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¿Comprar la camiseta de Dominic Wolf fomenta nuestro complejo de inferioridad?

Se escucharon muchos aplausos al influencer Dominic por anunciar que venderá su propia versión de la camiseta de Colombia. ¿Tan ciegos estamos que no vemos en su idea un escalón más de su ambición? ¿Nos está engullendo el complejo de inferioridad?

Por Alberto Ochoa Mackenzie
29 de agosto de 2023
Dominic Wolf es tendencia por vender sus propias camisetas de Colombia, pero ¿esto aumenta nuestro complejo de inferioridad?
Fotografía por: Pexels y @dominiccolombia

Vivir en Colombia no es para cualquiera. Los mismos colombianos no se aguantan la corrupción endémica, el terror en forma de hampa, la ausencia de empatía vial ni la violencia reciclada.

Este país es para sentarse a llorar y para soñar con una reencarnación, pero con otra cédula de ciudadanía. Hay un mito que reza lo siguiente: hay que ser colombiano primero para luego poder nacer en un país con garantías. Por supuesto, en otra vida.

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Pero no todo es trágico en la tierra del sagrado corazón. Aquí hay paisajes hermosos, gente simpática y una noche inigualable. Las fiestas en Cali les dan sopa y seco a cualquiera. Los que hemos vivido por fuera extrañamos la rumba, la salsa, y los buenos disc jockeys (se me viene a la cabeza la capital del Valle, Bogotá no porque aquí a cualquiera lo ponen de DJ en una discoteca).

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La comida colombiana también es sabrosa, pero a cierta edad ya empieza uno a saber que el gusto es adquirido. Cualquiera podría vivir sin bandera paisa, a nivel gastronómico quizás lo que más se extraña o se valora es la variedad de cafés y los desayunos.

Pero no vine a escribir de mi postura frente a los defectos crónicos y las bondades de Colombia. Estoy aquí para mencionar el caso de Dominic Wolf, el alemán que se está volviendo rico a costa de su amor por la tierra de Diomedes Díaz.

¿El influencer es un emprendedor? Sí. ¿Es un visionario porque con un discurso factura más que un ingeniero? La respuesta: ¡sí! Lo anteior, impajaritable, no lo vengo a descubrir. Pero sí me atrevo a manifestar que es difícil comerse el cuento patriótico que Dominic pregona en sus redes sociales.

¿Por qué Dominic Wolf atiza nuestro complejo de inferioridad?

Puede que a Wolf le fascine Colombia, pero que haya hecho de eso una mina de oro nos tiene que cuestionar como consumidores de contenido. Quiero hacer el ejercicio de imaginar a un colombiano radicado en Frankfurt que un día se convierte en influencer enamorado de Alemania. ¿Las principales cervecerías de ese país lo contratarían?

¿Mercedes Benz y BMW correrían agradecidos con contratos al visionario mestizo que resalta la magia de las tierras teutonas?

Dudo mucho que ese simple ejercicio se convierta en realidad. Hay una mentalidad muy propia de los colombianos que aplaude y alaba “lo extranjero”. Y Dominic Wolf dejó de ser un simple turista para convertirse en una máquina de producir dinero a costa de nuestra discriminación por lo propio en contraste con la ponderación de lo foráneo.

¿Lo de Dominic es apropiación cultural? “No lo sé, Ernesto, no lo sé”.

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Autor de la columna: Alberto Ochoa Mackenzie.

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