Acabo de regresar de un viaje a Colombia con ACNUR, en el que tuve el privilegio de conocer a algunas mujeres increíblemente valientes, pero muy vulnerables. Como fotógrafa, viajar a Colombia fue una oportunidad extraordinaria; pasar tiempo en las comunidades, conversar con mujeres y documentar sus vidas, utilizando la fotografía para contar sus historias.
Colombia tiene una población de 48 millones de personas, de las cuales 7 millones son desplazadas internas, obligadas a abandonar sus hogares. Para ponerlo en perspectiva, eso equivale a casi la población total de Hong Kong siendo obligada a dejar sus casas.
El conflicto en Colombia, que ha ocasionado que muchas personas abandonen sus hogares, ha causado estragos por cincuenta años y no muestra una promesa inmediata de concluir. Grandes regiones del país siguen siendo controladas por grupos armados tales como las FARC, el ELN y el EPL. Gobiernan localidades, frecuentemente forzando sin piedad a la gente a dejar sus tierras bajo amenazas y recurriendo a la violencia sexual. Fue muy obvio para mí que muchos colombianos todavía viven con un gran temor, bajo la amenaza constante de violencia e incomprensibles atrocidades inminentes sobre ellos. Me impresionó descubrir que, en promedio, una persona desplazada interna en Colombia ha sido forzada a dejar su hogar no una ni dos veces, sino cinco veces.
Sigue a Cromos en WhatsAppMi objetivo era fotografiar mujeres inspiradoras y transmitir sus historias, experiencias y esperanzas. Desde la emprendedora Maribeth, a la hip-hopera Angie y la valiente y orgullosa Felisa, todas estas mujeres han demostrado un valor extraordinario, resiliencia y poder. Con frecuencia me encontré fotografiando por los agujeros de la envoltura plástica que usan para proteger sus precarias casas de la lluvia, como una metáfora del orificio que tienen en sus corazones por extrañar sus antiguos hogares, sus comunidades y todas sus preciadas pertenencias.
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Helena Christensen hizo parte del codiciado y selecto grupo de Ángeles de Victoria´s Secret en los noventas.
Foto 1 (arriba): Helen junto a al famoso diseñador Valentino, Linda Evangelista y Karen Mulder en 1995.
Foto 2 (inferior izq.): Helena Christensen en 1996 durante un desfile de Victoria´s Secret en la ciudad de Nueva York.
Foto 3 (inferior derecha): Helena Christensen luciendo un bellísimo traje plateado diseñador por Randolph Duke en 1997.
Viajamos al barrio de Soacha, un asentamiento hacinado sobre una cantera de arena como a una hora de Bogotá, en donde conocimos a la increíble Maribeth Palacios de 41 años, quien vive en el barrio Altos de la Florida y trabaja como cocinera y bailarina tradicional. Tiene cuatro hijos, de 19, 17, 8 y 6 años, y vende deliciosos platillos hechos con arroz, carne y muchas especias envueltos y cocidos al vapor en hojas de vijao. Ama hacer el tradicional baile chocoano y lo enseña en los barrios, algo que ella dice la hace feliz: “mi espíritu es feliz cuando bailo y estoy en otro mundo”. Maribeth fue desplazada del departamento del Chocó en la costa Pacífica cuando tenía 7 años y hombres armados dispararon y asesinaron a su madre y a su hermana. Huyó y nunca ha regresado a su pueblo. “Estoy muy asustada y ha pasado mucho tiempo”. Maribeth sueña con abrir su propio restaurante tradicional chocoano en Bogotá y dar más clases de baile para niños locales.
También conocí a Mercedes, de 55 años, una experiodista radiofónica, abuela y ahora lideresa de la comunidad. Su hijo de 17 años fue brutalmente asesinado el año pasado. Le dispararon afuera de la panadería local. Abatido a tiros a plena luz del día frente a sus amigos. Nadie sabe por qué, pero todos saben quién es el responsable. Sospechan que fue un castigo por rehusarse a ser reclutado por la pandilla local. Mercedes nos enseñó orgullosa fotos de él, muy guapo en su uniforme de fútbol como un “joven Ronaldo”. Ella me dijo: “voy a pelear por justicia para mi hijo, pelearé por mi comunidad y para apoyar a las mujeres que han sido violadas y abusadas. No tengo miedo de lo que me pueda pasar. Nuestra comunidad necesita justicia y estoy orgullosa de ser una lideresa en mi comunidad y una activista”. Yo pensé en mi hijo de 15 años y las lágrimas brotaron de mis ojos. Simplemente no puedo imaginarme experimentar algo tan horrible como eso y sé en mi corazón que yo también pelearía por mi hijo, sin importar las consecuencias.
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Marilyn, de 8 años, es hija de Maribeth, estudia en la escuela local de Soacha y ayuda a su madre con la cocina, preparando y vendiendo pasteles y comida chocoana tradicional.
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La ex modelo compartió con varias mujeres de Soacha, escuchó sus historias de liderazgo en un barrio donde no tienen acceso a servicios públicos esenciales, educación ni atención médica.
Conocimos a Angie, de 29 años, madre soltera de dos hijos. Ella compartió su angustiosa historia de supervivencia: desplazada desde los 6 años y siendo testigo del violento apuñalamiento de uno de los amigos de su hermano. “Lo apuñalaron 25 veces”, me dijo. Su familia huyó y fue separada de su madre. Posteriormente, se volvió adicta a las drogas y tuvo que vivir en las calles, impulsada por el miedo y el odio a sí misma, rodeada de agresión y peligro.
Por suerte encontró un grupo de beneficencia que la acogió y protegió. Fue ahí en donde se volvió creyente de Dios. Su fervor religioso es tan fuerte que tiene la Biblia abierta junto a su cama. Angie usa sus habilidades para entrenar y practicar hip hop, y rapea con niños locales. Su organización se llama Salvando Vidas y ella espera poder ser una profesora capacitada algún día, para ayudar a los niños a dejar las calles. “Cuando canto siento calma y mi alma es libre”, dice mientras sonríe, “ahora soy feliz viviendo en Soacha. Creo que ACNUR salvó mi vida y comienzo a sentirme segura por primera vez”. ACNUR trabaja con estas comunidades, ayudándolas a tener acceso a tierras y apoyando su reasentamiento. “Una clave de nuestro trabajo es ayudarlos a integrase a las comunidades, para que no estén estigmatizados y aislados en sus hogares”, me dijo Stephane Jaquemet, el Representante de ACNUR en Colombia.
“Trabajamos con el gobierno local para asegurar que los asentamientos sean legalizados, y una vez logrado esto, el municipio tiene que proveerles agua, salud y educación. Estamos trabajando por este objetivo en muchas comunidades ya que hará una diferencia fundamental en los derechos de las personas a tierras, educación, agua limpia y segura, y también modos de subsistencia”.
Manejamos por muchas horas hasta una reserva aislada en Arauca, cerca de la frontera con Venezuela, para conocer Makaguán, una comunidad indígena en peligro de extinción física y cultural. Han vivido en aislamiento por los últimos cuatro años y sus casas provisionales, rodeadas de bolsas de plástico y cercas de alambre, recuerdan a una prisión y están directamente al lado de una base militar. Al estar tan cerca de la base con frecuencia son blanco de grupos guerrilleros y me mostraron donde había explotado una bomba dentro del complejo, cerca de las viviendas improvisadas. Conocimos y fotografiamos a la comunidad entera, con los niños compitiendo por el lente de mi cámara, tratando de tener mi atención por cualquier medio, ¡inclusive si eso significaba que me mostraran a sus iguanas!
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Helena conversa con Ismelda, una mujer del resguardo indígena de Makaguán, en Arauca, donde estuvo documentando historias de mujeres inspiradoras en entornos de vulnerabilidad.
Conocí a Felicia, de pie, orgullosa con su traje tribal, quien me dijo que habían tenido que huir de sus tierras. Recordó cómo la antigua reserva estaba llena de frutas, yuca y plátano, y cómo podían pescar, atrapar serpientes y ranas, y tener una dieta variada y balanceada: “para hacer que la comunidad se sintiera amenazada, las guerrillas torturaron a un joven líder y luego lo mataron brutalmente. Tuvimos que huir por nuestra seguridad. Ahora no tenemos nada. No podemos trabajar, no tenemos nada qué hacer y no tenemos futuro. Sueño con estar en nuestras ricas tierras de nuevo, rodeada por el bosque, el río y los animales”.
"Me impresionó descubrir que, en promedio, una persona desplazada interna en Colombia ha sido forzada a dejar su hogar no una ni dos veces, sino cinco veces".
Casi todas las mujeres que fotografié tenían una historia que compartir de violencia, abuso sexual, miedo y trauma. Todas habían tenido que mudarse muchas veces y han enfrentado la pobreza extrema y el desempleo, junto con una severa carencia de alimentos. A pesar de esto, todavía tienen esperanza y a medida que el día concluía conocí a la inspiradora Soreli Martínez de 15 años. Soreli me dijo que ella no deseaba casarse, sino que desinteresadamente quería capacitarse para ser enfermera, pues quería ayudar a la gente. “Mucha gente en mi comunidad se enferma, ya que hay mosquitos y enfermedades. Quiero ayudar y tener la libertad de estar a cargo de mi propia vida”.
Mi corazón está con Soreli y sus valientes ambiciones. A pesar del océano de machismo y violencia, ella quiere hacer una diferencia —este fue el sentimiento predominante que comparten todas estas mujeres con quienes hablé—. Al mismo tiempo que enfrentan increíbles dificultades, hay un rayo de esperanza de una vida mejor para ellas y sus hijos que todavía brilla. Espero que mis fotografías puedan ser una plataforma para que ellas compartan sus historias, una narrativa que provea inspiración y apoye el importante trabajo del ACNUR de brindar cobijo y seguridad para estas mujeres, ofreciéndoles la esperanza vital de un futuro mejor”.
Fotos: Helena Christensen/Latinstock