
El fútbol es mi vida. Cuando uno lo vive, lo respira, llega un punto en que se mezcla con la familia. Mi carrera en Independiente Santa Fe fue corta y mis hijos vinieron después del retiro. En este sentido, no sufrí el dolor de estar lejos de ellos por entrenar y estar en concentraciones.
Mi hija Oriana sabe de mi pasión, la puede percibir. Me acompaña a los partidos de veteranos que juego los fines de semana y se siente orgullosa de su papá goleador. Cuando nos sentamos a ver partidos frente al televisor, me pregunta quiénes están jugando y por el resultado del juego. Debo confesar que al principio se interesaba más que mi hijo Emiliano, pero a este ya le picó el bicho incurable del futbol. ¡Lo tiene en la sangre!
Una de las postales inolvidables que tengo con Oriana está en Brasil 2014. Recientemente fuimos a un partido de eliminatorias, lleno de alegría, porque Colombia le ganó a Ecuador en Barranquilla.
Quiero que mis hijos hereden la práctica de un deporte. Que tengan una pasión, como en mi caso ha sido el fútbol: mi escuela y mi trabajo en la vida. Me gustaría que heredaran sus banderas más nobles, para que tengan una vida sana, que es el deseo más bello de un padre para sus hijos.
Foto: Cortesía.
