
«Actúo con el deseo de que estoy participando de algo hermoso», Jacqueline Bisset
Dulce, curiosa y decididamente sincera. A pesar de que la conversación transcurre por teléfono, es fácil imaginársela con una sonrisa, respondiendo no guiada por las instrucciones de su mánager, sino por la inocente complicidad que surge entre la estrella y un espectador desprevenido. De vez en cuando interrumpe la entrevista para hacer preguntas sobre Colombia, sobre las mujeres modernas, sobre la moda de las cirugías plásticas.
Semejante candor solo puede surgir de alguien que está por encima del bien y del mal en una industria que suele endurecer a sus protagonistas y restarles cualquier asomo de espontaneidad. Ella, que despertó la libido de toda una generación al bucear coquetamente con una camiseta blanca en Abismo (1977), hoy se siente defraudada de aquella escena, tal y como lo confiesa en esta entrevista, como abrebocas al estreno en Colombia, el próximo 30 de octubre, de Bienvenido a Nueva York, de Abel ferrara, una versión libre del escándalo sexual del otrora presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, acusado de acosar a una camarera de un lujoso hotel de Nueva York.
¿Cuál fue el mayor desafío que enfrentaste al interpretar a Simone, la esposa del protagonista?
Todo se dio con mucha fluidez y delicadeza con el director y con Gérard. El desafío siempre es qué tan verídico y honesto puedes ser. Es no caer en el melodrama y mantener las cosas reales. Hubo mucha improvisación, así que hubo que escuchar al otro actor y no adelantarse a lo que ocurría.
Isabel Adjani se negó a aceptar el papel por el fuerte contenido de la película. ¿Por qué la aceptaste?
Porque es un buen papel. Yo pensé que podía interpretar este personaje. Fue muy simple.
¿Qué pensaste cuando leíste el libreto?
Hablé con el director como 45 minutos por Skype. En ese momento pensé que la película no se haría, así que me olvidé del encuentro y seguí con mi vida. Un par de semanas después recibí la llamada en la que me decían que querían hacerla, pero no pasé mucho tiempo pensando en eso. Pensé que funcionaba. Estaba inspirada en un caso real, pero nadie sabe qué fue lo que pasó, no conocemos los detalles, solo estamos imaginando. Y como mujer, con mi experiencia de vida, puedo imaginar una situación como esta. Así que todo fluyó. Es fácil trabajar con Gérard y fue fácil trabajar con Abel Ferrara. Lo único es que yo no esperaba que hubiera tanta improvisación, pero tal vez esa es la forma en que trabaja el director normalmente.
Las escenas en las que discutías con Depardieu son determinantes para la película. ¿Cómo fue la experiencia de rodar esas escenas? ¿Consideras que lo que une a esos dos personajes es amor?
Sí, hay mucho amor. Sentí que el compromiso de esa mujer existía porque lo amaba. Grabarlas fue grandioso. Fue interesante e inesperado. Los personajes llevaban casados varios años y se supone que uno conoce muy bien a alguien con quien vive, pero al mismo tiempo tampoco lo conoce. No creo que uno llegue a conocer a un ser humano por completo. Cuando amas a alguien, te puede destruir una palabra. Cuando hablas con demasiada honestidad, caminas sobre un campo minado.

Con Gérard Depardieu todo se dio con mucha fluidez y delicadeza, aunque fuera un tema tan duro como la infidelidad.
Durante toda tu carrera has cultivado una altivez digna de admirar. Es, por así decirlo, una celebridad hecha a fuerza de trabajo más que a fuerza de mostrarse. ¿Crees que esta obsesión por mostrarse, más que por actuar, ha perjudicado al cine?
No tengo idea. Sé que la gente disfruta mostrarse. Es la era del yo, yo, yo. Quieren ser conocidos por hacer nada. Pero yo no creo que dure para siempre, es un tiempo en el que las cosas han resultado ser poco serias… Pienso que es más enriquecedor desarrollar un talento y volverse famoso por eso, ese me parece un mejor programa de vida que solo estar afuera mostrándose. Mucha gente está trabajando por volverse famosa. Esto hace que la sociedad se vea vacía.
¿Y qué me dices de los directores? Trabajaste con John Huston, François Truffaut, George Cukor, entre otros, ¿has notado algún cambio de mentalidad entre los directores de la vieja guardia y los actuales?
He trabajado con algunos jóvenes, pero por lo general no han sido tan jóvenes. No he trabajado con nadie menor de cuarenta. Y no veo mucha diferencia. Creo que la forma en que están filmando es más natural, pero se parecen. Un buen cineasta es un buen cineasta. El libreto es lo más importante para mí. Si la historia es fuerte, se llevará todo por delante, incluido el director.
¿Con qué actores te sentiste identificada? ¿Quiénes te ayudaron en el set a madurar tu carrera como actriz?
No creo que los actores me hayan ayudado a crecer. No, la vida es la que te hace crecer. Cuando trabajas con alguien que es muy bueno no aprendes tanto como si trabajas con alguien que es regular, porque tienes que aprender a encontrar tu camino. Cuando alguien no es tan fuerte, estás sola. En este negocio estás mucho sola. Nosotros debemos encontrar nuestro propio camino. Y debes usar tu inteligencia y tu experiencia de vida y tus buenas maneras para definir ese camino. Me han inspirado algunos actores que hicieron películas interesantes en las que no estuvieron trabajando por la plata sino por el arte. Eso es una inspiración. Y leer grandes libros y dramas y arte. Todos estos elementos se suman en tu deseo de ser parte de algo hermoso. Pero no le doy crédito a los actores con los que he trabajado, me encantó trabajar con ellos, pero no porque me enseñaran algo en particular.
¿Cuál es el mejor recuerdo que guardas de Francois Truffaut?
Sus películas. Me gustaban mucho sus películas. Me sentí muy honrada de hacer parte de una de ellas.
¿Crees que al cine le hace falta un nuevo Truffaut?
Tal vez. Sí. Porque su mundo era inocente, de alguna forma, pero era interesante y complejo. No era sobre acción, carros o explosiones, ni nada así, era sobre niños, con frecuencia, y principalmente sobre mujeres.
¿Y qué me dices de John Houston, que la dirigió en Bajo el volcán?
John Houston fue un hombre muy impresionante. Un poco intimidante, muy grande y con una voz grave. Era duro. Yo trabajé con él dos veces y al principio creo que le tenía miedo, pero la segunda vez, me gustó. No le gustaba la gente tonta. No le gustaban las cosas tontas. Era duro. Lo podías sentir. Si decías algo tonto, deseabas no haberlo dicho. Era un poco intimidante.
¿Cuál consideras que fue el momento cumbre de tu carrera, la película en que sintió que todo el esfuerzo había valido la pena?
Una película que no fue vista por mucha gente. Se llamó The Sleepy Time Gal. Fue una película pequeña hecha por un cineasta joven, y tardamos tres años en rodarla. No teníamos la plata para hacerla de corrido, así que la hicimos en tres periodos distintos durante tres años. Y fue un periodo de muchísimo crecimiento personal. Interpreté a una mujer estadounidense, una mujer muy compleja. Fue realmente difícil. Nunca estuve segura de que lo fuera a hacer bien. Me preparé por un año y después rodamos por una semana. Al año volvimos a rodar. No sabíamos si íbamos a encontrar la plata para cada una de las siguientes partes, así que fue una aventura en muchos sentidos y yo le tengo mucho respeto al director, que se llama Christopher Munch.
Acabas de ganar un globo de oro por la serie de televisión Dancing on the Edge. ¿Cómo te sentiste? ¿Crees que la televisión está pasando por un mejor momento que el cine?
Fui feliz. No veo mucha televisión, pero todo el mundo está hablando sobre eso. Sin emabrgo, hay algo sobre las películas que es más mágico. Hay algo poderoso en ir a un teatro oscuro. Ahora tenemos televisores más grandes y veo muchas películas ahí. Pero todavía hay algo en el cine que para mí es mágico, si la película es buena.
En el fondo, todos los actores sueñan con ganar el Óscar. ¿Sientes que es algo que te hace falta?
Si hubiera ganado el Óscar por una película que amara, habría sido muy feliz. A veces en la vida ganas premios por cosas que no necesariamente sientes que sean buenas. Es un sentimiento curioso. Creo que si ganara un Óscar estaría feliz. Pero si estás nominada para un Óscar, en Hollywood tienes que hacer meses de promoción para todo. Durante meses tienes que ir a eventos y te tienes que autopromocionar, y yo no soy buena para la autopromoción.

«Cuando salió abismo me molestó mucho la campaña publicitaria. El asunto interminable de la camiseta mojada fue muy tedioso para mí.»
Luego de Abismo, fuiste considerada la mujer más atractiva del cine. Después de tantos años, qué tipo de recuerdos guardas de esa película y de ese apelativo que te hizo famosa?
Tengo sentimientos encontrados acerca de eso… Fueron cuatro meses de rodaje muy interesantes. Fue una película larga y difícil. Estuvimos debajo del agua por casi tres meses, fue una experiencia épica y una aventura extraordinaria. Nunca había tenido una aventura así en mi vida. Yo le tenía miedo al agua, así que fue un gran desafío. Y lo que hacíamos a veces era peligroso. Sobreviví y eso me hizo sentir maravillosamente. Me fortalecí. Salté a la película pensando «¿cómo voy a hacer esto?». Estaría debajo del agua y a mí no me gusta el agua. Lo disfruté, la gente fue fantástica, el director estuvo bien, los actores eran locos y divertidos, todo eso estuvo bien. Pero cuando salió la película me molestó la campaña publicitaria. El asunto interminable de la camiseta mojada fue muy tedioso porque fue una aventura muy importante para mí. Fue una experiencia atlética estar en estas condiciones un mes tras otro; que todo hubiera quedado reducido a una camiseta mojada fue triste.
Finalmente, eres un ejemplo para las nuevas generaciones de actrices, que viven obsesionadas con su imagen y con hacerse retoques plásticos incluso a muy temprana edad, para intentar detener el tiempo. ¿Qué opinión merece esa obsesión por la juventud y qué significado puede tener todo eso?
No sé que decir. Para mí es un error. Pero yo no estoy en el cuerpo de las personas que lo están haciendo. Estas situaciones tienen que ver con la manipulación de la moda. Yo no creo en eso en lo absoluto. Tienes que encontrar tu propio camino, según tu propia personalidad. Tienes que encontrar tu propia imagen, e incluso crear algo para ti si puedes. Pero no copiar a alguien más. Ese no es mi viaje. Pero la gente hace lo que quiere. Creo que uno tiene que aprender a quererse a sí mismo, con todos tus errores… La gente querrá que tengas senos grandes y eso está bien para los hombres que te miran, pero solo lo deberías hacer si realmente lo necesitas. Además a veces cometen errores, las personas no se ven tan bien después. Y es peligroso. Las operaciones pueden ser un desastre. Mucho tiene que ver con la moda, con qué tipo de cuerpo quiere la gente ver. ¡Qué puedo decir! Eso no es para mí.
