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¿El cambio climático es el culpable de los desastres naturales que vivió Colombia en el 2017?

Aunque aun no hay datos robustos que lo confirmen, se presume que les echó una mano para que fueran más extremos.

Por Redacción Cromos
13 de diciembre de 2017
¿El cambio climático es el culpable de los desastres naturales que vivió Colombia en el 2017?

La última alarma llegó con diciembre. La lluvia atronó sobre Bogotá después de la hora del almuerzo. Tumbó tres árboles e inundó el Aeropuerto El Dorado, una estación central de TransMilenio, un ‘deprimido’ en plena zona exclusiva de la ciudad y otras vías que por naturaleza ya viven congestionadas. La Unidad de Gestión de Riesgo prendió su sirena con cuatro llamados de emergencia: dos familias resultaron afectadas. 

 

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Esto les sonará a disco rayado. A que fue la misma noticia todo el año porque ocurrió más de cien veces durante las dos temporadas de lluvia, según los reportes del Gobierno. Que el agua cayó a cántaros, desbordó ríos, arrasó con la tierra y se llevó cuanto pudo, incluso vidas. ¿La  causa? Un desastre natural.

 

Mocoa, en la Amazonía, es uno de esos retratos imborrables que dejó el 2017. La capital del Putumayo, ubicada en la falda de una montaña y rozada por ríos y quebradas, fue embestida por varias crecidas en abril. El lodo, las piedras, partes de casas, de vehículos y de puentes sepultaron cerca de 17 barrios y causaron la muerte de aproximadamente 316 personas, entre ellas, 117 niños. 

 

COLOMBIA LLUVIAS

Las consecuencias del desbordamiento del río La Paila, en Corinto (Cauca).

 

La gente salió a decir que era una tragedia anunciada. La noche anterior el Ideam había emitido un boletín meteorológico sobre la intensa lluvia que caería. Los técnicos de Corpoamazonía lo habían advertido hacía nueve meses. La Universidad Nacional dijo que Mocoa hacia parte de su lista de "cabeceras municipales en riesgo" desde antes.  Y el Instituto Sinchi, investigadores por excelencia de la Amazonía, ya lo habían previsto dolorosamente, debido a la pérdida de bosque en la región. 

 

El ministro de Ambiente, Luis Gilberto Murillo, remató diciendo que alrededor de 500 municipios podían estar condenados a repetir esa historia, que vivían bajo riesgos de inundación y de deslizamiento. Porque "Colombia es un país muy vulnerable a fenómenos de variabilidad extrema de clima y de cambio climático", dijo el funcionario. E insistió que no era un juego. 

 

En esa declaración, frente a un país impresionado por la tragedia, hubo algo que los demás no se habían atrevido a mencionar: el famoso cambio climático. Un fenómeno al que nadie le atribuye la culpa y al que la ciencia apenas menciona cuando sucede un desastre natural, como si se tratara de un fantasma. ¿Por qué? 

 

El secreto está en entender las diferencias entre la variabilidad del clima y el cambio climático. Para hacerlo, el ejemplo más claro es comparar el estado de ánimo con la personalidad, sugiere Javier Mendoza, coordinador de la tercera versión de Comunicación de Cambio Climático del país, un profundo informe, sin otro igual en Latinoamérica, presentado hace tres meses por el Ideam y el Pnud. 

 

En palabras de Mendoza,“una cosa es la personalidad, que en este caso es el cambio climático: alguien echado para adelante, alegre, optimista. Y otra cosa son los estados de ánimo: que serían la variabilidad del clima, uno está triste un día, el otro está alegre, a la semana que viene estará deprimido o estará furioso". 

 

MOCOA AVALANCHA

Mocoa fue testigo de un aguacero equivalente a las precipitaciones de unos 30 días.

 

Por eso los expertos no se atreven a señalar al cambio climático como el culpable de los desastres naturales en Colombia. Porque aún las estadísticas no son concluyentes y una lluvia torrencial podría ser una variación del clima durante una hora, un día, un mes o un año. Diferente al cambio climático, que se manifiesta de manera permanente en un lapso de 30 años, de 50 años y hasta más, de acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Pero, si nadie asegura su implicación, por qué está en el centro de los debates ambientales. O por qué se estremeció el mundo cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que era un cuento chino para frenar su industria. Por qué se reúnen líderes de 193 países, primero en Francia y luego en Alemania, para hablar de él y de cómo combatirlo. Y por qué firman todos un texto guía para los gobiernos, bautizado como el Acuerdo de París. ¿A qué se debe tanto revuelo? 

 

Porque, al parecer, la personalidad está haciendo que los cambios de humor sean más extremos. Cada vez más la comunidad científica concuerda con el siguiente símil, asegura Mendoza: "Es como si el cambio climático se pusiera detrás y empezara a mover los hilos de la variabilidad".  

 

La fotografía del fantasma 

 

Los científicos tienen la certeza de que el cambio está sucediendo en Colombia y su fe se justifica en los datos. En apenas 44 años, de 1971 al 2015, la temperatura del país aumentó 0,8 grados. Le parecerá insignificante, pero la sierra nevada de El Cocuy ha perdido casi un 25% de sus picos cubiertos de hielo y de nieve desde entonces. Otros ecosistemas glaciares han corrido con la misma suerte. 

 

Aunque flotan otras pruebas. En los últimos 30 años, el registro de las precipitaciones a nivel nacional se ha vuelto más frecuente, al igual que los días secos, que cada año suman más. A ambos fenómenos también los relacionan con el cambio climático. 

 

De seguir por el mismo camino, aseguran los modelos, visitar San Andrés al final de siglo será ahogante. Cuando la temperatura haya subido 2,4 grados celsius más y las olas de calor en la isla sean insoportables y el agua del mar, al subirse, haya borrado las orillas actuales y el agua potable de los grifos no alcance para hidratarse. La misma historia contarán en Vaupés, Amazonas y Guianía, por mencionar algunos departamentos. 

 

El origen del problema

 

Desde hace 29 años más de un centenar de científicos asumieron la tarea de encontrar las causas y los efectos del cambio climático. Ellos, los IPCC, delegados de las Naciones Unidas y de la OMM, recogen desde entonces toda la bibliografía sobre el tema que se produce en el mundo. Por eso sus archivos han sido incuestionables al indicar que “el cambio climático es real y las actividades humanas son sus principales causantes”. 

 

GRANIZADA

Bogotá parecía cubierta de nieve, el pasado primero de noviembre.

 

Su explicación se basa en tres hechos que, científicamente, encajan a la perfección. Que los gases de efecto invernadero (GEI) concentrados en la atmósfera van de la mano con la temperatura mundial. Que esa concentración ha aumentado progresivamente desde la Revolución Industrial, y con ella, la temperatura. Y que el GEI que más abunda sobre el cielo, llamado dióxido de carbono (CO2), se produce al quemar combustibles. 

 

De ahí viene la energía, y por ende, la electricidad. El bombillo, el agua caliente, el motor del carro, las bombas que potabilizan el agua, los computadores, los teléfonos, los relojes y un sinfín de cosas que utiliza el 85,3% de la población mundial diariamente, según el Banco Mundial. Piense cuánto petróleo, gas y carbón habrá que quemar para cubrir la demanda planetaria. 

 

El caso colombiano 

 

MOCOA DIA2 G TORRIJOS

En Mocoa, 17 barrios quedaron triturados por piedras y lodo.

 

Hay otras fuentes de gases efecto invernadero. En Colombia, por ejemplo, el mayor dolor de cabeza proviene de los cambios en el uso de la tierra. De la ganadería extensiva y del metano que esas cabezas de ganado producen. Del destino que tiene su estiércol. O de las tierras que se incendian, las que fertilizan, en las que cultivan. Y la leña quemada. 

 

Esas actividades representan el 62% de los gases efecto invernadero que el país lanza a la atmósfera. Un total de 258 millones de toneladas de C02 cada año. Una de esas toneladas equivale, aproximadamente, al aire que cabe en una amplia casa de dos pisos. Así intenta dibujar César Ocampo, director de Colciencias, semejante realidad. 

 

Y eso que no es nada. La cuota colombiana de emisiones mundiales no alcanza ni el uno por ciento en comparación con lo que emiten países como China o Estados Unidos, que representan, en pareja, un 40 por ciento del total. 

 

Eso explica el sonsonete en que se ha convertido el cambio climático, pero no es para menos. "Este es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo", considera la ONU. Por lo menos el 98% de los colombianos ya lo reconocen como un problema real, según la encuesta más reciente del Gobierno. Y, por fortuna, después de escuchar de nuevo la misma noticia, saben que no es un juego.

 

Fotos: Gustavo Torrijos - Mauricio Alvarado - EFE.

Por Redacción Cromos

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