámara fotográfica, y otra es un plato de luz blanca que se sostiene sobre un palo de escoba y una tira de brasier fucsia. Así es que logra proyectar una imagen pulcra del cuarto y de ella misma.

Luego de gastar una hora maquillándose, divide la pantalla de su monitor —un televisor de 51 pulgadas— para comenzar a trabajar. En una ventana está Adele en blanco y negro cantando Someone Like You. En otra Samantha se ve a sí misma en vivo, vestida de lencería, medias a la rodilla y un teclado inalámbrico en las piernas para chatear con quienes la miran en Internet y le piden desde un baile erótico hasta satisfacer fetiches singulares. Y en la tercera, el navegador con las cuatro páginas desde las cuales transmite en simultánea.

Las dinámicas del mercado

Las páginas que comercializan sexo en vivo a través de Internet funcionan de dos maneras, principalmente. Están las que cobran a los espectadores una membresía para ingresar e interactuar con los modelos, y están las que transmiten públicamente los shows —incluso gratis— y los clientes pagan con propinas. Tanto las páginas de membresía como las de propinas tienen habitaciones privadas que le dan más intimidad al cliente y le permiten negociar deseos por dinero. Una de las cabezas detrás de Lalexpo, la feria que reúne a la industria de las webcams en Colombia, compara esta experiencia con ir a un burdel o a un show de estriptis.

Cuando se les pregunta a las modelos de webcam si su trabajo es prostitución, ellas responden que no porque nadie las toca. Satisfacen a los clientes hasta donde ellas quieren, pero sí tienen que lidiar con todo tipo de perversiones. “Hay clientes a los que les gusta que juegue con dildos. Otros solo quieren ver los pies o los tacones. Otros te piden que cagues o que orines en vivo”, cuenta Angélica Jaramillo, quien trabaja desde hace un año en esto. “Algunos clientes tan solo quieren conversar contigo. He tenido quienes ni siquiera me piden que me desvista”.

De psicología y estrategia

Kata Ángel, otra modelo webcam, dice ser buena para enamorar a los usuarios. “He aprendido a trabajar la psicología del cliente, a plantear diferentes tipos de conversaciones dependiendo de quién está al otro lado. Esto sirve para engancharlos y tener más tiempo en el privado. Los manes entran y de una vez te quieren ver desnuda, pero toca jugar con el tiempo de ellos para ganar dinero”.

Aunque es un mercado que ofrece el sexo de manera ínfima y comercial, de hombres que venden sexo para hombres, hay mujeres que han aprendido a disfrutar de su sexualidad a través del trabajo en webcams. “Cuando estoy con una persona que me gusta ya sé cómo exigirle placer. Aprendí cómo y dónde quiero que me toquen. Me siento más segura de mi cuerpo”, confiesa Samantha, quien además de ser modelo también es cliente y paga a otros modelos por sus shows privados.

“Yo vi mi vagina, completa, por primera vez con una webcam. Me toqué mientras me veía en la pantalla, sin estar conectada, y estimulé mi clítoris hasta sentir un orgasmo”, cuenta Camila López, quien se conecta a Chaturbate solo por entretenimiento. “Me gusta saltar de habitación en habitación. Ver a las personas que están conectadas. Hay de todas las edades, con todos los tipos de cuerpo y de diferentes nacionalidades”. Algunas de las páginas dan la opción a los usuarios de conectarse como exhibicionista, lo que permite que otros vean su cámara y no recibir dinero a cambio. También se puede pagar por la opción de espía, para mirar los shows privados de otros. Camila algunas veces se conecta como exhibicionista: “Siento placer desde que imagino cómo me voy a ver con la ropa interior, hasta que pienso en la manera en que voy a jugar con los del chat. De cierta manera me arrecha sentir que hay trescientas personas en una sala mirándome”.

El negocio

Las páginas que transmiten, la mayoría europeas y norteamericanas, son las que se quedan con la tajada más grande del negocio: alrededor del 70% de lo que los clientes pagan. La otra parte llega a un fondo internacional de la industria del entretenimiento adulto en Internet. Desde ahí, el dinero puede tomar dos caminos. Si la modelo es independiente, como Samantha, le llega de forma directa. Si no, es consignado a las cuentas bancarias de los estudios, que se quedan con otra tajada antes de pagarles a las modelos.

“Me gusta seguir a Little Red Bunny", dice Samantha. Es una de las modelos más famosas del mundo, coronada como la mejor webcam en los premios del entretenimiento para adultos Sex Awards de 2013. “De ella aprendí que este trabajo no es un relajo”, retoma Samantha, quien trabaja entre seis y ocho horas al día, de 11 de la noche a 6 de la mañana, porque sus clientes fieles se conectan desde Estados Unidos e Inglaterra. Se propone alcanzar metas de 100 dólares diarios para poder mantener un salario de 1.500 dólares cada quince días.

Por mes ha llegado a gastar 400.000 pesos en lencería y 150.000, en maquillaje. Le gusta ir a hacer las compras en centros comerciales, es algo que no podía hacer en el pueblo donde creció. Ser modelo de cámaras web le dio independencia económica para tomar decisiones sobre su vida y una oportunidad para aislarse del ciclo de pobreza y exclusión en el cual están inmersas las mujeres trans en Latinoamérica, quienes tienen una expectativa de vida de 30 a 35 años, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

“Pero no todo es dinero. El año pasado quise presentarme como voluntaria a una ONG para hacer trabajo comunitario y cuando imprimí mi hoja de vida noté que no tengo nada distinto al bachillerato”. Le preocupa que el tiempo pase y se aleje del camino que realmente desea para ella: ser auxiliar de vuelo. Samantha quiere ser la primera mujer trans en Colombia en convertirse en azafata.

***

Lalexpo, la feria que reúne en Colombia a la industria de las webcam, regula a sus asistentes con una lista negra de personas que han sido denunciadas por abuso sexual o trata de menores en los estudios.

Colombia es el segundo país con más modelos de webcam después de Rumania, según Juan Bustos, empresario de entretenimiento para adultos.

Una identidad oculta deben mantener los modelos en las páginas de transmisión de webcams por Internet. Son sancionados quienes revelen sus datos personales.

Ni drogas ni alcohol se pueden consumir durante la transmisión en algunas páginas como Jasmin.

Fotos: David Shcwarz y cortesía.

Por Natalia Piza Calvache

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