
Cada vez que Mario González almuerza, el estómago se le pone como una bola de icopor. No es una molestia de todos los días, pero dos o tres veces a la semana, siente que se va a estallar. Sus compañeros de trabajo le dicen que está sufriendo del colón y le recomiendan que vaya a un consultorio. Mario está afiliado a una empresa promotora de salud (EPS), a la que llama para separar una cita con un médico general, que debe valorar si su caso es de gastroenterólogo. Sin embargo, sospecha que las EPS hacen lo posible para solucionar las enfermedades de entrada, con médicos generales, para evitar los costos del especialista.
Mario tiene la certeza de que las EPS son una mala opción y decide comunicarse con una compañía de medicina prepagada. Aunque no es un hombre enfermizo, sabe que la salud es sagrada, que siempre hay que tener a la mano un plan de medicina prepagada. De estar afiliado a una, seguramente ya sabría lo que le pasa a su estómago. Una asesora le ofrece dos planes mensuales de atención prepagada: uno por $335.265 y otro por $203.595. “La diferencia está en la cobertura, que es a nivel nacional y con acceso directo a todos los médicos especialistas.
En el primero, En Bogotá, hay atención en la Clínica Reina Sofia, en la Country, Marly, Palermo, Cardioinfantil y Shaio. La cobertura del segundo plan es en las principales ciudades, tiene acceso a seis especialistas y hay menos clínicas al alcance. Ambas cuentan con servicio a domicilio de médico, ambulancia, terapias y laboratorios”. A Mario le agradan las dos opciones. Se termina de convencer de que pagar es mejor que atenerse al plan obligatorio de salud (POS). Es decir, a su EPS.
Su desconfianza en el sistema tal vez la comparten el 1’109.673 de colombianos que, según la Superintendecia de Salud, están afiliados a un plan de medicina prepagada. El doctor en medicina y cirugía de la Universidad Nacional, Juan Mendoza Vega, le recomendaría al escéptico Mario lo siguiente: “es bueno tener prepagada y POS, pero el servicio de salud debe llegar a todos por igual, aunque la persona no acceda a la medicina prepagada”, explica el profesor de Historia de la Medicina y Ética Médica. “La prepagada nunca debe ser un remplazo de lo que la medicina debe brindar. Está mal si tenemos que pagarla porque el sistema incumple a los pacientes”.
A finales de julio murió una paciente con cáncer esperando a que la EPS Comfamiliar le autorizara atención en hospitales de Cartagena. ¿Una afiliación a medicina prepagada es un quite al actual modelo de salud? “No podemos tolerar el incumplimiento de la ley. Esta es una pésima costumbre con la que debemos acabar. Tenemos que creer, examinar que se cumpla”, explica el dr. Mendoza Vega. Por su parte, Denis Silva, representante de Pacientes Colombia, entiende que pagar por medicina prepagada o por pólizas de salud “no es ni bueno ni malo, son dinámicas del mercado para un grupo social con capacidad económica”. A Mario le advierte que, de dar el “sí” a la afiliación, lea con lupa la letra menuda de los formularios, en donde encontrará lo que no cubre. “La cobertura irregular en algunas especialidades, la demora en la entrega de medicamentos y los exagerados cobros son los problemas frecuentes de las prepagadas”, dice Silva. “Una de las estrategias del mercado es inducir a las personas a estos planes. A veces los costos del tratamiento real los asume el POS, que está desangrándose y los órganos de control no combaten las irregularidades”.
Dicho lo anterior, Mario puede empezar a confiar de su EPS o seguir con su impulso de invertir en una prepagada. Encima de su decisión hay una idea más grande que el mismo sistema y es, en palabras del dr. Mendoza Vega, “que todos tenemos derecho a recibir lo que necesitemos, desde el campesino con Sisben hasta el individuo más rico que atienden en las grandes clínicas”. Y también hay una realidad a los ojos de Silva, quien sugeriría dar el “no” a una prepagada. “La responsabilidad del Estado es garantizar la salud como derecho fundamental. El sistema nuestro en la norma es muy bueno, pero en la práctica no. Los ciudadanos no podemos ser indiferentes. Estamos acostumbrados a que nos vulneren los derechos”.
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