
Por: Liliana Gómez Montoya / @lilianagomon
Bono estuvo en Colombia. Sí, los integrantes de U2 caminaron por el Aeropuerto El Dorado, recorrieron la 26 e hicieron pruebas de sonido en El Campín. Si hace 20 años alguien hubiera viajado al futuro y, a su regreso, nos hubiera contado de ese concierto, no le habríamos creído. Incluso hoy, que ya pasó, lo recordamos con ese color extraño que tienen los sueños. Parece mentira. Tuvimos esa misma sensación el año pasado, cuando vimos a Mick Jagger bailar a unos cuantos metros de nosotros. Vivimos tiempos felices para los amantes de la música: nuestro país ahora es incluido en los tours de artistas como Madonna, Depeche Mode, Metallica y Paul McCartney. Solo este año vinieron Ed Sheran, Incubus, Justin Bieber, Green Day, The Strokes, The Weekend, Bruno Mars y Arcade Fire, para mencionar algunos.
La abstinencia de conciertos a la que estábamos acostumbrados hizo que los colombianos nos convirtiéramos en los espectadores perfectos: vamos agradecidos y extasiados a ver a nuestros artistas favoritos, y estamos dispuestos a vender un riñón con tal de comprar la boleta, que oscila entre los 180.000 pesos y el millón. Los fans más fervientes llegan a pagar más de un salario mínimo por dos horas de entretenimiento. Y, según un informe del Departamento Nacional de Planeación, en los últimos doce años el número de asistentes a estos eventos ha crecido un 30%.
Los empresarios colombianos están montando espectáculos de talla internacional y eso, de entrada, es un alivio y una satisfacción. Sin embargo, para algunos quedan algunos interrogantes: ¿qué tan preparados estamos para recibir esos conciertos? ¿Sí tenemos la capacidad adquisitiva, los escenarios adecuados y los medios de transporte necesarios para disfrutarlos? ¿Qué tan justos son los precios?
Así está el panorama
Astrid es fanática de Metallica hace 20 años. Su trabajo le ha permitido viajar y asistir a los conciertos de su banda favorita en las ciudades que visita. ¿Cómo lo ha logrado? Por supuesto, endeudándose con los bancos. Ha visto a la agrupación 18 veces en escenarios extranjeros, así que es una voz que conoce a la perfección las diferencias entre asistir a una presentación en vivo en Colombia y en otras partes del mundo, por eso fue generosa con nosotros y compartió su conocimiento:
1. El precio de la boletería
En el exterior, ver una banda o asistir a un festival (donde se pueden disfrutar hasta 20 artistas) puede costar entre 300.000 pesos y 900.000. En el país, los precios están entre 270.000 y 610.000. Aquí, sin embargo, no existe un control efectivo para los proveedores de la boletería, así que puede ocurrir lo que pasó en el concierto de Laura Pausini: lo cancelaron por no alcanzar las ventas esperadas y quienes compraron entradas no han recibido el respectivo reembolso.
2. La logística y los escenarios
Contrario a lo que ocurre en Bogotá (donde todavía no hay un recinto para conciertos apropiado), en los escenarios en Estados Unidos, todo está debidamente preparado para que los asistentes vivan una experiencia sin complicaciones. Los espacios son los adecuados para espectáculos de este tipo y en los festivales hay lugares especiales para que los asistentes conozcan a los artistas sin tener que pagar un valor adicional.
En Medellín está el centro de espectáculos La Macarena, que tiene un aforo de 12.600 personas, el problema es que no todos los shows cuentan con una asistencia tan alta. También está el Teatro Metropolitano, pero solo cuenta con 1.634 sillas. En conclusión, no hay un punto intermedio.
3. La calidad de las presentaciones
A Colombia no siempre se puede traer el mismo show que se presenta en Nueva York, por ejemplo, porque no hay forma de adecuarlo. Por lo tanto, lo que vemos aquí es incomparable con los espectáculos que se hacen en Europa o en Estados Unidos.
Por esta razón, ella aconseja hacer el esfuerzo de ver las bandas en el exterior. Para lograrlo, sugiere buscar los tiquetes aéreos con suficiente anticipación –los festivales suelen ser anunciados seis meses antes–, así se pueden conseguir tiquetes desde un millón de pesos. Para estadía sugiere valerse de herramientas digitales como Airbnb, donde se encuentran opciones de hospedaje desde 90.000 pesos la noche. Para la alimentación, el transporte y los adicionales, estima que se necesitan al mensos tres millones. La experiencia, entonces, puede costar alrededor de cuatro millones.
4. Los impuestos
En materia tributaria, la Ley 1493 del 2011 creó la contribución parafiscal para el sector cultural, que grava con una tarifa del 10% la venta de boletería. Por su parte, los artistas deben pagar entre 95.000 y 285.000 por boleta, para la entrega de derechos de asistencia a los espectáculos (dinero que se reinvierte en los sectores culturales de las ciudades). Para rematar, los artistas extranjeros deben pagar un impuesto de renta único del 8%, que es retenido por el productor o responsable de la actividad.
Además, hay que sumar los costos de producción y logística para eventos de esta magnitud, que suben según la fama del artista. Gran parte de la utilidad del concierto va para los accionistas, no para los artistas, y el proveedor de la boletería se queda con el 10% del valor de la boleta. La devaluación de la moneda y la falta de garantías son factores que el espectador debe asumir en el momento en el que decide invertir en entretenimiento.
Fotos: David Schwarz - Daniel Álvarez - Christian Garavito - Getty.

