'Ni muerta dejo de vivir', el canto a la vida de Andrea Guzmán

'Ni muerta dejo de vivir', el canto a la vida de Andrea Guzmán

Andrea Guzmán habla rápido. En cada respuesta une una frase tras otra, ya sea para referirse a su familia, al equipo de trabajo de su obra teatral, a sus hijas, a su esposo, a su experiencia actoral, a sus rutinas de ejercicio. Tanto por contar y por vivir. Así es ella, apasionada e intensa. ¡Y disciplinada! No de otra  manera podría cumplir con sus tareas en casa, los ensayos de la obra, las entrevistas, los cuidados de sus dos pequeñas hijas, la salida con su mejor amigo que llegó de Nueva York y no se veían hace un año y más, porque en su vida siempre hay más. 

Ya son 20 años de trabajo. Todo empezó con Padres e Hijos, cuando aún estaba en el colegio e interpretaba, a sus 15 años, a María Fernanda. De esos días, el recuerdo se tiñe de cariño, por todo el apoyo que recibió, para seguir con los estudios y responder al llamado de su pasión: el teatro. 

 Hoy, Andrea tiene en escena la obra Ni muerta dejó de vivir, una pieza de teatro musical, en el que hace un recorrido por la vida de una mujer llamada Manuela Mejía, quien, a la hora de su muerte, transita por sus deseos, amores y desamores, enfados y alegrías, para concluir que, como escribió Gabriel García Márquez, “La vida es la cosa mejor que se ha inventado”. 

“Las mujeres solo buscamos a alguien que nos quiera y nos acepte como somos… ¡Desquiciadas!”

“Es un proyecto que surgió hace 5 años cuando viví en Londres. La ciudad me despertó la pasión por el género del teatro musical, y siempre me gustó bailar y cantar. Y después de trabajarlo mucho, depurarlo y ajustarlo, llegó la oportunidad de darle forma a este sueño. Es que todos los actores en algún momento de la vida hemos tenido el sueño de hacer un unipersonal”, precisa Andrea, con su voz dulzona. 

Ya había trabajado en el género, cuando hizo parte del elenco de los musicales Chicago y Divorciadas. Lo entiende como un mensaje de la vida, a sus deseos, a su preparación y a esa cosecha que ella había sembrado, cuando empezó la escritura de la obra. 

“Entendí que lo que quería era un monólogo musical. Me demoré escribiendo, fue un proceso largo, y al tiempo bonito y enriquecedor para mí, porque no soy escritora. El resultado está en el escenario. Estoy muy feliz, porque la última palabra la tiene el público y siento que se va contento de la sala. Ese es el mayor reconocimiento: entregar lo mejor y sentir que el público lo recibe. Me siento alucinando”, dice la actriz sobre lo que vive cada fin de semana, de jueves a domingo, en Cabaret, el local de su hermana Sandra, donde se exhibe la obra y que hasta ahora reporta funciones agotadas. 

En el proceso de creación de la obra, Andrea contó con las compañías de seres indispensables, capaces de creer, como ella, en un producto que les habla a las mujeres, de sus emociones, muchas veces incomprendidas.  

“Me maravilla decir que a partir de un sueño mío muchas personas pueden hacer lo que les apasiona”. 

Andrea decidió enfrentar miedos y fantasmas, dejó de creerles a las personas que dicen no. “Me repito que todo lo que me proponga lo puedo lograr y nunca es demasiado tarde para aprender algo nuevo o para arriesgarse a hacer lo que uno quiere. Lo importante es que uno se sienta satisfecho y eso me está pasando: ¡Estoy plenamente satisfecha con el resultado!”. 

Ahí seguirá, contando la historia de Manuela Mejía, porque como dice en la obra: “Las mujeres solo buscamos a alguien que nos quiera y nos acepte como somos… ¡Desquiciadas!”.

25 hacen parte de este proyecto.