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¿Todos los hombres colombianos somos portadores de machismo?

Si usted y su papá eran de los que llegaba del colegio (y el trabajo) y no comían hasta que una chica se metiera a la cocina, no quiero imaginarme cómo era cuando había que asear la casa. Lo viví, mi madre nos sufrió y, ahora que soy adulto, le ofrezco disculpas a las mujeres de mi familia.

Por Alberto Ochoa Mackenzie

12 de enero de 2019

¿Es posible desintoxicarse por completo de la discriminación hacia las mujeres?/Imagen tomada de Pixabay

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Conocí el feminismo (o la igualdad de género) en mi adultez. No recuerdo haberlo escuchado antes, ni siquiera en los primeros semestres de universidad (2004).

Y, la verdad, me da pena con las mujeres de mi familia y con todas las demás.

Fui un inútil hasta que me fui del mal llamado 'hotel mamá'. Es decir, fui un incapacitado para asear, para prepararme la comida, para llegar a la conclusión que la cocina es patrimonio de todos.

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Duele reconocerlo, pero así sucedió: fui un Homero Simpson. ¿Fui o lo sigo siendo? ¿Cómo se hace para eliminar por completo la educación machista recibida en casa y el colegio franciscano al que asistí?

¿Es posible? Yo creo que sí lo es, aunque desconfío un poco de esta convicción, pues mi inconsciente ya quedó rayado. Rayado desde que me dijeron que las mujeres se visten de rosado y los hombres de azul.

Viene rayado desde que me enseñaron “que los hombres no lloran” y que la danza contemporánea es “para mujeres y hombres locas”.

Me arrepiento de levantar los pies frente al televisor, para que la escoba no me golpeara. Al frente, agachándose, veo a mi mamá aseando. Es una imagen que me acompaña, que me llena de culpa. Y está bien que pese en mi conciencia porque nunca debió suceder.

Ojalá hubiera tenido a un papá que no lo permitiera, que me enseñara que el feminismo existe o que yo fuera lo suficientemente racional para no tragar entero por más de dos décadas.

Hoy me sienta mal que me atiendan sin yo ofrecer una tarea a cambio.

Si mi novia prepara, yo lavo y ordeno (o viceversa).

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Si yo lavo los baños, ella se encarga de limpiar el piso.

Si salimos, procuramos siempre ir “miti-miti” al pagar la cuenta, justamente para evitar que haya relacion de poder, de dependencia.

Por supuesto, así como decidí no ser papá (me hice la vasectomía), siempre quiero estar con una mujer que sea independiente, que trabaje, que tenga recursos para responder a las demandas adultas.

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Pienso mucho en mi lado más machista y, cada que sale un rasgo, procuro solucionarlo, discutirlo, para no repetir la historia que por años protagonicé hasta que reconocí y abracé la igualdad de género.

Es imperdonable para un hijo confundir amor y generosidad con sumisión.

¡Perdón mamá! ¡Perdón tías! ¡Perdón hermanas!

¡Perdón a todas las mujeres! 

Por Alberto Ochoa Mackenzie

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