
El público aplaude, no para felicitar sino para pedir. Quiere más. Una, al menos. No está preparado para dejar ir esa voz que es profundidad, belleza y vulnerabilidad, todo a la vez. Entonces, levemente encorvada, Nina Simone se dirige hacia el piano. Antes de cantar, la última, habla durante casi seis minutos. De su collar (que es griego y tiene 200 años), de esa terrible y maravillosa paz que se vive en Suiza (corre el año 1976 y es el Festival de Jazz de Montreaux), del lirismo del francés y de la vida: “Nos vamos con esta canción –agrega al final–. Es triste, pero es lo que estaban esperando, ¿no?”. Y arranca con Stars, que deja a sus oyentes con las vísceras revueltas.
“Esa presentación fue muy famosa y muy emotiva, y en ella se inspira la curaduría de la muestra –cuenta Mario Llanos, uno de los curadores de Artecámara–. La canción es muy bonita porque habla de todo lo que le pasa a un artista en el mundo de la música, pero sirve para hacer un paralelo con las artes: cómo se siente ser un artista, cómo son las subidas y las bajadas, cómo se llega a la gloria para luego caer… Pero, en el fondo, se refiere a la importancia de rescatar el espíritu presente y de hacer las cosas en la juventud, cuando estamos llenos de expectativas, ganas, ilusiones”. A lo que María Isabel Rueda, la otra curadora, agrega: “Nina Simone es muy auténtica y eso conmueve. Por eso, invitamos a estos artistas a que mostraran lo que sentían, de la manera en que quisieran, aunque fuera un riesgo”.
Con Nina Simone como trampolín se determina el camino de Artecamara, la muestra que, todos los años, presenta en Artbo los nuevos talentos del país. En esta ocasión, la idea es resaltar ese deseo de experimentación y libertad de los jóvenes artistas, así como su entusiasmo inherente, mientras se dan a conocer sus pasiones, sus intereses y sus reflexiones sobre la sociedad. Para la configuración de esta sección, llamada ‘Háganlo cuando sean jóvenes’, fueron claves las miradas de Llano y Rueda, creadores de La Usurpadora, un proyecto curatorial que, desde hace seis años investiga qué está pasando con el arte contemporáneo en Colombia, en especial en las regiones. Durante este tiempo, su trabajo ha sido transformador y ese potencial de cambio se siente solo en su manera de hablar: fresca, genuina, novedosa, franca.
Cinco caminos
Con ese espíritu libertario y trasgresor, como punto de partida, Llanos y Rueda dividieron la muestra en cinco partes. El primer capítulo lo han titulado ‘Retrato del artista como adolescente’ y reúne un grupo de obras que utilizan Instagram o Facebook para reflexionar sobre los procesos de autoconstrucción de la imagen y la identidad.
El segundo es ‘Aquí es cualquier lugar’ donde se encuentran trabajos que transforman la manera en que cotidianamente percibimos un lugar o entendemos un medio. “Hay una obra que reinventa el cine –explica Rueda–. Estamos acostumbrados a ir a un lugar oscuro donde encontraremos un guion, una trama y un desenlace, pero ¿qué pasaría si llegamos a un espacio donde hay varias pantallas, donde no se cuenta una historia lineal y donde las sensaciones determinan la narración?”.
El tercero, ‘Último día en la tierra’, presenta reflexiones sobre el planeta: el cambio climático, los huracanes, los terremotos… El cuarto se llama ‘Cuando el misticismo deviene en formas’ y es el espacio más experimental, ya que algunas de las obras ni siquiera son tangibles (pueden ser charlas o películas, por ejemplo). “Todo este capítulo trabaja con la oscuridad, entre el 80 y el 90% de las piezas desaparecerían si prendes la luz”, explica Llanos. La última parte, la quinta, la titularon ‘Título & sin título’, y es un espacio en el que se preguntan sobre la influencia de la academia en la creación artística en el país. “Hay una dualidad entre el estudiantado al que le funciona la academia y el que no sintió que la universidad cumpliera con sus expectativas –cuenta Rueda–. Es interesante porque uno puede identificar quién estudio en los Andes, quién en la Tadeo y así…”.
Marcar la diferencia
Que Llanos y Rueda sean los curadores de esta muestra quiere decir que será un año en el que Artecámara será un poquito diferente. Para empezar, fueron más allá de Bogotá e incluyeron propuestas de Barranquilla, Cali, Popayán, Pereira, Medellín, Bucaramanga y Manizales. “El arte de las regiones habla de otro país –explica Rueda–. En el Caribe existe otra manera de ver la realidad, de vivir, de hablar, así que desde el arte se generan contrastes muy interesantes, muy ricos. Uno de los invitados es la muestra ‘Para verte mejor’, que lleva diez años haciendo video, especialmente videobjeto, una corriente muy fuerte en Popayán que no se ve en Bogotá”.
En contraste con ‘Para verte mejor’, que nace en la academia, estará presente la Facultad de Podridas Artes del Atlántico, Volumen 6, un proyecto artístico de Barranquilla que vive en Facebook: es una fanpage para la que crean memes en los que cuestionan el arte, la política y la educación, a partir del humor. “Trabajarán de la mano con Artbo y sus redes sociales, para construir en lo digital y expandir el evento más allá de Corferias”, explica Llanos.
En esa onda que rompe la visión más tradicional de lo artístico también está Silvie Boutiq: una mujer que es en sí misma una obra de arte. “Ella tiene un anticuario –cuenta Rueda– y cuando vas a visitarla sientes que estás en medio de un performance, ella crea experiencias todo el tiempo, mientras está con sus hijos o mientras está trabajando. Para Artecámara invitó a cinco curadores para que curen su corte de pelo, según sus pautas estéticas”.
La Usurpadora ha buscado que todas estas ideas –25 de las 900 que se presentaron– no sean experimentos independientes y solitarios, sino que se conecten entre sí para generar un mensaje colectivo y contundente, que exprese las inquietudes de las nuevas generaciones de artistas en el país.
Fotos: colección Museo de Antioquia.



