Catalina García: "Si yo no me conecto con los demás, no la paso bien"
Sus palabras son reemplazadas por un silencio breve que amaga con ensimismar. No vaya a ser que hablando se le pase reconocer a sus compañeros Nicolás Junca, Raúl y Santiago Prieto, en una carrera musical compartida que va a trancos largos. “Cuando nos dijeron de la nominación, el viaje y lo que es llegar allá, uno no lo entiende bien. No había sido un objetivo para la banda. Es algo que nos sucedió repentinamente”, dice. “Uno no tiene la dimensión que tiene un premio de estos para la industria, la música, para los artistas que vienen haciendo música. Me dio mucha emoción”. Incluso en los detalles discursivos hace diferencia. Su actitud sesuda va acorde a su belleza. Habla como una artista y con la frescura de quien todavía es anónimo. Catalina no se la cree.
Sigue a Cromos en WhatsApp
Vestido: Alejandra Rivas Ramírez para Madame Periné. @rivas_atelier
Aretes: Little Lucía.
Nació con todo para volar alto. Voz, carisma y talento. Es una mujer que piensa al ritmo de quien mastica lentamente. De lo último que ha vivido, está el galardón que cargó en sus manos el pasado 20 de noviembre en Las Vegas. Resignifica aquel momento hablando en plural: “en Monsieur Periné estamos en el proceso de ver qué es lo que está sucediendo con el Grammy. El galardón significa que hay una gran oportunidad para la música nueva en Latinoamérica, sobre todo significa seguir el camino de la experimentación”.
La banda ha editado los álbumes Hecho a Mano (2012) y Caja de Música (2015). Cada uno tiene la estética de objeto de culto. Sus canciones se relacionan con el diseño de las portadas, los dibujos, los colores. Ambos conservan la estética de un grupo que dejó de estar en ciernes. Son atrevidos, se atreven a experimentar. Ni el derecho ni el revés de los discos escapan a la creatividad. Intencionalmente está concebido para que todo tenga que ver con todo. “La experimentación te lleva a riesgos que te permiten conocerte individualmente y como banda. Nos hemos dado la oportunidad de experimentar, de investigar, para entender un poco cuál es nuestro propio idioma y en esa medida ir construyéndolo”.
Sus raíces
En vez de ser localista, Catalina es incluyente. Prefiere hablar de Latinoamérica más que hablar de Colombia. Abre fronteras, mira a varios frentes. Le gustan Marisa Monte, Violeta Parra, Mercedes Sosa. Considera que tienen una estética representativa. Se fía de su legado, la impulsan, la inspiran. A todas las escuchó como fan y luego en calidad de cantautora. Se aferra a su obra, las estudia como quien se aferra de un zócalo y adquiere la responsabilidad de componer y cantar. Para no ir lejos, se fía en su contemporánea Natalia Lafourcade, ganadora de cuatro Grammy.
A los referentes hay que mirarlos de frente y con el rabillo del ojo. “Natalia se sale del estereotipo, la admiro como mujer. Y lo hace a propósito. Como música se preocupa por su visión, por superarse, por ser una intérprete mejor, por estudiar a los compositores. Tuvo un giro a partir del disco que rinde homenaje a Agustín Lara. Venía haciendo sus propias canciones y ponerse a estudiar a un autor y a Latinoamérica a través de él, la ubica en otro nivel”.
Habérsela encontrado en Las Vegas, codearse con artistas de la talla de Juan Luis Guerra, Tego Calderón, Chocquibtown. Mucho voltaje artístico para los jóvenes invitados. Catalina no se dejó ensimismar. De eso se da cuenta cuando compone. Toma influencias de algunos colegas, con convicción amasa letras. Deben gustarle a la gente. Parte de una idea básica: toma distancia de las rarezas musicales, está segura de hacer canciones que se puedan entender y digerir. Con partecitas de lo que puede sacar de adentro de ella.
La vida en ocasiones es ilegible, como para garabatearla más. “Yo me vivo la música desde el público. A estas alturas no sé qué tipo de público soy, pero me gusta conectarme con la gente. Yo no soy una artista que salga al escenario a vivir una experiencia para sí misma. Si yo no me conecto con los demás, no la paso bien”, explica.
"Con lo que más peleo a la hora de escribir canciones es con la pobreza del lenguaje. Si uno no está estimulando la cabeza, leyendo, vuelves a las mismas palabras."
Falda, top y tocado: Isabel Henao.
Brazalete: Little Lucía.
La caja de música
En las trece canciones de Caja de Música le habla a su público a través de susurros, de toquecitos en el corazón. Regala una atmósfera íntima. No se va por rincones extraños. Su música apunta directo, sin atmósferas difusas. Cada verso, en vez de enrarecer, ilumina.
“Con lo que más peleo a la hora de escribir canciones es con la pobreza del lenguaje. Si uno no está estimulando la cabeza, leyendo, vuelves a las mismas palabras, a recursos repetidos”, sostiene implacable. Es autocrítica, reconoce que apenas está aprendiendo a escribir. No le ve problema a aceptar que una canción no es buena. Cuando le sucede, la mantiene a ver si puede arreglarla. Siente amor por lo que hace, hay un pedacito de ella en ese tema que no la convence. Le da otra oportunidad, reescribe, pule lo más que puede. “Una canción puede cambiar de cara muchas veces. A Lloré, que está en el último álbum, la reformamos cuatro veces. Estaba escondida en el pasado, fue de las primeras que cantamos. Es anterior al primer disco y este 2015 la revivimos”.
En la noche su creatividad fluye. Dice que a más cansancio, mayor es la relación con lo que está buscando. Hace rato se dio cuenta de que sentarse a escribir es un ejercicio de dedicación. Si lo deja de hacer se siente tiesa. Escribe canciones en español y en francés, lengua que domina porque se graduó de un colegio bilingüe en su natal Cali. “Cada idioma tiene su propia esencia. El francés es un recurso para hacer música y me ayuda a conectar con más gente”. En el 2016 estará más conectada. Caja de Música se editará en Francia.
Hecho a mano (2012): “Es un disco pegado a lo que nosotros éramos en ese momento. No tuvimos claro un concepto como en el que vino después. Lo concebimos y lo grabamos tal como lo sentimos”.
Caja de música (2015): “El viaje y las vivencias como concepto. Nace de pasajes nuestros en las giras. Es una experiencia nómada, de espíritu gitano. Lo grabamos en Puerto Rico, México y Colombia”.
La herencia del abuelo
En medio de tantas influencias, no puede faltar la de una persona en especial. Para recordarla se remonta a su vida antes de sus 16 años. En dos ocasiones, sin preguntarle, lo evoca. Su figura es un recuerdo vivo, del que extrae detalles. Ómar Barahona, el padre de su madre, fue un hombre curioso que la acercó a la música.
“Era una persona muy rara para su entorno. No pudo estudiar, pero siempre le importó superarse. La familia de mi abuela, su esposa, tenía más poder adquisitivo y sus hermanos le traían discos de sus viajes. En su colección hay una cantidad grande de discos raros y de discursos de Gaitán”.
Juntos trovaban, escuchaban música en tocadiscos. Era de los que caminaba con un libro en la mano. De formación autodidacta, inspirado en la cultura oriental explorada en textos, llegó a diseñar su propia casa. “Mi abuelo practicaba yoga, se paraba en la cabeza. Éramos muy panas, él y yo. Nunca paraba de leer, le recitaba poesía a mi abuela, le daba serenatas”.
Al explorar el archivo de cartas de su abuelo, a Catalina le da nostalgia. Y vuelve a reflexionar sobre el acto de escribir canciones. Ojalá tuviera un poco de su riqueza lírica. Ojalá tuviera un poco de todo lo que tenía él. El abuelo se encerraba en su carpintería a trabajar la madera. Parte de su poder estaba en sus manos, con las que construía cada detalle que componía su vida. Mucho de Caja de música le pertenece. La carpintería de su nieta en lo que compone, en lo que viste, en lo que toca, viene de aquellos años lejanos en Calarcá, llenos de colores, montañas y de instantes inolvidables como seguramente Catalina recordará el 2015.
"Para mí la trascendencia más poderosa del ser humano es hacer música."
Vestido: Alejandra Rivas Ramírez
para Madame Periné. @rivas_atelier
Anillo: Little Lucía.
Aretes: Makua Jewelry.
Fotos: Juan Arellano.