
La historia de la periodista que se carteaba con Pablo Escobar
Silvia María Hoyos era una periodista más que resultó envuelta en el torbellino de violencia que envolvió a Medellín en plena guerra contra Pablo Escobar. Era redactora económica de RCN radio y corresponsal del noticiero TV Hoy, pero por esa turbulenta realidad terminó cubriendo orden público como todos los reporteros de la ciudad. Todos, sin importar si eran de deportes o política, tenían que cubrir la explosión de una bomba, el asesinato de policías (hasta ocho en un día) o de algún líder social o político.
A Silvia le tocaron de cerca tres muertes a causa de esa guerra sin sentido entre el Estado y el capo: la de su tío, el procurador Carlos Mauro Hoyos, asesinado a sangre fría el 25 de enero de 1988; la del gobernador Antonio Roldán Betancur, cercano a ella por las obras sociales que realizaba, quien cayó en un atentado perpetrado el 4 de julio de 1989; y la de su amiga y colega de Caracol Radio Myriam Naza, quien murió junto a otras 12 personas en el estallido de un carro bomba el 28 de junio de 1990.
Era mucho dolor acumulado, muchas heridas sucesivas sin sanar. Pero había que seguir. Silvia había crecido oyendo el radio que su padre dejaba prendido casi todo el día en su casa, y desde muy niña había soñado con ser periodista de radio. Y lo había logrado. No se imaginaba haciendo otra cosa, a pesar de que a veces quería salir corriendo. Solo había dos terapias que lograban apaciguarle el alma: una era soñar con hacer documentales y películas; y la otra, era recibir ayuda del médico alternativo que estaba tratando a su marido para que saliera de la adicción a la droga.
Solo así se lograba mantenerse en pie. De tal forma que cuando llegó el año 1991, el más violento de todos los años más aciagos para Medellín, y recibió la inesperada noticia de que sería madre (ya había perdido toda esperanza por un diagnóstico médico desfavorable), pensó que no tenía sentido traer al mundo a un hijo cuando en su ciudad habían muerto, solo ese año, 7.081 personas.
Y para completar el sinsentido, se enteró de su maternidad mientras hacía guardia, como cientos de periodistas, cerca de La Catedral, esperando la entrega de Pablo Escobar a las autoridades. Era el quinto intento de sometimiento, pero por el movimiento que se observaba en el lugar, parecía que ese sí se concretaría.
Silvia llevaba algún tiempo rumiando la idea de escribirle a Escobar, pero fue solo cuando recibió la noticia de su embarazo, por cuenta de unos exámenes de rutina que les hicieron a los periodistas que se apostaban cerca de la Catedral, que tomó la decisión de concretarla.
“Me obsesioné con escribirle y empecé a planear la manera de hacerlo, así que observé lo que sucedía alrededor y vi que había un camión con carpa, de ese que transporta ganado, que entraba el jacuzzi y los azulejos, así que le puse el ojo al conductor”, cuenta Silvia a CROMOS, mientras alista el lanzamiento de su obra en la feria del libro de Medellín.
Al día siguiente de la entrega de Escobar, Silvia se animó y le dio al conductor del camión un sobre con una nota. “Entréguesela a su patrón”, le dijo. Para su sorpresa, el hombre le contestó: “Sí, con mucho gusto”. Ella quedó atribulada. No pensó que resultara así de fácil. Pero más perturbada quedó cuando ese mismo día, hacia las 7:30 de la noche, el señor del camión le entregó un sobre con la respuesta.
“Yo había oído decir que a Escobar le gustaba escribirle cartas a mucha gente, pero en realidad no pensé que me contestara, y menos así de rápido”. A partir de ese momento, empezó un intercambio epistolar entre el capo y la reportera que hoy, 24 años después, se da a conocer a través del libro Los días del Dragón.
Silvia aclara que no se trata de un libro sobre Pablo Escobar. “Tiene las cartas como un documento para la memoria, pero lo que quise hacer fue un retrato de la ciudad, entre 1987 y 1991, desde el punto de vista de una reportera, de una madre, de una mujer. Es apenas un intento más por contar esa historia, desde un ángulo más íntimo y personal”, reafirma.
La periodista explica que escogió ese lapso porque fueron los cuatro años más duros para la ciudad y para el país, con los secuestros, los carrobombas, el asesinato de policías, y un proceso de paz con el M19 que enrarecía aún más el ambiente en las comunas. “Tuvimos días de 45 muertos en 24 horas”, recuerda.
Y cuenta que las preguntas que empezó a plantearle al capo estaban relacionadas, en parte, con la hija que venía en camino. “¿Cómo le habla uno a su hijo pequeño de la muerte? ¿Qué podría decirles un personaje como Pablo Escobar a sus hijos sobre ella? ¿Cómo se le podría hablar a un ser que venía en camino acerca de los restos de la ciudad a la cual iba a llegar? ¿Cómo lo haría él? ¿Qué le diría yo al bebé que esperaba? ¿Eso cómo se hacía?”.
Algunas de esas preguntas se quedaron sin respuesta concreta. Para sorpresa de Silvia, Escobar le habló de sobre su idea acerca de las mujeres, del homosexualismo y de la droga, de las charlas que tenía con su hijo. “Me desconcertó mucho. Eran cartas muy largas, de ocho cuartillas”, anota.
El intercambio se cortó cuando Silvia recibió amenazas de muerte por parte de uno de los abogados de Escobar, quien la acusó de haber revelado apartes de la indagatoria de su cliente ante la justicia. Silvia se asustó y solo atinó a escribirle al capo para pedirle que le perdonara la vida y explicarle que ella no había tenido nada qué ver con el asunto de la filtración periodística.
“Me asusté mucho porque esa respuesta se demoró varias semanas y fue muy lacónica. En ese momento dejé de escribir”. Silvia reconoce que su temor duró varios años después de la muerte de Escobar y por eso no publicó las cartas. Recordaba el compromiso que había adquirido con él de no revelarlas.
Lo que sí hizo hace unos años fue facilitarle las cartas a la familia de Escobar. Ella misma se las hizo llegar a los hijos de él, para que Manuela, la hija menor, las utilizara como parte de la terapia psicológica de recuperación por los fuertes traumas que sufrió al saberse hija del hombre que aterrorizó el país.
Hace unos años empezó a escribir un guion para grabar una cinta con la historia de las cartas, pero nunca quedó satisfecha. “Llegué a pensar que eso no era para un audiovisual, sino para una crónica, así que empecé a escribir sin afanes, sin presiones, con el tiempo suficiente para corregir y corregir”.
El producto final es este libro que le deja como lección a Silvia que cada historia tiene su momento y que para ella este proceso le ayudó a sanar heridas, a calmar la rabia. Un mensaje muy coyuntural para el momento que vive el país. “Me siento tranquila, pienso en el país y veo lo importante que es perdonar y ayudar a curar.
Cuando le pregunto si cree que por ser mujer Escobar le contestó las cartas, Silvia guarda silencio y al cabo de un rato reflexiona. “Creo que sí tuvo algo que ver, porque le hablé como madre y está claro que a él lo único que lo conmovía era su familia. Incluso a mí también me conmovía su hija. Yo pensaba mucho en el sufrimiento de esa niña, porque a mi hija, muy pequeña le diagnosticaron trastorno de ansiedad por miedo. Si eso le pasó a mi chiquita, ¿cómo sería la vida de esa niña?, pensaba yo”.
Fotos: cortesía.

