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Con el triunfo de Laura González como la nueva señorita Colombia, la corona volvió a casa

Crónica de un viaje por los agitados días del reinado, que nos llevaron hasta la coronación de Laura González.

Por Laura Galindo
24 de marzo de 2017
Laura González, señorita Colombia.

Laura González, señorita Colombia.

Hotel Hilton, nueve de la mañana

 


“La puntualidad es la cortesía de las reinas”. La puntualidad es ya una cortesía que no se cumple. La más puntual es Atlántico y por eso se ganó un reloj. Antes de abrir el sobre, el presentador preguntó si ganaba Antioquia y todas se quedaron calladas. Sonrieron. A Tolima le gusta dormir, igual que a Caldas y a Valle. Igual que a todo el mundo. Pero duermen poco y van todo el día de un lado a otro. Desde las cinco de la mañana y hasta las doce de la noche. Todo está planeado, medido, cronometrado.

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9:35 a.m. Salida Institución Educativa Almirante Padilla.

10:20 a.m. Llegada al Centro de Convenciones. Tiempo para ir al baño.

10:30 a.m. Inicio ensayo.

1:30 p.m. Almuerzo y baño.

2:00 p.m. Inicia ensayo.

5:45 p.m. Finaliza ensayo. Salida hacia el hotel (no hay tiempo para ir al baño).

6:25 p.m. Llegada al hotel.

6:30 p.m. Candidatas pasan a sus habitaciones a refrescarse.

6:50 p.m. Maquillaje y peinado.

7:50 p.m. Vestirse y ponerse la banda (ya no vuelve a haber tiempo para ir al baño).

 

 

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Las reinas son mujeres reales, que les pasa lo que a mí. Que sufren, que lloran, que amanecen con ojeras cuando no duermen bien.

 

 

Avenida Santander, tres de la tarde

 


El termómetro marca 30 grados de temperatura y 34 de sensación térmica. En el centro, la Avenida Santander. A la izquierda, el público enardecido que se asume dueño y señor de las candidatas. Y a la derecha, el mar. Somos grandes, somos bellas. Somos fuertes como ellas. Es el himno del concurso, es la voz de Totó 'La Momposina', es el carro que lleva en su techo a la reina saliente. Es Andrea Tovar bailando bajo un sol enfurecido que amenaza con evaporar la ciudad. Es la Batalla de Flores. 

 

 

El golpeador percute el bombo y baila el ballet folclórico. Tres marimondas corren a mi lado. Me hacen muecas, amenazan con tirarme café. ¿No era espuma? No, es café en polvo. Atlántico, Bolívar, Antioquia y Bogotá. Saludan, lanzan besos, posan para las fotos. “¡Linda! ¡Bella! ¡Pero baila que te estamos viendo!”. Rodillas al piso para el Sanjuanero, el bramido de una tuba en la Rumba Brava, zapateos de Joropo. Meta, Magdalena, Nariño, Huila.
"Me llamo Roger Madrid Aguilar.  Seguro me conoce. Soy diseñador. Vengo todos los años a mostrar mis diseños y yo mismo los desfilo. Este me quedó muy bien. Tiras de plástico, encajes y prenses. ¿Ve los colores? Rosado, verde, azul y este colorcito chicle tan bonito. Encontré todo en la basura. Me invitan siempre porque soy muy amigo de Raimundo Angulo. ¿Tiene agua que me regale? ¿O una moneda?

 

 

Cartagena de Indias, sin hora

 


Si a mí no me gustaran los reinados, quizás diría que son frívolos. Que ponen a concursar la belleza y que eso no está bien. Si no me gustaran, tal vez, diría que son vacíos y superficiales, que están viciados por el machismo y contaminados por lo irrelevante. Si no me gustaran los reinados diría que las reinas no tienen nada que ver con las mujeres como yo. Que están lejos, en escaparates altísimos a los que la realidad no llega. Que son inmunes al día a día. Que no comen, que no piensan tanto, que no saben lo que es vivir difícil. Si no me gustaran los reinados me gustaría decirle todas estas cosas a alguien. Ojalá al dueño, a Raimundo Angulo. 

 


Raimundo respondería tranquilo. Me diría que como es un hombre liberal respeta todas las opiniones. Que, por supuesto, no piensa igual. Que si pensara igual no haría un concurso de belleza. Me diría que ¡cómo no van a tener nada que ver conmigo las reinas! Que son mujeres reales, que les pasa todo lo que me pasa a mí. Que sufren, que lloran, que amanecen con ojeras cuando no duermen bien. Que son alcanzables por todo el mundo, con esfuerzo, claro. Que este concurso, el Concurso Nacional de la Belleza, no pasa en la estratosfera. Que las reinas son bonitas porque trabajan para serlo. Que la belleza es un medio y no un fin. Que el fin es otro: un vestido que le da voz a los artesanos, una visita que consigue fondos para una escuela rural. Las ferias de un pueblo, las fiestas de un municipio, los carnavales de una ciudad. La industria, la moda, la identidad. 

 


Si a mí no me gustaran los reinados, diría que no está bien estandarizar la belleza en estereotipos inalcanzables. En mujeres altas y delgadas, hechas con cirugías, que caminan en tacones de 15 centímetros mientras el país se mata o firma acuerdos para no matarse. Si no me gustaran, diría que los reinados no son un reto al intelecto. Que se quedaron en el tiempo, que se perdieron entre siglos y no se enteraron de que las mujeres ya no son las mismas. Diría que discriminan, que lo reducen todo a señoritas de vitrina. 

 


Que no, me diría Raimundo, que no. Que aunque el Reinado Nacional de la Belleza no tiene ninguna ley que prohíba las cirugías, porque, entre otras cosas, cada ley trae una tutela en contra, sí prefiere a sus candidatas hechas en la cama y no en el quirófano, como le dijo alguna vez el Nobel Gabriel García Márquez. Diría que el Reinado es dinámico. Que cambia permanentemente porque así es el mundo. Que ahora hay de muchos: de hombres, de mujeres, de travestis y que está bien. Que él solo los hará de mujeres, pero no porque rechace los demás. Me diría que es como el pianista que no sabe tocar violín, pero no por eso lo aborrece. Diría que las reinas ahora son mujeres modernas, que en vez de esperar la carroza con caballos prefieren irse en bicicleta. 

 

 

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La candidata de Cartagena y actual Señorita Colombia  arrasó en su desfile en traje de baño. Con un 9,9, nadie pudo contra ella. 

 

 


Me diría que a Caldas le gusta el fútbol y habla tres idiomas. Que Cesar no se pierde los partidos del Barcelona, del Boca Juniors o de la Selección Colombia. Que Cartagena prefiere los tenis a los tacones. Que Boyacá es abogada y conoce muy bien la política internacional. Que cuando se termine el concurso y Chocó se baje del avión, tiene que entregar uno de los trabajos finales de su maestría en Relaciones Públicas. Que Córdoba es médica y tiene poca ropa en su clóset porque anda siempre en uniforme.

 


Que es cierto, me diría Córdoba, que cuando sale los fines de semana tiene que pedirle algo prestado a su hermana mayor. Que no ve frivolidad en el Concurso Nacional de la Belleza, que ve sentido social. Que quiere ser Ministra de Salud para transformarla desde la medicina y que este es un primer paso. Que es verdad que tengo razón cuando le digo que existen muchas otras formas de hacerlo, menos superficiales. Si no me gustaran los reinados, le diría todas estas cosas a la Señorita Córdoba. Y entonces, ella me miraría con la seriedad de cualquier médico en consulta y me explicaría lo obvio: Yo quiero aprovechar mi belleza. ¿Qué hay de malo con eso? ¿Qué hay de malo en la superficie?

 


Estas cosas me dirían. Ella y  Raimundo. Lo sé porque los escuché decírmelo. El condicional es literatura.

 

 

Bahía de Boca Grande,dos y treinta de la tarde

 


— Pero niña, saluda para acá. ¿Que no quiere’ que te veamos?

— No sé, a esta le falta carisma. Va como aburrida. 

— ¡Anda! ¿Qué tú crees? ¿Que es fácil pararse en esa lancha andando, con este solazón y toda entaconá’? ¡Si es que la reinas son de carne hueso, mama!

 

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Primero fue coronada Santander, Yenifer Hernández Jaimes, como primera princesa. Luego siguió Antioquia, Vanessa Pulgarín Monsalve, como virreina. Y por último estuvo Cartagena, la nueva soberana de la belleza.  

 

 

Ensayo general, cuatro de la tarde

 


"Tan pronto te nombran Señorita Caldas se pone en duda tu inteligencia. Somos como los políticos: de ellos aquí y en cualquier parte se dice que son lamesuelas, ladrones, corruptos. Mi papá es político y es un hombre honesto, trabajador, que defiende el campo y no se vende a nadie. Lo mismo pasa con la reinas. ¿Cuántas vienen respondiendo bien en la ronda final de preguntas? ¡Muchas! Pero nos quedamos con 'hombre con hombre, mujer con mujer'".

 


"Yo decidí ser Señorita Boyacá por un impulso transgresor: la gente asume que la academia y la belleza no van juntas. Yo creo que sí. Se puede ser abogada especialista en Derecho Administrativo y querer ser Miss Universo al mismo tiempo. Las reinas no somos modelos a seguir. Somos puntos de referencia. Cada quien escoge la referencia según sus aspiraciones". 

 


"La belleza no puede definirse en un sentido estricto. Cuando yo era pequeña, era la fea del salón. Nunca se me ocurrió pensar en ser Señorita Cartagena. Crecí, entré a estudiar teatro y comencé a hacerlo bien. Dejé de ser la fea. Me veían linda y yo me veía linda. Dime tú, ¿qué hay más bello que el talento?".

 

 

Hotel Las Américas, once y treinta de la noche

 


Caminan con tanta elegancia. Descansan las manos en la cintura con tanta elegancia. Saludan con tanta elegancia. Sonríen con más elegancia aún. Cesar lleva una guacamaya en la cabeza. Córdoba, una falda que atrapa sueños. Bogotá, una metáfora de Monserrate. Cartagena, una enredadera de flores. Santander, unas alas que se cayeron y San Andrés, los colores del mar. Las señoritas son 23. 

 


Un vestido morado para Cartagena. Con flores doradas en la falda para Bogotá. Rosado brillante para Santander, de encaje blanco para Magdalena y de abertura al frente para Antioquia. Las señoritas ahora son diez.

 


Bogotá evoca la familia diversa. Magdalena habla de Internet y las nuevas formas de estar juntos. Santander aplaude la utopía de un país sin diferencias. Cartagena condena la discriminación y Antioquia pide tolerancia. La señoritas ya son cinco.

 


Cartagena respira profundo. Antioquia disimula la impaciencia en un aplauso. Las dos se miran, se abrazan, se toman de las manos. Se temen. De las 23 señoritas solo quedan dos. 

 


Cartagena grita. Se tapa la boca con las manos. Aplaude, abraza, suspira. Grita más fuerte. Recibe la corona. Y el cetro. Y la banda. Y abraza y sonríe y vuelve a gritar. La señorita ya es solo una. La Señorita Colombia. 

 

 

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Las reinas ahora son mujeres modernas, que en vez de esperar la carroza con caballos prefieren irse en bicicleta.

 

 

 

La política y las reinas

 

 

1934: Colombia parecía estar saliendo de la crisis que le dejó el desplome del café. Enrique Olaya Herrera quiso celebrar el fin de su gobierno y, bajo el pretexto de celebrar el primer siglo de la Independencia de Cartagena, hizo el primer reinado.

 

 

1939: Estalló la Segunda Guerra Mundial. Se hicieron más fuertes las peleas entre liberales y conservadores, y volvió la crisis económica del café.  Hubo tres presidentes, una reelección y un golpe de estado. Por trece años no hubo reinado.

 

 

1948: Mataron a Jorge Eliécer Gaitán, el caudillo del pueblo. Hubo enfrentamientos políticos, saqueos, gente queriendo cobrar venganza y alrededor de tres mil muertos. Seis días antes del reinado, el presidente ordenó toque de queda y prohibió la venta de alcohol. El certamen estuvo a punto de cancelarse, pero sus organizadores lograron que se hiciera con la condición de eliminar el desfile en traje de fantasía. 

 

 

1985: El 6 de noviembre, el M-19 se tomó el Palacio de Justicia y, tras la incursión del ejército, quedaron casi cien muertos y varios desaparecidos. Al mismo tiempo llovía ceniza al sur de Colombia y sonaban las primeras alertas de la tragedia de Armero. El reinado quedó en la mitad y por segunda vez alguien habló de cancelarlo. Al final, pesaron más las implicaciones económicas. Hubo reinado y la fiesta inaugural fue una misa por las muertos colombianos.

 

 

1990: Entre los 80 y los 90 el narcotráfico vivía su mejor época. Se coló en la política, en la economía y, por supuesto, en el reinado. La Señorita Colombia 1990, Maribel Gutiérrez Tinoco, no solo financió su ida a Cartagena con plata del narcotráfico, sino que renunció a la corona para casarse con Jairo Durán, alias 'El Mico'. María Teresa Gómez, Señorita Colombia 1981, se casó con uno de los miembros del clan Ochoa y la Señorita Vichada 1993, se casó con Pastor Perafán.

 

 

2015: En el 2015, cuando el proceso de paz colombiano sonaba por todo el mundo y estaba en el radar de todos los defensores de derechos humanos, 
Paulina Vega, la Señorita Colombia, se llevó la corona de Miss Universo.

 

 

Fotos: David Schwarz.

Por Laura Galindo

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