
Después de un día de 18 horas sobre unos tacones que causaban vértigo de solo verlos, Martina La Peligrosa estaba intacta. Parecía que acabara de levantarse y tuviera la fuerza para llegar hasta Ciudad Perdida. Su sonrisa no se cansaba de brillar —blanquísima—, y su cuerpo aún tenía el vigor para zarandearse sin pausa al ritmo de las olas y de su nueva canción. Por dentro, tal vez, estaba destrozada. Quizás sus pies latían de dolor y su cadera se movía por inercia. Pero de ser así, nadie lo notó. Para todos fue evidente que esta artista nació con espíritu de tornado.
Desde las 6:00 de la mañana estaba en pie para el rodaje del video de su canción De sol a sol, que grabó junto con Reykon, Alkilados y Sebastián Yatra. Este grupo de jóvenes artistas colombianos se reunió para producir una historia de amor que, al tenerlos a todos juntos, se convierte en una especie de himno de la juventud. Todo empezó con Reykon, quien a través de las redes sociales invitó a Martina a participar en su nuevo proyecto. Ella aceptó por medio de una videorrespuesta pública en la que se mostró muy entusiasmada: “Tú di rana, que yo brinco”, dijo en su marcado y colorido acento costeño. De paso, además, convidó a Alkilados, quienes también quisieron formar parte de la producción y, a su vez, recomendaron incluir a Sebastián Yatra, que se sumó sin dudarlo. De mensaje en mensaje, la idea se creció.
De este modo se conformó este equipo de cuatro fantásticos con su mujer maravilla, que, antes de empezar a producir la canción, ya tenía a miles de fanáticos esperándola. “Ha sido un proyecto que me he gozado —le dijo Martina a Cromos—. Los seguidores de cada uno de nosotros se han unido. Hemos logrado ir en contra de la competencia que a veces es tan marcada en este medio para compartir una experiencia musical común”.
Por fuera del molde
Durante el rodaje del video en las playas de Santa Marta y La Guajira, Martina estuvo bendita entre los hombres. Ella, nacida en Córdoba —una tierra donde las matriarcas tienen más poder del que aparentan tener—, se sentía en su salsa y orgullosa de integrar el equipo. “Aún vivimos en una sociedad supremamente machista en la que se necesita un cambio de pensamiento sobre la mujer —comentó la artista—. Nosotras nos hemos esforzado por demostrar que somos capaces, pero todavía nos menosprecian, así que me siento muy honrada de participar en este proyecto”.
Martina empezó a darse a conocer en el videoblog Martina, ponte linda, con el cual ganó miles de seguidores por sus consejos de estilo y belleza. Su éxito digital continuó con sus divertidas clases de cordobés, que para ella son un homenaje a su tierra y para el resto del planeta son una herramienta para tratar de entender a los costeños. Así siguió avanzando. Actuó en la telenovela Oye, bonita y se convirtió en la diva de Gaira, el restaurante de los hermanos Guillermo y Carlos Vives. En ese escenario terminó de consolidarse como cantante —después de muchos años de vivir bajo la sombra de su hermana, Adriana Lucía— y eventualmente sacó su primer disco, en el que demostró que el peligro que la acompaña solo radica en la fuerza que arrastra, que te puede envolver y dejarte rendido a sus pies.
Caribeña a mucho honor, a Martina le cuesta escoger entre la cumbia y la champeta, y por eso no se esfuerza por encajar en ningún género. “La región de la que provengo es un lugar lleno de mezclas fascinantes. Cuando en mi pueblo aún llegaban embarcaciones, traían árabes, españoles, negros… Por eso en nuestras facciones se ve una combinación de culturas, así como en nuestra comida. Es normal ver fritos y kibbes en el mismo plato. Eso pasa en nuestra música y en prácticas tan tradicionales como los cantos de vaquería, donde hay rezagos del flamenco. Para mí los géneros son comerciales, la música es mucho más que eso”.
Esa incapacidad de las nuevas músicas de quedarse dentro de una sola caja es evidente en la canción que ha producido con su séquito de hombres, que ella describe como pop urbano. Podría pensarse que no es un género para bailar, pero ella todo lo baila, así que durante la grabación del video, y a pesar de los tacones tipo rascacielos, su cadera nunca se detuvo —lo cual no ocurrió con los artistas masculinos—. De esta manera confirmó su idea de que aquello que los hombres deberían envidiar de las mujeres es el umbral del dolor.
Así es Martina. Fuerte y carismática. Dulce y de carácter firme. Amante del mango biche y confesa pecadora ante la comida de su tierra. Una estrella innata que no va a permitir que la fama se le suba a la cabeza porque considera que el infierno queda en la calle del ego, y una mujer resplandeciente que, por estos días de reconciliación, invita con otra de sus canciones a cambiar el veneno por amor.
Fotos: Bavaria.
