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Ciudad Bolívar: planes para hacer en una localidad llena de arte, ganas y color

Muchos habitantes de esta localidad se cansaron de que los visitantes llegaran a diagnosticar sus problemas, a tomarse fotos con niños en harapos y a documentar con exotismo sus puntos peligrosos. Decidieron organizarse y crearon proyectos turísticos que, además de representar su identidad y confrontar los imaginarios mediáticos, mejoran la economía de las comunidades.

Por William Martínez
04 de agosto de 2024

El cambio cultural de Ciudad Bolívar, al extremo sur de Bogotá, inició con la entrada en operación de Transmicable en 2018. Este sistema de transporte masivo por cable aéreo, que en tan solo 13 minutos lleva a personas del Portal de Transmilenio del Tunal a los barrios Mirador y El Paraíso, ha fortalecido el turismo y ayudado a aligerar el estigma de violencia que pesa sobre la localidad.

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A través de cabinas, con capacidad para 10 pasajeros, uno puede viajar sentado cómodamente mientras observa miles de casas coloridas enclavadas en los cerros y visitar museos, bibliotecas, cafés y murales de arte urbano.

De la mano de Bogotá Colors, un colectivo artístico liderado por los jóvenes May Rojas y Luisa Sabogal, pude hacer un recorrido guiado por la Calle del Color, uno de los atractivos turísticos más visitados en Ciudad Bolívar. Allí los muralistas no pintan precisamente una imagen que tengan en la cabeza, sino que conversan con el propietario de la casa, de la tienda o el restaurante para saber qué les gustaría ver en sus paredes. En los inmuebles siempre habrá una huella identitaria de sus dueños: su animal o deporte favorito, sus raíces raciales, sus pasiones ocultas.

Pocos lugares de Bogotá tienen el profundo sentido de pertenencia que se respira en Ciudad Bolívar, y eso se ve reflejado en sus murales. Allí se exaltan los perros criollos que merodean en las calles, la labor de los obreros que han construido con sus propias manos la infraestructura de sus barrios, los vendedores informales que cubren la demanda del centro histórico y las costureras que visten a familias enteras. La ruta finaliza en el Mirador Illimaní, una obra de 20.000 metros cuadrados con zonas deportivas y entornos culturales que ofrece una panorámica privilegiada de la ciudad.

La oferta gastronómica también ha crecido en la localidad. Uno puede encontrar comida del Pacífico, de Santander, del Tolima, de Nariño y otras zonas del país, gracias a la población migrante que se asentó allí. El almuerzo, en esta ocasión, fue ofrecido por la Asociación Parque Mirachuelo Ecoambiental, que tiene varios años de experiencia prestando servicios de agroturismo y ecoturismo. En la vereda de Mochuelo Alto, a la que se puede llegar en Sistema Integrado de Transporte (SITP), se puede descansar en un ambiente natural, pasear por un sendero de bromelias, alimentar animales, hacer recorridos interpretativos para aprender a aprovechar mejor los residuos y pasar la noche en camping.

En 2019 una docena de familias, incluida la de Andrea Rivera, quien dio la bienvenida, crearon esta asociación para alertar a las entidades públicas sobre el impacto del relleno sanitario Doña Juana y ofrecer un portafolio turístico cuyo máximo atractivo es vivir la vida campesina por un día. Este es un plan ideal para quienes buscan educación en materia ambiental.

Una buena opción para finalizar la tarde es visitar el puesto de Lácteos Santa Mónica, en el kilómetro 10 vía Pasquilla, liderado por Rosa Muñoz, una mujer campesina que irradia generosidad y tiene la capacidad de mantener la atención de grandes grupos de personas mientras explica con desparpajo cómo prepara sus productos. Hoy ofrece más de 20 sabores de yogures, incluido el de sábila y polen, que llegan a toda Bogotá.

Estos tres emprendimientos demuestran cómo el turismo comunitario está descentralizando la oferta de la ciudad, llevando un mensaje de conciencia social con prácticas sostenibles y solidaridad comunal. Todos llevan en alto la bandera de la pujanza y enseñan cómo se pueden capitalizar los aprendizajes que solo emergen en la dificultad.

Este artículo fue posible gracias a una invitación de FONTUR y el Ministerio de Comercio, industria y Turismo.

Por William Martínez

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