
Walter Vega, el guardían del río pance
En la vereda La Vorágine, a 15 minutos de Cali por donde pasa el río Pance, está uno de los sitios que más visitan los caleños los fines de semana para hacer el tradicional paseo de olla. Subir un domingo es encontrarse por la carretera principal que lleva al municipio con personas desfilando en vestidos de baño, cargados con flotadores, maletas, bolsas con comida y, por supuesto, ollas. Los buses suben llenos, las motos en ocasiones llevan más de dos parrilleros, mientras otros van en bicicletas. La vía presenta atascos de tráfico desde muy temprano.
Desde las ocho de la mañana el río les pertenece a los turistas, que en su ribera se agrupan en torno a una fogata improvisada para cocinar sus alimentos. También alberga a los vendedores ambulantes, que atraviesan sus aguas para cumplir con los pedidos a los asiduos clientes y, claro está, motiva a los niños que saltan desde las enormes piedras que están en toda la mitad del Pance. Walter tiene 30 años y siempre ha vivido en La Vorágine. Mientras caminamos con él haciendo un recorrido río arriba desde el comienzo de la vereda, son muchas las personas que se detienen a saludarlo. Cuando nos ven con nuestros equipos de grabación aprovechan para contarnos la importancia de la labor que él realiza: “Si no fuera porque él lo limpia cada ocho días, este río sería un basurero”, expresa Libne Villa, una de las tantas comerciantes de la zona.
Cada domingo, hacía las cinco de la tarde, los turistas van saliendo del río, pero los pañales usados, las bolsas, las botellas de plástico, la madera que usaron para encender las fogatas, las envolturas de dulces, las latas de cerveza y hasta la ropa vieja se quedan en el río.Y ese es el problema que atormenta a los habitantes de la vereda. Por eso, Walter tomó las riendas del asunto y lidera una iniciativa para limpiarlo por completo después de que sus visitantes ejan el río lleno de basura. Walter, que no se bañó en el río ni participó de ningún paseo de olla, se levanta muy temprano el lunes a limpiarlo. A las 6 de la mañana se encuentra con dos jóvenes que también viven en la zona y con bolsas plásticas, guantes y tapabocas empiezan a caminar las gélidas aguas: recorren todo el tramo del río que pasa por la vereda en seis horas y sacan en total entre 250 y 300 kilos de residuos sólidos.
"Nos acercamos a los turistas, les pedimos que depositen los residuos a las canecas que hemos dispuesto en la carretera. A veces nos encontramos con gente colaboradora y amable; pero también con gente grosera, que a pesar del mensaje deja la basura allí mismo".
Cada lunes, Walter y sus voluntarios recogen hasta 300 kilos de basura sólida que los turistas dejan en el río Pance. Y cada domingo vuelve a tratar de concientizar a los visitantes para que no tiren basura al río.
¡Pero el trabajo de Walter no queda ahí! Cada domingo, él se acerca a las personas que están a lado y lado del río para pedirles que se lleven lo que no le pertenece al Pance. “Les pedimos el favor de que depositen los residuos en las canecas que hemos dispuesto en la carretera. A veces nos encontramos con gente receptiva que nos colabora, pero también nos encontramos con gente que no muestra interés por el tema”. El lunes, a las 6 de la tarde, el río Pance ya está limpio y preparado para recibir el próximo domingo a sus eternos visitantes. Cada ocho días Walter espera encontrar menos basura, y que vaya disminuyendo hasta que su trabajo ya no sea necesario. “Yo sueño que el río Pance siga vivo por siempre, sueño con que mis hijos, mis nietos, puedan disfrutar de este río así como yo lo he disfrutado”.

