
Ópera de Colombia celebra su temporada 2014 con el regreso de la obra Turandot
Mucho se escribe y se comenta sobre Las mil y una noches, la leyenda árabe sobre la Sherezada y su astucia para sortear la muerte, noche tras noche, con el truco de contarle historias al príncipe que la amenazaba. Pero poco se habla y se conoce de Los mil y un días, otro libro de leyendas orientales que fue recopilado por el francés François Pétis de la Croix a comienzos del siglo XVIII y que incluye la historia de Turandot, una cruel princesa que condena a muerte al pretendiente que no logre descifrar tres acertijos. El cuento fue llevado al teatro por Carlo Gozzi y, basado en esta obra, Giacomo Puccini lo convirtió en ópera. De hecho, en una de las más famosas de su repertorio, a pesar de haber muerto antes de terminarla.
Puccini comenzó a trabajar en Turandot en 1920 y con ella retomó su interés por el lejano Oriente, que ya había tratado en Madame Butterfly en 1904. Turandot se desarrolla en la China del siglo XV y es una de sus óperas más ambiciosas, no solo por su compleja orquestación y la necesidad de incluir en algunas secciones un coro de cerca de ochenta personas, sino porque exigía de una ambientación que semejara espacios imponentes como la Ciudad Prohibida de Pekín y sus salones imperiales. Fue estrenada en la Scala de Milán en 1926, bajo la conducción de Arturo Toscanini, y se interpretó hasta la mitad del tercer acto, instante en el que Puccini la dejó. Más adelante, gracias a bocetos que el autor había dejado entre sus anotaciones, Franco Alfano completó la pieza.
Un elenco de lujo
La Ópera de Colombia escogió Turandot para la temporada de 2014 por su popularidad y por la posibilidad de realizar un montaje a la altura de los estándares de las prestigiosas casas de ópera del mundo, una versión más espectacular, colorida y vibrante que la efectuada hace doce años. Sin embargo, tras la escogencia de este título también hay criterios que responden a la necesidad de fortalecer el arte y ampliar la base de seguidores. Así lo entiende el argentino Alejandro Chacón, director escénico de la compañía: «La elección de este tipo de obras se hace para que estén a la medida de cantantes colombianos, para formar públicos e intérpretes».
Dentro del cartel de lujo encabezado por la italiana Francesca Patané en el rol de Turandot (quizás la cantante con mayor experiencia en este papel en el mundo) y el surcoreano Rudy Park en el rol del Príncipe Calaf (que desempeñó el año pasado en Francia y Estados Unidos), se destaca la soprano colombiana Betty Garcés, en la interpretación de la esclava Liú. «Turandot es una obra de arte a gran escala. Es impresionante el número de personas que involucra a la vez en el escenario. El manejo y la coordinación de los movimientos de todos estos personajes juntos es un trabajo que debe hacerse minuciosamente. La orquestación es bastante grande y fuerte, y se debe cantar frente a ella de tal forma que todas las voces se proyecten, pero sin forzarlas», explica Garcés, quien acaba de llegar a Bogotá para comenzar su adaptación a la altura de la ciudad, un factor que juega en contra de los cantantes que viven a nivel del mar.
Al frente de la dirección musical estará otro italiano, el experimentado Marco Boemi, quien ha trabajado con cantantes de la talla de Luciano Pavarotti, Giuseppe Taddei o Edita Gruberova. «El mayor reto musical al montar Turandot es encontrar el equilibrio justo entre las voces y la orquesta. A diferencia de otros compositores, Puccini sabe escribir muy bien para la orquesta. En teoría pareciera fácil porque debiera bastar hacer exactamente aquello que Puccini escribió en la partitura, pero en realidad no es tan simple.
Se debe prestar atención para lograr alterar los momentos más grandilocuentes y heroicos con aquellos líricos y llenos de sutilezas de los que está llena la ópera», resume Boemi, quien dirigirá el ensamble conformado por las agrupaciones juveniles de la Orquesta Filarmónica de Bogotá: la Orquesta Filarmónica Juvenil, la Orquesta Filarmónica Juvenil de Cámara y la Banda Juvenil. Dos semanas antes del estreno del 25 de septiembre en el Teatro Jorge Eliécer Gaitán, Boemi comenzará su trabajo minucioso con la orquesta y los cantantes, buscando encontrar las verdaderas intenciones del compositor.
Un vestuario de esplendor
Pero los implicados en lo musical no son los únicos que se enfrentan a un exigente desafío. El libreto de la obra indica que hay escenas en las que se requieren más de 200 personas entre cantantes principales, coro y actores figurantes sobre la tarima. Por supuesto, el reto está en disponer este gigantesco ensamble de manera armónica, con verosimilitud histórica y fidelidad a la obra, pero sobre todo, sobre estructuras resistentes y silenciosas que no interfieran con la presentación de la orquesta. Desde marzo, el equipo liderado por Alejandro Chacón y Edwin Erminy ha venido trabajando en el diseño de cuatro escenarios diferentes inspirados en la magnífica arquitectura de la Ciudad Prohibida de Pekín, pero con la cautela de, como explica Chacón, «no terminar pareciendo un restaurante chino». «Hemos querido alejarnos del tratamiento sobrecargado de una chinoiserie un poco kitsch, que caracteriza a tantas producciones de esta ópera. De manera que, al asumir las murallas que encierran esta ciudad dentro de una ciudad como motivo central del diseño, lo hemos hecho asumiendo una forma y una escala que reflejan el poder inhumano, cruel, de la princesa Turandot», complementa Erminy.
Adán Martínez fue el encargado del diseño de más de 300 trajes que se requieren para el montaje. Su inspiración: la moda china comtemporánea.
Desde marzo, un equipo humano compuesto por el taller de realización de la Ópera de Colombia (Fundación Camarín del Carmen) el taller de utilería de Diana Sanabria y el estudio de pintura de Alejandro Velasco, entre otros, han comenzado el proceso de elaboración de las 2500 piezas que integran la escenografía, hechos a partir de materiales como policarbonato que, además de su resistencia, permiten un juego de transparencias para construir un sólido juego de luces.
Dentro de este equipo técnico se destaca el trabajo del vestuarista uruguayo Adán Martínez, quien ha trabajado en más de veinte montajes de la Ópera de Colombia y otros tantos del Teatro Nacional. Al mando de un equipo de doce personas, está confeccionando los más de 300 trajes que se requieren para Turandot, desde el calzado hasta los accesorios para la cabeza. «La ópera es grandilocuencia», afirma Martínez, razón que lo ha llevado a buscar colores vibrantes y texturas que magnifiquen el movimiento de los actores. Para personajes como Turandot, por ejemplo, se inspiró en la alta costura china contemporánea.
Sin embargo, quizás lo que más llama la atención es que por fin los aficionados a la ópera podrán escuchar de nuevo en vivo la interpretación de Nessun Dorma, considerada por los expertos como el aria más famosa del arte lírico: el momento en el que el Príncipe Calaf le voltea el juego a Turandot y la desafía a adivinar su nombre. Un hermoso desafío para Park.
Fotos: www.falsini.com // Camila Díaz
