
Pascual Gaviria, el debutante de La luciérnaga
> ¿Derecho o torcido?
Andar torcido y parecer derecho.
> ¿Qué lo sintoniza?
Un viaje largo por carretera.
> ¿A qué le tiene miedo?
Soy un miedoso clásico, la oscuridad y una sombra o un ruido a las cuatro de la mañana son suficientes.
> Su mejor elección.
Estudiar Derecho y usarlo como una lección de cultura general.
> ¿Y la peor?
Una impuesta: un colegio de curas hasta quinto bachillerato.
> ¿Cómo es el cielo de su ciudad?
Dependiendo de la montaña que lo acompañe. Me gusta el cielo que adorna el cerro Quitasol, escarpado y brillante; o el que acompaña a El Picacho, una joroba misteriosa al occidente.
> ¿Qué lo desvela?
Soy desvelado por naturaleza, antes de las dos de la mañana no conozco el sueño.
> El mejor amigo del hombre.
A quienes podemos llamar compinches, socios en las acciones censurables.
> ¿Qué mañas tiene?
Mis peores mañas son como chofer, tengo talentos de un ‘busetero’ de la Caracas.
> La prenda de su ropero que más le gusta.
Mis zapatos viejos.
> Una buena columna en donde apoyarse.
Hay columnas obligadas: Eduardo Posada, Jorge Orlando Melo, Eduardo Escobar y últimamente Costaín.
> La última vez que lo ‘tumbaron’.
En las pasadas elecciones.
> Un lugar para enamorarse.
Un bar siempre entrega opciones que la luz y la lucidez se encargan de reducir.
> Una adicción.
La cerveza, el internet, la prensa…
> Una pérdida irreparable.
La confianza en la Selección.
> ¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
Sábado, sol, cerveza y fútbol a medio día.
> ¿Qué es lo más raro que tiene en su mesa de noche?
Tipacoque, de Eduardo Caballero C.
> Una profesión en la que jamás se desempeñaría.
Jefe de personal.
> ¿Qué insulto disfruta diciendo?
¡Cabrón!
> ¿Qué le falta aprender?
A decir que no.
> ¿Qué personaje público no soporta?
Andrés Felipe Arias.
> Una buena tertulia.
Tres amigos lectores, una caja de Águilas, el altillo de un bar conocido y...
> Una película para repetir y repetir.
La delgada línea roja.
> Un equipo por el cual sufrir.
Soy hincha de Nacional, la última vez que de verdad sufrí fue la final perdida con Junior en 2005.
> ¿Qué se toma?
Cervezas… heladas.
> ¿Para qué sirven los premios?
Para ocupar un rincón en el cajón de las medias.
> ¿De qué se declara culpable?
Delitos de lesa desobediencia, de premeditada molicie y de culposa inmoralidad.
> ¿De qué se declara inocente?
De todo el catálogo que entrega el código penal.
> ¿Cuál sería su última voluntad?
¡Silencio!
> ¿Cómo imagina la muerte?
El final de todas las supersticiones.
Algo sobre lo que nunca opinaría.
Lo único que puede vetar un tema es la ignorancia y el prejuicio.
El mejor piropo que le han echado.
El último, sobra decir que salió de la boca de una humorista: “Si es un polluelo, eh, un pichón”.
¿Con quién le gustaría naufragar?
Con el equipo de remo de Canadá.
¿Cuál ha sido su mayor atrevimiento?
Pedirle una entrevista a Fernando Vallejo en el atrio de la catedral de Medellín… Ya se imaginarán cómo me fue.
Un apodo del colegio o de ahora.
Un Pascual no necesita apodo.
¿Cuál es su mentira más grande?
“Voy en camino”.
¿Qué es lo que más le cuesta trabajo?
Madrugar, soltar un nudo, soportar un sermón.