
El abrazo del tango en Bogotá
Milongas, academias, grupos universitarios, decenas de bailarines profesionales que abren compañías, dictan clases a domicilio y ganan premios mundiales de baile, además de un festival anual, hacen parte de la movida tanguera bogotana, que nada tiene que envidiarles a las de Medellín o el eje cafetero.
Se arregla el peinado frente al espejo. Las pestañas postizas están en su lugar; el vestido fucsia, con una transparencia que atraviesa su cuerpo, resalta una figura esbelta a pesar de los más de 60 años que carga encima. Los nervios propios de los artistas antes de salir a escena se toman el camerino de la Media Torta en Bogotá, donde Rosa Isabel Muñoz, ‘La Chava’, se retoca el labial de color encendido. Sus hijas Carolina y Claudia Liliana Acevedo estiran las piernas, los parejos se ponen las corbatas. Madre e hijas hacen parte de la única compañía familiar de tango en Bogotá, Tango danza.
Afuera, el público lleva dos horas soportando la llovizna dominguera de junio y disfrutando el show que cierra el Festival de Tango de la ciudad, apoyado por la Alcaldía. Quince días atrás, en la inauguración del evento, en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, cientos de personas le rindieron homenaje a ‘La Chava’, la bailarina más popular de la movida tanguera bogotana. Ella fue la primera, la pionera. Hace 35 años se enamoró del baile viendo una pareja ejecutarlo en la Casa del Tango, el primer bar que trajo ese aire a la capital. A ella, que la habían amamantado con el compás del 2X4 (como se conoce este género) en Pereira y Manizales, ciudades en las que nació y creció, solo le faltaba bailarlo. Aprendió con el ‘Che’ Arango, mítico personaje que fue también el primero en bailarlo de manera profesional en Bogotá.
Silvio Granados, Fabio Sánchez y Saúl Valenti hacen parte del grupo que toca viernes y sábados en el único bar que ofrece show de tango en vivo. Saúl es el dueño y salió de Cartago muy joven, dejó su carrera como juez y se dedicó a cantar y a tocar el bandoneón.
Isabel tenía 25 años. Nunca fue a una academia. Aprendió por instinto, abrazada al ‘Che’, y así recorrieron todo el país, ganaron festivales y concursos en Medellín, Pereira, Manizales y Cali, ciudades que por aquel entonces marcaban la movida tanguera en el país. Cansada de cargar a su marido como acompañante, le dijo un día que ella le enseñaba y así formó pareja con él durante 15 años. Fundaron academia, tal vez una de las primeras en Bogotá; crearon la compañía; les enseñaron a sus hijas, que saltaron al escenario antes de cumplir los siete años; actuaron en televisión en novelas como Quieta Margarita, Los Colores de la Fama y Las Aguas mansas. ‘La Chava’ libera una carcajada, después de apagar un cigarrillo. “Es que yo bailé con Luis Eduardo Arango y Moisés Arango. Pepe Sánchez me llamaba a sus producciones”, se regodea.
Su marido bailó hasta que el cuerpo le dio; ella siguió. Cuando enviudó, se secó las lágrimas pero no se bajó de los tacones ni del escenario. Consiguió un parejo 35 años menor que ella –Juan Carlos Ortiz– y con él cumple los contratos y presentaciones que todavía le llueven, incuso fuera de Bogotá. “Bendito Dios, he vivido del tango, con el tango levanté a mi hijas y todavía sigo viviendo del tango. Es que a mí esa música se mete por las venas y siento una pasión...”, dice minutos antes de salir al escenario. Allá hace piruetas inimaginables para su edad y derrocha su estilo arrabalero. La aplauden, la admiran, la ovacionan. Ella sale feliz, viva.
Las hermanas Carolina y Liliana Acevedo y sus parejos Fernando González y Pablo Posada, antes de salir al escenario en la Media Torta.
Bailan casi 24 horas al día, siete días a la semana. Son la pareja oficial de los actos que organiza la Embajada de Argentina en Colombia, cumplen contratos con empresas y ofrecen shows a particulares. Tienen su propia compañía de baile, una academia y dan clases a domicilio. “No queda mucho tiempo para milonguear”, dice Javier.
Juan David y Karla, recientes campeones de tango de salón en Cali, bailan Gallo ciego en la Academia Alma de Tango.
Eso es lo que más extraña Javier de Buenos Aires. “Allá hay milongas todos los días, que arrancan al medio día y terminan a las siete de la mañana del día siguiente. Aquí la noche es muy corta”, se queja. Pero reconoce, eso sí, que el nivel de los bailarines de tango en Bogotá es muy alto y que los colombianos se reconocen en el mundo por tener su propio estilo.
De hecho, Colombia ha tenido dos parejas ganadoras del Mundial que se realiza cada año en Buenos Aires. Diana Giraldo y Carlos Paredes lograron el título en 2006, durante la segunda versión del evento, en el que participaron 24 parejas colombianas. Diego Benavides y Natasha Agudelo ganaron en 2011, en tango de salón.
Pero la milonga es otra cosa. Es un encuentro romántico con la danza y la música. Los asistentes no tienen una pretensión distinta a disfrutar del abrazo y dejarse envolver por el compás, aprender, practicar. En Bogotá hay más de una veintena de milongas. Hay varias ya famosas, como la de los domingos en el Jorge Eliécer Gaitán a la que asisten, en promedio, un centenar de personas.
Las hay en Chapinero, en el Park Way, en el centro, en Galerías. En Toberín, hay una muy especial, promovida por Helena Benítez y Raúl Carvajal, quienes aplican cada domingo la teoría de que el tango sirve como terapia para superar enfermedades. De hecho, Helena da fe de aquello que médicos y especialistas en todo el mundo han llamando la ‘tangoterapia’. Ella recuperó la movilidad de una de sus piernas bailando, por sugerencia de una terapista estadounidense que la trató en Suiza.
Isabel Muñoz, ‘La Chava’, arrancó aplausos por su estilo arrabalero en la Media Torta, al cierre del Festival de Tango de Bogotá.
“En el tango tengo el apoyo de mi compañero, el abrazo me hace sentir mejor de ánimo y la caminata me sirve para recuperar el movimiento”, dice convencida de que no hubiera podido recuperarse metida en un hospital. Bailando se enamoró de Raúl y desde hace tres años, les enseñan a bailar a sordos, ciegos, personas mayores y enfermos de toda clase. Allí se comprueba que el tango es una danza universal.
Sin importar origen ni conocimiento, una pareja se une para disfrutar tres minutos de sensualidad.
Iván Ovalle, de la academia Alma de Tango, comparte la visión de Helena y Raúl. Explica que este baile también se usa como terapia de pareja. “Con el tango no se trata solo de aprender pasos y ejecutarlos. Hay muchas sensaciones que se viven con la pareja. En el tango no hablas, te comunicas a través del cuerpo. Yo recibo información de mi pareja todo el tiempo, de su respiración, del pelo, del cuello”.
Iván y Ginna Medina, su pareja de baile, son los bailarines de tango más cotizados de la ciudad. Son referencia para quienes inician y para los ya consagrados. Por su academia, en quince años, han pasado cientos de bailarines que hoy integran otras compañías y que han fundado sus propias academias. Fueron promotores de esta fiebre que tiene regadas por la ciudad milongas, academias, grupos universitarios, profesores particulares que dictan clases a domicilio y campeones de tango que recogen títulos en otras ciudades de Colombia y que se foguean en los mundiales de Argentina y Japón. “Un día se nos ocurrió organizar fiestas en las que los alumnos mostraban sus propias coreografías, nosotros se las montábamos y les conseguíamos los trajes”, recuerda Ginna.
Jairo Chacón y Fernanda Villamil son los bailarines principales de La Esquina del Tango. Se conocieron en Argentina mientras ella estudiaba tango y él hacía parte del Ballet Folclórico Nacional de Argentina. Él se vino de su país natal para casarse con ella.
Y trae a la memoria las críticas que recibieron cuando decidieron hacer propuestas novedosas. “No queríamos perder la esencia ni la tradición, pero queríamos tener estilo propio”, dice ella. Y lo lograron. Sus montajes son famosos. Ahora, el 10 y 11 de julio, en el Teatro Colsubsidio, presentarán Rayuela Tango.
“Es el baile de moda, cuando lo ves bailar te enamora”, dice Ginna sin dudarlo. Iván contrapuntea aportando que “el tango no ha pasado de moda” (nació en 1880) y explica que la idea generalizada que se tiene es que es música de despecho y melancolía, pero que también los hay alegres y graciosos. De alguna manera, no se puede rebatir al gran Enrique Santos Discépolo (autor de Cambalache) quien dijo que el tango es un pensamiento triste que se baila.
Destino tango
Un bar:
La esquina del Tango. Shows viernes y sábado a las 9 p.m. y 11 p.m.
Calle 53 A No. 27 A 15
Tel.: 8054549
Una milonga:
La milonga de Toberín
Helena Benítez
Calle 165 19 B 80.
Tel.: 2747972
Una academia:
Alma de Tango
Iván Ovalle y Ginna Medina
Cra. 22 No. 41 - 28
Tel.: 258185
Fotos: Juan José Horta.




