Hace ocho años fui a vivir a Cali sin saber que en el mismo costado del río, a solo seis calles de mi casa, vivía mi verdadero padre, Fernando Perdomo. No teníamos noticia el uno del otro, pues fui criada por mis abuelos maternos y siempre creí que mi padre biológico era un hombre que desapareció cuando yo nací.
Cómo la vida me condujo a Cali, para terminar siendo vecina de mi desconocido padre, es un asunto cósmico. Tuve una crisis de identidad muy profunda cuando cumplí 30 años de edad, me cuestioné muchas cosas y antes de tomar una decisión radical le pedí a Dios una señal tan clara que no pudiera no verla. Y llegó, casi al instante. Yo trabajaba en un medio muy importante de Bogotá y preparaba un viaje para cubrir la feria de moda CaliExposhow, y justo ese día recibí una llamada en la que me convocaban a una entrevista de trabajo en Cali, para un cargo que prácticamente estaba diseñado para mí.
Sigue a Cromos en WhatsApp
Perfeccionistas, viajeros y exigentes, Paola y Fernando miden lo mismo: 1,72.
Empezó la travesía con este hombre que llegó a transformar mi vida.
Fotos: Camilo Giraldo.
***
Si quieres continuar leyendo este testimonio, adquiere la revista impresa en todos los puntos de venta del país o subscríbete aquí.