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"Nacieron mis alas y volví a volar y a volar más alto", Natalia Ponce de León

Después de dos años de encierro mental y espiritual, ella abrió sus alas y voló en busca de libertad y justicia.

Por Natalia Roldán

07 de marzo de 2017

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“El año pasado renací. Finalmente, después de 24 meses atrapada por el sufrimiento, el miedo, la inseguridad y la rabia, volví a ser libre. Cuando me quité la máscara, también me quité de encima ese montón de prejuicios bobos que llevamos en la cabeza sobre la belleza y empecé a valorar realmente la capacidad sanadora y potenciadora que tiene el amor propio. Entendí, más que nunca, que si uno no se quiere, no avanza. Así que este fue un año de quererme y de dimensionar, realmente, la energía de mi fuerza, el poder de mi valentía y el alcance de mis ganas. Fueron muchas semanas de crecimiento mental y espiritual. 

 


La liberación empezó en enero, cuando el presidente Juan Manuel Santos sancionó la Ley 1773 de 2016, o ley Natalia Ponce de León, por la que trabajé desde que fui atacada y que establece que aquel que cause daño a otro por medio del uso de cualquier agente químico recibirá una condena de entre 12 y 50 años de cárcel. Había que aumentar las penas. Quien considere realizar un ataque como el que yo tuve que sufrir, ahora lo pensará dos veces, porque todo el peso de la ley le caerá encima. 

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Ese día, en el Palacio de Nariño, me quité la máscara por primera vez, y sentí como si hubieran abierto las puertas de la prisión en la que viví por casi dos años. Todo cambió. Encontré una manera de sobrevivir y un rumbo. Además, meses más tarde, terminé de quitarme las cadenas que me anclaban al dolor del pasado cuando condenaron a 21 años de cárcel a Jonathan Vega, mi atacante, a quien encontraron culpable del delito de tentativa de homicidio agravado. Nunca me gustó el asunto judicial, así que fue muy satisfactorio cuando por fin pude cerrar ese capítulo. En ese momento terminé de confirmar que sí se puede lograr lo que uno se proponga. Este año fue morado, definitivamente. Color esperanza. 

 

 

Renacer de las cenizas


Este fue un año de no parar. Tuve el honor de recibir condecoraciones de la Policía, el Congreso, el Consejo de Bogotá, la Aeronáutica Civil, el Ejército y varios colegios. Me independicé. Recibí el premio que, cada año, se les otorga a los diez mejores líderes de Colombia, y la BBC de Londres me incluyó en la lista de las cien mujeres más influyentes del mundo. 

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Gracias a la BBC, tuve la oportunidad de volver a Londres –donde viví por muchos años–, a recibir el premio Outlook Inspirations, entregado por el programa de radio Outlook, que celebraba su aniversario número 50. Estuve en Inglaterra alrededor de un mes y fue maravilloso. Me reencontré con amigos y reviví recuerdos. Me llené de oxígeno, cogí impulso en medio de la evocación de ese pasado feliz y volví renovada a impulsar a otros. 
He dado muchas charlas para transmitir mi mensaje de coraje, perdón, valentía y amor propio. Estuve en Medellín, Manizales, Villavicencio y Panamá. Fui conferencista del foro Women Working for the World 2016. Hablé frente a los estudiantes del Colegio Nueva Granada y de varias escuelas públicas. Participé en el panel que realizamos durante la inauguración de la exposición Máscaras de coraje en Nueva York, en la que presentamos obras de Jorge Oviedo y de mi hermano, Camilo Ponce, con las que pretendíamos mostrar la experiencia a la que se enfrentan las personas que han sido atacadas con ácido.  

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También formé parte del proyecto de Ram Devineni y otros artistas indios y norteamericanos, quienes crearon Priya’s Shakti, una premiada serie de cómics que hace referencia a la violencia de género en el mundo. La primera edición contaba la historia de una víctima de violación y, la segunda, habla sobre los ataques con ácido. Ram se enteró de que en Colombia era un crimen frecuente y me contactó para involucrarme. Así me convertí en una sobreviviente animada. Él presentó esta edición en Nueva York y en India, y luego me acompañó en el lanzamiento que realizamos en ArtBo. Ahora estamos buscando una editorial que se anime a publicarla –ya que está en español–, para repartirla en colegios, escuelas públicas, librerías… Queremos unirnos para educar a través del arte y la literatura.    

 

 

Cambiar el mundo


Estoy segura de que muchas otras víctimas de ataques con ácido pueden renacer de las cenizas. Lo he visto. He conocido personas maravillosas que han sufrido como yo, que me han enseñado muchas cosas y que han tenido el valor de sobrevivir. Necesitamos unirnos para que ninguna se rinda, para que sientan que la ley está de su lado, para que entiendan que hay esperanzas y oportunidades para salir adelante. Por eso creamos la Fundación Natalia Ponce de León, para promover y defender los derechos de las personas que han sido atacadas con ácido, y para trabajar activamente para que la justicia actúe y, de esta manera, llegar a ver el día en que este crimen desaparezca. Colombia llora sangre las 24 horas del día, tenemos que hacer algo para detener tanta violencia.  

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Este año hemos hecho avances muy importantes desde la fundación. Creamos un convenio con la Universidad del Rosario y la Fundación Probono, para garantizar el apoyo jurídico gratuito a las víctimas de ataques con sustancias químicas. De la misma manera, se han generado alianzas con el Ministerio de Justicia, la Fiscalía y Medicina Legal. Hemos ido de puerta en puerta para que las grandes instituciones se unan a nuestra causa, para acabar con la impunidad. 

 


También estamos trabajando con la Secretaría de la Mujer, para empoderar a las víctimas y desarrollar proyectos de reinserción laboral. Estas personas tienen que rehacer sus vidas y, para poder hacerlo, necesitan oportunidades de trabajo. Muchas están de brazos cruzados porque no consiguen quién las emplee. 

 


Por otra parte, estamos en contacto con el Ministerio de Salud. La Ley 1773 establece que se desarrollará una política pública de atención integral, médica y psicológica, a las víctimas de ataques con ácido; por lo tanto, nosotros trabajamos para que la ley se cumpla y para que las EPS respondan por los costos de estos casos. El tratamiento para las víctimas ha sido considerado un procedimiento estético y en la mayoría de los casos no había sido cubierto por el sistema de salud.

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Resistencia al dolor


Nada de esto ha sido fácil. Yo continúo con mi tratamiento médico y creo que este año tuve que resistir más dolor que nunca. Aunque 2016 fue espectacular, me gustaría olvidar eso, el dolor. Los médicos tenían que hacerme un tratamiento con láser y yo me las di de MacGyver y les dije que lo hicieran en todo el cuerpo de una vez. El proceso, básicamente, implicaba volver a quemar la piel, así que la tenía en carne viva. Tal vez el sufrimiento físico se va olvidando, pero yo no recuerdo haber sufrido tanto en mi vida. Ese es el broche de oro con el que cierro el año, y tengo cirugías el resto de diciembre. 

 


La fortuna es que sé que, eventualmente, volveré a olvidar el dolor. Y seguiré adelante. Me espera un 2017 agitado en el que debo conseguir fondos para poder ayudar a las víctimas y cambiar la agresividad de este país. Además espero viajar y continuar con mis charlas, para las que tengo que mejorar mis habilidades oratorias –no es fácil hablar ante tanta gente–. Quiero difundir mi historia a todos los rincones del planeta, así que estamos trabajando en un documental y ya incluso presentamos una propuesta a HBO. Además sigo en conversaciones para hacer realidad, más pronto que tarde, otro de mis sueños: construir una unidad de quemados que les brinde a todas las víctimas las oportunidades que yo he tenido”.

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Fotos: Camilo Ponce de León.

Por Natalia Roldán

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