Publicidad

¿Cómo decirle a tu compañero que huele a pachulí?

Lo sufrí esta semana. Bastó un abrazo en la oficina. Del trabajo regresé a casa en bicicleta y el olor todavía estaba ahí.

Por Redacción Cromos
04 de mayo de 2018
¿Cómo decirle a tu compañero que huele a pachulí?
¿Cómo decirle a tu compañero que huele a pachulí?

Por Carolina Sierralta

 

Error creer que aplicarse una fragancia es comparable a comer menta helada cuando no nos hemos cepillado. El pachulí te engaña hasta hacerte creer que hueles rico, mientras los del trabajo piensan lo contrario.

Sigue a Cromos en WhatsApp

 

Esta semana, con un compañero quise reducir la comunicación a Whatsapp. Me resultó insoportable tenerlo cerca. Su pachulí era una mezcla de dulce de fresa, canela y ambientador de baño de centro comercial.

 

¿Es excluyente reducir con él la comunicación a Whatsapp?  Sí. ¿Lo voy a hacer? No y no, precisamente porque es una medida más de Donald Trump que de una persona tolerante, dispuesta a hacer de tripas corazón con tal de no herir el orgullo del prójimo.

 

1.      Así sucedió

 

Martes, 8: 00 p.m., oficina. Me di un abrazo de despedida con el hombre en cuestión. Bajé por el ascensor, en el parqueadero me estaba poniendo el casco de la cicla cuando sentí un olor penetrante, como si alguien de atrás me hubiera echado una sustancia vaporosa. Ubiqué la dirección, el olor estaba focalizado en el lado derecho de la camiseta. Era intenso, potente para la hora, dulzón, lo imaginé de color rosáceo en vez de azul.

 

Lo relacioné con el abrazo. Claro, él había fumado en la terraza, en el baño se impregnó de pachulí y, a los segundos, llegué yo a despedirme. Quedé infelizmente marcada para el resto de la noche.

 

¿Cómo no me había dado cuenta antes de ese superpoder? ¿El compañero siempre había olido así y recién yo me enteraba?

 

2. Como un fantasma

 

Supuse que su rastro iba a desaparecer camino a mi casa. Bicicleta+brisa+algo de sudor. Finalmente llegué a mi destino y el pachulí seguía intacto. Subí incómoda las escaleras, entré acalorada al apartamento, saludé a mi novio, que lidiaba un ataque de rinitis. Tenía las fosas tapadas. Al acercármele arrugó la nariz y auscultó con su olfato la sorpresa traída. Parecía un perro moviendo el tabique.

 

Le expliqué, con voz entrecortada. Tenía miedo de que la tomara por otro camino. Por suerte le dio una risa ascendente, que tuvo su punto cumbre cuando me lavé la cara con agua abundante, las manos, y el olor continuaba ahí…

 

Puedo decir que esa noche dormimos tres en la cama. El pachulí se hizo en la mitad. Fue una situación graciosa, que igual hoy la recuerdo pésimo. Estaba incómoda con mi parejo, mi parejo que me creyó la versión del abrazo de despedida con un compañero de la oficina. Bien pudo haber armado una mínima escena de celos o de ronda de preguntas para tener plena certeza de lo que sucedió.

 

 

3.      Día siguiente

 

Una está acostumbrada a su propio olor, tanto que es difícil describirlo.

 

La mañana siguiente me lavé el pelo y el cuerpo con abundante jabón. Jugué a sacarle espuma a la barra. Froté las manos como si fuera a quitarme una mancha oscura, similar a la grasa. Preferí sobreactuarme en la ducha a jugármela a que el pachulí se impregnara en la toalla, en la ropa limpia, el resto del día.

 

 El reto ahora era evitar la escena en la oficina. Decirle al protagonista de esta historia que no me abrazara más o confesarle que su perfume es horrible, incluso para una mujer tolerante a los olores.

 

4. ¿Cómo hacerlo sin herir su susceptibilidad?

 

Opción 1: hacerle llegar a su escritorio un sufragio, en el que se lea “por favor, no uses más ese pachulí. Te lo pido”. Dejarlo encima, escrito con el puño y letra de otra persona. Y guardar silencio, morirme con la idea, jamás confesar que fui yo en caso de que él averiguara quién se atrevió a jugarle esta broma, que de broma no tiene nada, por lo que ahora se me ocurre agregarle a la nota “No es broma”.

 

“Por favor, no uses más ese pachulí. Te lo pido. No es broma”.

 

Opción 2: buscar el espacio para decirle la verdad, con el riesgo de quedar como una fiscal de los olores de la gente. Y que lo tome por el lado que no es. ¿Qué le va importar que a mí me moleste su pachulí? El problema es mío, no de él.

 

Para ser sincera, prefiero privilegiar la amistad, así sea a cuentagotas, con tal de no herir orgullos. Que se muera en su ley pachulí. Si un día extraditan a ciudadanos por su aroma, que se vaya a pagar su larga condena, lejos de aquí.

 

Yo no soy la que lo va a denunciar.

 

 

5.       Fumadores y fumadoras, abstenerse de pachulí.

 

Es jodido el olor a pucho como para que le apliques encima loción. Prefiero el rastro del cigarrillo que el olor memorable, que en la piel para nada tiene el efecto de la menta helada. 

 

6. Una discusión más allá de los géneros

 

 

En la oficina, con mis panas, hicimos la lista del Cartel del Pachulí. Salieron por igual nombres y apellidos de hombres y mujeres.

 

En lo más alto, por encuesta, quedó el compañero que me estampó el abrazo.

 

Ninguno de los que hicimos la lista del Cartel del Pachulí reconoció una posible responsabilidad.  Por lo que aquí es válido preguntarse ¿soy portadora de pachulí? ¿Soy de las que hiedo a pachulí y no me he dado cuenta? ¿Por qué nadie me lo ha dicho?

 

Desde entonces me aplico menos fragancia, trato de que la gente me identifique por mi olor original. Supongo que huelo a lo que huele cualquier chica que procura lavarse cuatro veces a la semana el pelo con un champú promedio y se baña todos los días con agua y jabón.

 

Si algún día olí (o huelo) a pachulí, ofrezco perdón a los que me sufrieron.

 

 

 

 

Por Redacción Cromos

Sigue a Cromos en WhatsApp
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.