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Camila Quintero: "El modelaje me ha hecho mejor persona"

Empezó su carrera a los 14 años y hoy, a los 22, dice que más que medidas, una buena modelo necesita actitud y expresar lo que el cliente quiere. Por esto y más, Camila Quintero es la Modelo CROMOS del Año.

Por Beatriz Arango

09 de diciembre de 2015

Camila Quintero: "El modelaje me ha hecho mejor persona"

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Camila empezó en el modelaje a los 14 años, por sugerencia de su mamá, quien había hecho algunos pinitos en el medio. La joven se presentó a la agencia con el uniforme de educación física del colegio y así empezó una carrera seria que le ha permitido tener sus propios ingresos desde muy pequeña, manejar sus cuentas, viajar, darse gusto y pagar su universidad.

Por eso y muchos factores más, Camila no parece una modelo de molde, hecha de prototipos, a la imagen de diversos gustos, opiniones o tendencias, que abundan en este mundo. Lleva el corte tipo melenita, a la altura del hombro y mide 1,75. A sus 14 se creyó el cuento de que para triunfar debía ser diferente y más alta. Era común verla caminar en taconazos de 15 centímetros. Todo para cumplir las expectativas de los demás.

“Mi familia se trasladó a Bogotá cuando yo tenía 14 años y a la par con el colegio empecé a modelar. Yo creo que mi mamá pensó que era un hobby y que con los estudios no me iba a dar tiempo, pero es que desde entonces entendí que cuando uno quiere en realidad las cosas, saca tiempo para todo”.

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En ese entonces, la adolescente de 1,75 sentía pena por todo, y le agradece al modelaje que la ayudó a crecer y a madurar en muchos aspectos.

“Soy una privilegiada, porque he recorrido medio mundo, gracias a mi trabajo o a lo que he ahorrado”.

Así lo hizo. A los 16, decidida y convencida de que necesitaba algo más y  aquí no lo encontraba, buscó un destino lejano para irse a estudiar inglés. Se fue a vivir a Nueva Zelanda por un año. ¿Una locura para alguien que apenas empieza a consolidar una carrera? Tal vez.

 

"Mi actitud frente a la vida cambió. Estaba llena de inseguridades. Hoy, mi actitud es: tómenme o déjenme, esta soy yo, esta es Camila Quintero, estas son mis medidas, con sus pros y contras". 

 

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Independencia

“En Nueva Zelanda crecí, mi idea era buscar un lugar diferente y lejano, porque siempre he estado convencida de que alejarse es bueno para acercarse a uno mismo. Así, aprendí mucho, a dejar mis inseguridades, a valorarme por lo que era y no por lo que los demás decían que era”, cuenta la modelo que una vez terminó la sesión fotográfica volvió a su “hábitat” de jeans, camiseta, pelo recogido en una moña descomplicada, sin aretes y lentes recetados de marco grueso.

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Allá, lejos de su familia, casi en el fin del mundo, a 12.104 kilómetros de casa, aprendió quién es, qué quería ser, de dónde venía y para dónde iba. Un descubrimiento temprano que hoy agradece. “Uno nunca termina de conocerse, pero lo que hice fue básico, esencial, para saber qué quería y a dónde quería llegar”.

“En ese mundo tan nuevo para mí, aprendí que las personas van más allá de lo físico y que la belleza es la menor parte de la vida. Y que hay que ver las cosas más allá de eso. El tiempo es muy corto, no te puedes enfocar en lo que eres ahora sino en lo que vas a ser. Eso lo logré allá”.

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En ese destino, la joven Camila fue barman, mesera, trabajó como modelo, empacó gafas y, claro, estudió inglés. Como si fuera poco, se descubrió como persona valiosa, fue feliz y sembró las bases del ser humano tranquilo y centrado que es hoy. La serenidad aparece como sello indeleble en cada una de sus frases, pronunciadas sin afán y con la certeza de quien sabe lo que vive y dice.

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El largo viaje también fue una suerte de liberación. Ella que siempre había sido meticulosa en extremo y perfeccionista, aprendió a dejarse llevar un poco. A disfrutar, a reír, a llorar… A vivir, al final de cuentas. Y así, sin más, subió 15 kilos de peso, que ya dejó atrás, pero que no la mortifican: “Pasé delicioso”.

Volviendo al tema del riesgo que corrió recién empezando su carrera, Camila confiesa que la experiencia valió la pena. “Es que era una persona de 14 años preocupada porque tenía que facturar. Esas presiones a esa edad resultan muy estresantes. No hay que olvidarse de que no todo es trabajar”.

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Balance

A la hora de los balances, Camila habla de un proceso bonito, orgullosa de lo que ha logrado en corto tiempo: portada de varias revistas, imagen de grandes campañas, en Colombia y en el exterior, videos musicales y editoriales. “Todo lo que una modelo quisiera tener en su portafolio, yo lo he hecho”. Y ahora, ni más ni menos, le suma a su hoja de vida un alto reconocimiento: Modelo del Año Premios CROMOS de la Moda 2015.

“Uno se da cuenta de lo que ha hecho cuando mira para atrás. Mi día a día es ser modelo, estudiar, hacer fotos, comerciales y campañas. Gracias a Dios han surgido muchas oportunidades, que muchas mujeres de 22 años no tienen. Desde hace mucho tiempo pago todos mis gastos y eso me hace sentir muy orgullosa. Tengo mis cosas, me mantengo sola desde muy pequeña y esa independencia me la brinda el modelaje. Puedo viajar, ayudar a mi familia, manejar mi tiempo, comprarme las cosas que quiero, pagar mi universidad. Qué más puedo pedir”.

La ganadora 2015 es estudiante de Gestión cultural en la Universidad EAN, una carrera que eligió convencida de que “la cultura es el mejor medio de desarrollo socio económico de un país. Quiero resaltar esa identidad cultural que tiene cada región, y cada población es la clave para una evolución positiva en el entorno”.

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Adiós inseguridad

La ganadora habla con sinceridad sobre el medio que conoce hace siete años. Es duro, no lo niega, pero también gratificante.

“El modelaje crea muchas inseguridades. Hasta la modelo más linda tiene inseguridades, porque siempre te están recalcando lo que te hace falta. Como empecé tan pequeña tuve muchas dudas con relación a mi cuerpo”.

Ella sabe que es alta dentro del promedio de las mujeres colombianas, pero sus 1,75 no resultan tan ganadores en el medio del modelaje. Hoy está convencida de que el modelaje no va en la estatura o en el peso, “va en la seguridad que uno tenga al momento de proyectar algo y en la confianza que se tenga uno mismo.  Cuando uno se siente bonito, los demás lo ven bonito. Si llegas a un lugar sintiéndote insegura eso se proyecta. El cliente necesita que la modelo proyecte seguridad y actitud. Las medidas, obviamente, son importantes, pero el trabajo de la modelo va mucho más allá de eso”. Se le nota que los años la han formado y moldeado.

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“Más que una modelo con cierto prototipo, en mi casa me enseñaron que uno debe ser quien es y aceptarse así. Cuando uno toma la decisión de decir ‘esta soy yo y si me contratan por eso, bien, y si no, hay muchas otras modelos’, es cuando empieza a desarrollarse la carrera de una modelo, cuando se acepta, y yo lo hice”.

Las cifras de facturación, las campañas y las solicitudes de los clientes le confirman que va por buen camino, y que defender sus ideales ha valido la pena. Un proceso en el que agradece el apoyo de INforma Models, agencia con la que empezó a trabajar este año, luego de un episodio en el que se sintió estancada. “Encontré un equipo de trabajo muy organizado, que se preocupa por sus modelos. Eso me ayudó muchísimo”.

 

Así se cuida Camila, de manera integra

 

Cuerpo: tengo una alimentación balanceada, no me mato de hambre y no lo voy a hacer. Quisiera hacer más ejercicio, lo siento, pero no me da el tiempo. Se trata de entender que lo que eres por fuera es un reflejo de lo que eres por dentro, lo que consumes, como duermes o la rutina de belleza que sigues.

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Mente: soy una persona muy estudiosa y me gusta que los trabajos de la universidad sean impecables. Leo mucho, no veo televisión. Lo único que hago en mi tiempo libre es leer o los vicios normales de redes sociales.

 

Espíritu: soy católica, creyente y practicante, y todos los días le pido a Dios que me guíe. 

 

 

Fotos: Juan Arellano.

Asistente: Dario Cifuentes.

Maquillaje: Enrique Trujillo.

Peinado: Jarmython.

Producción general: Mónica María Moreno Mesa. 

 

Por Beatriz Arango

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