Foto: Latinstock
Por: Alexandra Pumarejo
Hoy en día no hay fiesta, reunión o evento social en el que no me hagan la misma pregunta en todas sus variedades, “¿tienes novio o sigues sola?”. Una oyente deAgenda en Tacones me escribió en referencia a un tema del que estábamos discutiendo: “Pobrecita, es que tú no tienes pareja. Estás sola”.
Debo confesar que la pregunta, aunque repetitiva, no me molestaba. Pero, atada a un “pobrecita” sí me timbró. No creo que la oyente se percató de lo que su comentario inocente disparó en mí. Decidí contestarle amablemente pero no pude contener mi tono de leve indignación. Le aclaré que yo no estaba sola porque me tenía a mí misma, una hija fantástica y una familia y amigos fuera de serie.
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Ese comentario me hizo pensar en la idea preconcebida que tienen muchas personas que intuyen que quien no tiene pareja, novio, esposo, o amante debe sentirse muy solo y triste en la vida. La realidad es que estar soltera no es sinónimo de soledad. Muchas personas están casadas o ennoviadas y se sienten miserablemente solas.
Si uno no se tiene a uno mismo no hay otra persona que lo pueda hacer sentir menos solo. En mi caso, cuando digo, “tenerme a mí misma” es saber que tengo las herramientas para confortarme cuando estoy asustada, cuando tomo decisiones importantes con mi hija o inclusive laborales. Haber aprendido a confiar en mí y a valorarme ha sido una lección tan valiosa que la próxima vez que esté en una relación ya sé que no será para encontrar mi felicidad sino para complementarla.
Muchas mujeres sufren cuando están solas porque les da miedo y la sociedad las señala y las cuestiona. No es fácil desprenderse de estos prejuicios. Es fácil sentirse vulnerable al no tener a un hombre al lado. Yo también era así y por eso me dí a la tarea de gozarme mi soltería. Empecé a hacer actividades sola, que por lo general siempre realizaba en pareja. He desayunado y almorzado sola. He ido a cine sola y hasta me he ido de paseo sola. Esta tarea que parece tan sencilla me ayudó a concluir que soy buena compañía para mí.
Esto no significa que ahora me crea tan autosuficiente que no necesito a nadie. Por el contrario, sigo siendo la misma romántica, enamorada del amor de siempre pero ahora sé que mi primer amor siempre tiene que ser conmigo misma. Sigo con la ilusión de amar, compartir y vivir en pareja, igual que antes, pero ahora no estoy buscando a nadie que me llene un vacío ni le huyo a la soledad.
Nunca es tarde para aprender la lección. Ojalá mi hija la aprenda desde ya y se ahorre una cantidad de sufrimiento pero, si no, ojalá cuando la aprenda sea tan feliz como yo ahora.
De corazón, las invito a que se conozcan y que sean sus propias mejores amigas y que si las ven por ahí solas y las miren con ojos de “pobrecita”. Ustedes con toda convicción puedan decir, “nada de pobrecita, me tengo a mí misma y eso es lo más importante”.