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“El camino espiritual es tener un sentido del bien en tu vida” Elsa Lucía Arango

El entonces presidente Uribe fue su paciente y la puso de moda, ahora vuelve a sorprender con su libro Experiencias con el cielo, donde cuenta su nuevo rol como médium.

Por Jairo Dueñas
26 de junio de 2015
“Camino espiritual es tener un sentido del bien en tu vida” Elsa Lucía Arango
“Camino espiritual es tener un sentido del bien en tu vida” Elsa Lucía Arango

“Camino espiritual es tener un sentido del bien en tu vida” Elsa Lucía Arango

Hace 30 años que la gente visita su consultorio en busca de curas alternativas para sus males.

 

Llega de manera sutil, apenas imperceptible, no ha terminado de saludar y de darnos la bienvenida cuando ya está buscando un arreglo floral para el lugar de la entrevista. Se roba la atención sin mucho esfuerzo. Su magnetismo se puede resumir en la cortesía que inspira con su mirada para escuchar todo lo que queramos decirle. Se concentra en la conversación con la ensoñación de la niña que pone un caracol contra su cara para oír el océano. Ese es su encanto. No tiene prisa. Solo una leve sonrisa en sus labios y unas ganas infinitas de prestar atención. Su piel tiene el color azucarado de una dama inglesa del siglo XVIII, con el porte y la misma parsimonia de la época. Le tiene sin cuidado revelar sus 56 años. No es muy alta. Tiene la estatura del presidente Uribe. No puedo evitar imaginarme a nuestra interlocutora con su impaciente paciente.

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Un hombre sano —le oí decir a un psiquiatra— es aquella persona que es capaz de contar su propia historia.

Sí, pero contarla sin distorsionarla. El tema es que todos distorsionamos nuestras historias. Y el más sano es aquel que es capaz de contarla con mayor objetividad.

 

Y hablando de historias, ¿Quién fue el que echó a correr la voz para que comenzara la procesión de presidentes, ministros y empresarios por su consultorio?

Sabes que no sé. Buenísima la pregunta.

 

De verdad, ¿no sabe?

No tengo idea. Yo te puedo decir cuál fue la paciente que me trajo a Álvaro Uribe. Sé quién es: Gisella Manrique. Pero antes de eso yo ya había visto a otras personalidades como Germán Montoya.

 

¿El secretario general de Virgilio Barco?

Sí, sí, sí. Germán venía todos los días. Y yo después me enteré de que lo consideraban el Presidente en la sombra, pero eso fue mucho después. 

 

¿Podría haber sido Germán Montoya el que le hizo publicidad? 

Podría haber sido él. Yo sé que él fue el que tuvo la valentía de tomarse las gotas en público. A él no le importaba para nada decir que iba a medicina alternativa, porque a los médicos alternativos, al principio, la gente nos miraba como si fuéramos… 

 

...¡Brujos!

Brujos o gente que no había hecho bien su trabajo en medicina.

 

¿Y atender a Alvaro Uribe también la impulsó?

Cuando Uribe llegó, yo ya estaba llena de pacientes, ya era conocida.  Lo que pasa es que cuando él llegó, obviamente,  con sus goticas y su franqueza para hablar de mí, hizo que mucha más gente me conociera.

 

¿Cómo le vende la idea al editor de su libro Experiencias con el cielo?

¿Tú crees que yo le habría presentado esa idea al editor? Por ningún motivo. Queríamos escribir con Annie de Acevedo un libro para niños sobre la muerte, entonces fuimos a presentarle la idea de que sí hay vida después de la vida, que las personas nos siguen acompañando, y le conté algunas de mis historias del consultorio.  Entonces, él me dijo: “¡no, el libro es para adultos, sobre ese tema!”.  Él fue el que me invitó, yo no habría escrito esto solita.

 

¿Con el libro le ha llegado otra clase de pacientes?

Me han llegado muchos más pacientes que quieren que yo hable con sus seres queridos ya fallecidos.

 

A todo escritor le preguntan para quién escribe. Yo le pregunto lo contrario, ¿para quién no escribió este libro?

No lo escribí para las personas que su oficio sea simplemente creer lo que ven con los ojos físicos. Hace poco a un sacerdote importante, le preguntaron que si era posible que las personas que se han muerto volvieran a dar un mensaje, y dijo que eso era imposible.  Ahí sí, no tengo nada que decir. (Sonríe).

 

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“Me han llegado muchos más pacientes que quieren que yo hable con sus seres queridos ya fallecidos”.

 
“La clave es la compasión”

 

¿Cómo define su oficio?

Puedo ayudarle al otro a que se haga responsable de su salud, pero si no hay conciencia, ahí no hay ni médico, ni paciente, ni nada. Gandhi decía que los magos negros de Occidente éramos los médicos. Mira esa frase tan dura. Cuando yo leía eso, decía ¿y a éste qué le pasa?

 

¿Qué hay detrás de ese frase de Gandhi?

Él decía que cuando una persona se enferma, por ejemplo, porque comió mal, el médico le da una medicina y no le dice nada más. Entonces, a la persona se le quita el dolor y vuelve y come mal.  O sea, no crece en conciencia, eso es magia negra decía Gandhi. Ya entiendes por qué yo no quiero ser un mago negro. 

 

¿Cuál es la clave en el ejercicio de su profesión?

Yo creo que es la compasión. Y compasión no es lástima. Compasión es que yo soy una parte tuya y estoy ayudándote con la misma calidez y cariño que espero que a mí me ayudaran si tengo una dificultad. Veo al paciente en igualdad, por eso es que lo regaño,  porque yo también me regaño, por eso es que le exijo, porque yo también me exijo.

 

¿Tiene contacto continuo con sus pacientes?

Continuo, porque los veo cíclicamente. Y soy de las que llamo y pregunto, cómo estás, qué te pasa. Algunos me escriben pero prefiero que me llamen por teléfono. Ahora con los jóvenes pacientes, a uno le toca decirles que WhatsApp no es el medio para contactarse con un médico.

 

¿Recibe muchos WhatsApp de sus pacientes?

¿Sabes qué? A veces toca ponérmeles brava y decirles: “este no es el medio para un médico, ¡llama! Son tres minutos en que ya resolvemos todo”. Mientras uno chatea, eso se vuelve una cosa insoportable.

 

“La gente busca disminuir el sufrimiento”

 

¿Su paciente más antiguo?

Tengo pacientes de hace 29 o 30 años. Ya me presentan a sus nietos. 

 

¿Qué se necesita para clasificar en su consultorio?

Que tengan una mínima disciplina, además honradez y que quieran hacer cambios. Hay gente que quiere unas goticas, que les ponga una inyección y que se les mejore la salud. Eso no existe o me vuelvo mago negro. Tengo un letrerito que dice, si usted está comiendo pescado, cerdo, no venga a que yo lo atienda.  Porque uno de mis requisitos es que no coman ciertos animales, que creo que son los que más causan enfermedad. 

 

¿Entonces, cuál es la carne más sana?

Yo no creo que haya carne sana. 

 

Yo pensaba que era el pescado…

A ver, elemental, mi querido Watson. ¿A dónde va todo la mugre de la humanidad?

 

¿Cuándo fue la última vez que comió carne?

Hace más de treinta años.

 

Y para la persona que no es tan radical, ¿Qué le recomienda? 

Que coma en mínima cantidad pollo orgánico, y en mínima cantidad ganado vacuno, mientras va pasando al otro lado. Cuando sabemos que el ganado está entre las principales causas del calentamiento global, no podemos criticar que haya gente haciendo locuras con el medio ambiente y tú estés comiendo carne. Creo que el mundo ya está dando algunos pasitos hacia hábitos éticos.

 

¿Qué buscan sus pacientes?

Yo creo que buscan salud y disminuir el sufrimiento. La gente quiere que uno le ayude a manejar sus emociones. Muchos buscan, por fortuna para mí, el camino espiritual. Y ese es el mejor paciente, el que más me gusta. Camino espiritual no es estar rezando y rezando, sino tener un sentido de bondad y del bien en tu vida.

 

¿Cuál es el perfil de sus pacientes?

Mujeres de todas las edades, entre los 18 y los ochenta y pico, hasta tengo mujeres de noventa... Maravillosas mujeres.

 

¿Por qué solo mujeres? 

Porque la mujer es mucho más sensible y activa en ser responsable frente al hecho de querer estar mejor. El hombre, con excepciones, solo cuando se ve súper estrellado contra la salud, va y busca ayuda. La mujer en eso es mucho más inteligente.

 

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“Ahora con los jóvenes pacientes, a uno le toca decirles que WhatsApp no es el medio para contactarse con un médico”.

 

La depresión, el mal de hoy

 

¿Cuál es el mal de la época?

Las personas viven cansadas, con tristeza, con depresiones a distintos niveles. 

 

Dígame dos causas de depresión.

Yo creo que la mala alimentación y los campos electromagnéticos que están alterando, seriamente, el funcionamiento cerebral. Hay estudios que demuestran que aumentan los síndromes de pánico, el insomnio, la fatiga y la depresión.

 

¡Y nuestra convivencia con el mundo digital es permanente!

Es la primera vez que en nuestra cultura  tenemos esta contaminación electromagnética, con el agravante de que la electricidad funciona  resonando con la misma frecuencia en que funciona la electricidad del cerebro, o sea, tiene entrada allí.

 

Unos consejos prácticos para evitar las ondas electromagnéticas.

No dejar cargando el celular al lado en la mesa de noche. Pónlo siquiera a dos metros. Si puedes usar manos libres o las bocinas de teléfono que hay ahora, maravilloso. Eviten hablar largo rato por cualquier medio, porque los teléfonos inalámbricos dan tanta radiación como un celular y si puedes conseguir celulares con gama baja y radiación, mejor. Ya se está usando una tecnología en Estados Unidos y lo he visto en Europa. Te pones un dispositivo y eso te descarga. Es volver a tener lo que usábamos, polos a tierra.

 

¿Polos a tierra para uno?

Para uno. Te puedes conectar con la mano o los pies o dormir en sábanas que están conectadas. Eso es un buen uso de la tecnología. Te conectas con los electrones que vienen de la tierra, te descargan de la contaminación electromagnética y te llegan electrones que son antiinflamatorios. La gran tecnología es volver a conectarnos con la tierra.

 

¿Para usted qué es un paciente sano?

Realmente es de las cosas que los médicos siempre pensamos, ¿qué es alguien sano? Yo creo que salud física completa no hay, pero es alguien que no tiene sufrimiento y que tiene un mínimo nivel de enfermedad. 

 

Alguien decía que el paciente sano es un paciente mal diagnosticado.

(Sonríe) Está buenísimo. Porque yo creo que es imposible que no haya algún tipo de patología en tu cuerpo, pero si tú la aprendes a llevar y estás contento, pues eres una persona que tiene bienestar general, a pesar de que tienes una enfermedad.

 

Una médica diferente

 

¿La última vez que lloró? 

Hace poco tuve que acompañar a dos pacientes al cielo. Ahí se me escurrieron las lágrimas. Eso fue hace una semana.

 

¿Cuándo se dio cuenta de que no iba a ser una médica cirujana como las demás?

En mi internado yo trabajaba en un hospital de enfermos terminales. Y ahí empecé a darme cuenta de que lo que había estudiado nada servía, pero nada de nada. Fuera de dar analgésicos y poner inyecciones para el dolor, ninguna enfermedad era curable ahí, todos los que llegaban allá eran intratables. 

 

¿Qué hizo entonces?

Con una abuela mía que también tuvo una enfermedad intratable, empecé a hacer el camino de las medicinas alternativas. Y empecé a aprender de la nutrición, que para mí es la base de la medicina. Ya lo decía Hipócrates: “que la medicina sea tu alimento y tu alimento sea tu medicina”.  A mí en la Facultad, y con mucho respeto a la Javeriana, no me enseñaron nada sano sobre nutrición, lo tuve que aprender después. La ayurveda, tal vez la medicina más antigua, lo primero que habla es de la nutrición, antes de cualquier cosa.

 

¿Qué le queda de Manizales, su ciudad natal?

De Manizales me queda el hablar, que es distinto al bogotano, ¿cierto? Y el concepto de familia y de valores que allá en la cultura paisa es especial. Los valores me parece que son mucho más claros, las personas son más lo que son, no tienen fachada, y eso lo agradezco enormemente.

 

Algo mágico de su infancia

Algo mágico de mi infancia fue, por ejemplo, leer a Lobsang Rampa. Para mí fue algo mágico entender que existía la reencarnación. Yo estaba pequeñita, tenía seis años, cuando me desencanté de todo y me volví atea, hasta que caí en la cuenta de que había un mundo maravilloso, que uno iba y volvía, iba y volvía, y volví a creer en todo.

 

Un personaje de cuento en su vida.

¿De cuento? El Principito.

 

¿No puede ser su tío Tomás Escobar?

¡Ahhh! (Sonríe), maravilloso que exista en mi vida. 

 

¿De verdad hablaba con personas fallecidas?

Habla. Sigue siendo sanador. Vive en una finca en La Tebaida, cerca de Armenia. Ese es un personaje total, debe tener alrededor de ochenta y dos años. Mira, unos tres años antes de que sucediera dijo que iba a haber un ataque a las Torres Gemelas por parte de unos aviones. 

 

¿Usted cree que heredó algo de su tío Tomás? 

Yo me sorprendí, pero empecé a heredar algunas cosas de él.  Parte del libro, Experiencias con el Cielo, es mostrar que se puede tener contacto con los seres que están, digamos, en el cielo, y que se puede aprender a verlos.

 

Apariciones en consulta

 

¿Qué fue lo que comenzó a ver?

En consulta empezaron a presentarse seres que estaban en el cielo o en camino al cielo, a consolar o a dar un mensaje a mis pacientes.  Entonces, para mí, eso fue algo novedoso, que de pronto yo me volviera intermediaria.

 

¿¡Intermediaria de seres del cielo!?

No es fácil definirlo. Era algo que no esperaba, yo les llamo presencias o visitantes del consultorio, y empezaron a aparecer en consulta, especialmente a consolar a gente que tenía duelo. Yo era la más sorprendida al principio. Decía ¿qué me pasa? Yo estoy alucinando, pero no. 

 

¿Cómo ocurren esas apariciones?

Me llega alguien y yo veo a su madre que ya murió, y su madre está con una falda; digo, “mira, tu mamá está y la veo con una falda”.  Mi paciente me dice: “sí, mi mamá jamás usó pantalón”. Ya eso es una cosa rara. Es clarísimo que yo veo una falda que tiene ondas, no es una falda lisa, entonces me dice mi paciente: “la falda que yo desde pequeña adoraba de mi mamá, era una falda que tenía orlitas”.  Ellos siempre se presentan con un código, una clave de identidad para mostrarme que son quienes son y que yo se lo pueda transmitir a sus seres queridos.

 

¿Esas imágenes las ve a color o en blanco y negro?

Yo las veo en luminosos y oscuros, como en un contraluz.  

 

Me imagino que hay gente que piensa que usted se enloqueció.

A la mayoría le encanta. ¿Sabes qué? El paciente lee la honestidad que hay en mí. Al principio me costaba mucho hablar, pero yo entendía que la persona —el ser de la otra dimensión que estaba llegando ahí—, confiaba en que yo iba a ser un canal para comunicarse con la persona en duelo. Entonces, si me quedaba callada, estaba siendo deshonesta con uno, y si hablaba estaba siendo honesta con los dos. 

 

¿Pero no hubo escépticos?

Que me lo hayan dicho, no.  No sé si salieron diciendo: “¡ésta loca!” (Sonríe). Pero todos salieron agradecidos, con los ojos húmedos.

 

De niña, ¿tuvo alguna experiencia así? 

No, no. Mi hermana, María Isabel, sí. Ella cuando era chiquita le decía a mi papá: “yo le veo unas ruedas de energía a las personas”. Y mi papá, que sí conocía alguito de Oriente, le decía:  “yo no veo lo que tú ves, pero sé que hay otros que ven lo que tú ves”. Nunca la descalificó y ella estaba viendo los chacras.  Yo nunca.

 

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“Camino espiritual no es estar rezando y rezando, sino tener un sentido de bondad y del bien en tu vida”.

 

¿Hasta dónde el orden y hasta dónde el caos en su vida?

Hay que tener un poquito de desorden, porque si no la naturaleza se desordena.  

 

¿En qué es desorganizada?

Mi cuarto de meditación y mi biblioteca son penosos. A una de mis amigas le decía —sobre todo cuando mi mamá estaba viva— que si yo me llegaba a morir, ella se encargara de sacar mis cajones, para que mi pobre mamá no tuviera que decir: “mi hija se murió y, además, mira lo desordenada que era”. (Sonríe).

 

¿Y cuándo murió?

Mi mamá, Margarita, murió hace dos años. A ella la menciono mucho en el libro, porque ella fue la artífice de que aprendiéramos a mirar la muerte de un modo distinto. Ella siempre nos decía que la muerte era ir al paraíso, que nunca le temiéramos, que aprendiéramos a hablar del tema.  Ella fue huérfana y hablaba de la muerte con toda tranquilidad. 

 

¿Por qué no le gusta vestirse de negro? 

Porque creo que eso sí bloquea la energía.  Hay que ponerse colores. Sí tu fueras un niño chiquito, ¿cómo querrías ver a los adultos? ¿De colores o negro?

 

De colores.

¡Ah! Entonces ahí tienes la respuesta. Tendríamos que usar colores. 

 

¿Qué hace en sus ratos libres?

Si puedo irme a caminar a la montaña, esa es una de las cosas que más me gusta. Meditar  me encanta, leer, hacer mandalas, estar con mis amigas...  Y no es que tenga mucho tiempo libre. Ahora me encanta estar con mi nieta Ananda, que significa alegría en sánscrito.

 

¿Y el tenis?

¡Me fascina! ¡Y juego muy bien! Chris Evert me encantaba.

 

¿Qué le da dolor de cabeza?

Si llegara a comer nueces del Brasil. Es lo único.

 

¿Un mal día para hablar con usted?

¡Ayyy! Cuando no he podido dormir.

 

¿Le cuesta?

No, me encanta dormir. Pero si he tenido que trasnochar atendiendo pacientes, yo sé que no es lo mejor para mí.

 

¿Alvaro Uribe sigue siendo su paciente?

No, no, no. Uribe fue paciente mío el primer período, el segundo período ya fue muy raro que nos viéramos.

 

Fotos: David Schwarz

 

 

 

Por Jairo Dueñas

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