Acuarius, película brasileña
Doña Clara es la última habitante de Aquarius, un edificio de los años 40 que apenas se destaca en medio de la explosión urbanística que invade a la metrópoli costera de Recife, en Brasil. Todos se han ido, les han ofrecido una generosa cantidad de dinero por sus apartamentos viejos. Todos, menos doña Clara. Ella no se va. Y comienza su lucha contra una constructora que no dudará en cruzar los límites de la moral y la ética para lograr demoler el edificio y construir una lujosa torre.
A sus 65 años, Doña Clara está más vital que nunca. Tiene tres hijos y un nieto, es una reconocida crítica musical jubilada y una sobreviviente del cáncer. Una enfermedad que se manifiesta en la película como un símbolo: la vida la lleva a librar una nueva batalla. Esta vez, contra el monstruo de la industria inmobiliaria, que, como un tumor maligno, amenaza con invadir y exterminar el refugio de sus recuerdos.
Cada uno de los 140 minutos de Aquarius vale la pena. Es imposible renunciar a Doña Clara. Uno sufre los hostigamientos a los que es sometida, comparte su nostalgia cuando se refugia en la música de su colección de vinilos, se impregna de su entereza cuando defiende el hogar en el que vio crecer a sus hijos. Y aunque uno también llega a dudar si vale la pena su implacable obstinación, es inevitable pedirle a gritos que no se rinda. Como doña Clara, uno termina por aferrarse a ese apartamento donde guarda con recelo objetos que tienen el mismo valor que la memoria. Ese lugar está repleto de recuerdos y ella los retiene con fuerza porque narran su historia y le dan sentido a su existencia.
El segundo largometraje del director brasileño Kleber Mendonça habla del paso del tiempo y de la memoria, que es sepultada por toneladas de ideas progresistas. Una oda a la resistencia que se sostiene sobre uno de los personajes femeninos más tenaces con los que me he topado en una sala de cine. La actriz Sonia Braga es monumental en los zapatos de Doña Clara. Definitivamente merecía la ovación que se ganó en Cannes.
Con marcados tintes políticos, pero sin ser panfletaria ni sensacionalista, Aquarius nos advierte sobre una cultura absorbida por el concepto de lo moderno, que no le da valor al pasado y desprecia lo antiguo. En una sociedad donde todo se desecha rápidamente, nace la necesidad de proteger a toda costa la memoria, porque es ella la que nos ha construido como individuos y como sociedad, y nos da las pistas para sortear el futuro. “La película surgió de una serie de eventos, incluidas una serie de llamadas telefónicas que recibí en casa: teleoperadores vendiendo suscripciones, tarjetas de crédito, seguros, televisión por cable o periódicos. Me sentí atacado por el mercado, que obliga a la gente a comprar cosas que no quieren”, expresó Mendonça.
Aquarius es una historia de nostalgia, empecinamiento y belleza. En esa medida, no dude en pasarse por la sala de cine si es de aquellos que miran hacia el futuro mientras piensan en el pasado. Como yo, que siento una apacible atracción por el delicado encanto de los recuerdos.
El director:
Kleber Mendonça Filho. Nació en Recife, el mismo lugar que sirve de escenario para la película. Es periodista, ha hecho varios documentales y cortos experimentales. En 2012, debutó en el cine con Sonidos vecinos.
Premios y participaciones:
- Premio a Mejor Película en la categoría Gemas del Festival Internacional de Cine de Cartagena 2017.
- Premio a Mejor Película en el Festival de Cine de Sídney.
- Premio del Jurado y Mejor actriz en el Festival de Cine de Lima.
- Competencia oficial Festival de Cannes 2016.
- Festival de Cine de Mar de Plata.
- Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.
Foto: cortesía FICCI - Getty.