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Una casa en la montaña

En la sabana existen grandes espacios y la naturaleza.

Por El Espectador
24 de noviembre de 2009
Una casa en la montaña

Una casa en la montaña

Las formas austeras y sencillas reflejan la filosofía del arquitecto Hernando Salazar Tinoco quien tuvo el reto de diseñar esta casa en la sabana de Bogotá, donde cada espacio fue especialmente pensado para darle esa sensación de calor de hogar en un sitio elegante y muy funcional.

“La casa tienen un sentido tridimensional, puede ser vista por cualquiera de los ángulos de la misma, todos los espacios tienen su propia fachada y algo muy importante que se tuvo en cuenta es que hay comunicación entre todos las áreas”, relata el experto.

Al observar la fachada y gran parte del interior de la casa hay un detalle especial que llama mucho la atención: la textura de los ladrillos utilizados. En su totalidad, son reciclados y tienen más de ochenta años de antigüedad, piezas añejadas en el tiempo y que requieren un mínimo mantenimiento. Las juntas o pegas de estos entre sí, son mucho más anchas, algo que obedece a una tendencia actual de las construcciones de la sabana que hace añoranza a los grandes castillos de la antigüedad y a la influencia mudéjar, muy marcada en el gusto del diseñador.

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Los ventanales amplios permiten una visión completa de la casa al hermoso paisaje de la sabana y forman parte de esa compenetración con la naturaleza que buscaban sus propietarios.

El patio interior de la vivienda se constituye en un importante sitio de encuentro, éste hace una especie de semblanza de las construcciones antiguas con gran influencia árabe y española que aún prevalecen al centro de la capital y es por eso que fue construido junto a la zona de habitaciones. El espejo de agua, además de proporcionar un hermoso toque de estética, se constituye en una fuente de buena energía y espiritualidad generadora de sonido y de hermosas sensaciones.

En el interior la mayoría de las paredes son blancas y contrastan en algunas zonas con un fuerte rojo, ese mismo que según el arquitecto, simboliza el calor espiritual ideal para proporcionar encuentros entre los miembros de la familia. Es por eso que esa tonalidad está presente en la sala resaltando la chimenea, en la cocina que es considerada como el corazón de la casa y, por supuesto, en el hermoso patio interior.

En el baño de la alcoba principal hace nuevamente presencia el ladrillo a la vista, su toque rústico y el contacto con la naturaleza proporcionado por el enorme ventanal que deja ver la vegetación propia del lugar, da la sensación de tranquilidad y de confort ideal para tomar un refrescante baño e iniciar un buen día o para concluirlo antes de irse a descansar.

Por El Espectador

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