
Cuando pienso en viajar, se dibuja un collage de imágenes en mi cabeza, aparecen lugares muy diferentes: playas, montañas, nieve, desiertos... En cada uno me visualizo haciendo diferentes actividades, características de las zonas.
Nunca he dudado que viajar es la libertad absoluta, es mi felicidad. Viajando me encuentro con millones de aprendizajes que me nutren, me hacen encontrar con distintas formas de expresión de mí misma. Igual, agradezco los choques culturales que estos recorridos implican, porque me enriquecen.
Cuando me preguntan cuál es mi plan ideal para viajar respondo que no tengo. ¡Y es la verdad! ¡Soy muy guerrera! Puedo ir a cruzar un país entero en bici, y en el próximo, puedo estar súper relajada en un mega spa o al siguiente irme de exploradora al centro de Indonesia. Cada salida es una locura diferente.
Melbourne, Australia. 2015.
Amo los viajes de aventura. Son mis favoritos, porque soy muy inquieta y, normalmente regreso más cansada de las vacaciones porque no me voy a tirar a una asoleadora y ya, sino que me voy a conocer, a lanzarme en paracaídas, a nadar con tiburones, a ver las zonas arqueológicas más famosas del lugar, a caminar por las montañas y volcanes más altos, a acampar en medio de la nada, a tomar clases de surf... Los míos no son viajes tan relax que digamos.
Pero si me dicen cuáles han sido las mejores vacaciones que he tenido, no lo dudo un segundo. Estuve un mes y medio en Asia y Oceanía conociendo, literalmente, cada rincón. No paré ni un solo día de explorar, conocer y mezclarme con cada cultura. En Australia me deleité con toda la parte suroriental y recorrí Indonesia en moto. ¡Wow! Sencillamente inolvidable.
Indiscutiblemente, Indonesia me fascinó. Es una cultura muy marcada y muy diferente a la nuestra, tal vez por eso me enamoró. Además, me mezclé con su cultura, comí los platos típicos, conviví en casas con indonesios, practiqué deportes típicos de la región… Así deben ser los viajes, con más inmersión y vivencias personales. Más enriquecedores.
Acapulco, México. 2016.
Tengo tres pasaportes llenos de sellos, que no he contado, pero créanme que son muchos. Normalmente salgo con una maleta, a menos que sea un viaje mochilero y toque solo con un morral. Eso sí, me gusta ir linda, pero cómoda. Viajo con un bolso grande, zapatos planos, jeans y una chaqueta para el frío de los aviones.
Hoy en día, en cuestiones de viaje, el celular lo es todo. Es una herramienta que me permite tener mapas actualizados, el GPS, aplicaciones de viaje, el navegador que me resuelve dudas respecto al viaje, teléfono para llamadas urgentes y hasta aplicaciones para ahuyentar insectos por si ando en la selva.
Y si hablamos de compañía, en unos prefiero ir con mi pareja, a otros con mi madre hermosa, con mis amigas o sola.
Guerrero, México. 2015.
Mi viaje más largo, hasta ahora, fue de seis meses. Me fui a estudiar inglés a San Diego. Estando allá no paré de viajar, de conocer lugares, de relacionarme con gente de todo el mundo, no tenía amigos latinos para no hablar en español, así que aprendí más de muchas culturas y dejé amistades en el mundo entero.
A quienes estén pensando en su próximo destino, les recomiendo: La Guajira y la Sierra Nevada de Santa Marta, en Colombia, y las Islas Gili, en Indonesia.
Fotos: Archivo Personal.


