Publicidad

Rossina Bossio, la artista colombiana que explora la belleza del caos

Con cuerpos femeninos que se debaten entre la calma y la perturbación, lo virginal y lo profano, esta artista ha reclutado espectadores en Beijing, París y Nueva York. Ahora llega con una nueva muestra a la galería LGM en Bogotá.

Por Natalia Roldán
01 de septiembre de 2014
Rossina Bossio, la artista colombiana que explora la belleza del caos

Rossina Bossio, la artista colombiana que explora la belleza del caos

En varias ocasiones, Rossina ha tenido que bajarles la falda a las jóvenes de sus pinturas. O cerrarles un poco las piernas. Para la artista, el cuerpo femenino es seductor por naturaleza, así que sus obras resultan eróticas incluso cuando ella conscientemente lo evita. Cree que el hecho de que a lo largo de la historia la mujer haya sido representada como objeto sexual incide en que, con frecuencia, sus obras sean vistas como invitaciones a la lujuria, incitaciones a desafiar la moral u odas al deseo. Por esta razón, su trabajo fue censurado apenas tocó los pudorosos y puritanos rincones de las redes sociales. Era demasiado provocador, demasiado atrevido, demasiado cercano a lo profano. 
 
Fue tildada de pedófila. Las niñas en sus pinturas eran deseables. Estaban desnudas y sus miradas eran peligrosamente atrayentes. Aparecían, ingenuas y frágiles, en medio de jaurías hambrientas. Se debatían entre la inocencia y la provocación con las que moldeó Nabokov a Lolita. Rossina solo reflexionaba sobre la infancia y el paso a la adolescencia, pero los espectadores y las redes sociales interpretaron, impusieron sentidos y juzgaron. Su escándalo, sin embargo, reveló sus propios dilemas morales, sus vergüenzas, sus miedos. 
 

Tenis nuevos II 
Acrílico y óleo 
2013
 
 
La mujer siempre le ha producido fascinación. De hecho, es el centro de su obra. Desde que Rossina (nacida en 1986) terminó sus estudios de Artes Plásticas en 2009 –hizo unos años en la Universidad Javeriana y otros en la Escuela de Bellas Artes de Rennes (Francia)–, reflexiona sobre lo femenino. Durante los últimos cinco años ha creado un conjunto artístico tan polémico como seductor a través del cual ha tratado de resolver sus propios conflictos con el género. Hoy, después largas investigaciones, de superar tabúes, estereotipos y prejuicios, y de pasar por el óleo, el acrílico, la fotografía y el video, asegura que estos dilemas están resueltos. Lo demuestra en su nueva exposición, Extraña, que se inaugura el 14 de agosto en la galería LGM Arte de Bogotá y que parte de la mujer, ya no para centrarse en ella, sino para pensar en asuntos universales, como la relación del ser humano con los espacios que habita y la necesidad de encontrar la belleza en el caos.
 
Dilemas femeninos
 
Creció en un ambiente estereotípicamente femenino: rosado, dulce, sensible. Lo masculino era un enigma. Se disfrazó de princesa y jugó con barbies. Fue feliz. Pero en la adolescencia las cosas cambiaron: «Me perturbó sentirme en desventaja con respecto a los hombres y entender que esa atmósfera rosada y dulce lo ablanda a uno, lo vuelve débil para enfrentar el mundo», le dijo Rossina a CROMOS. Y se dio cuenta de esto en medio de la recatada y políticamente correcta sociedad colombiana, que está viciada por el poder de la religión, los roles que esta determina y los tabúes que impone. Así que empezó a cuestionar los valores con los que creció, a replantear lo que se esperaba de ella, a liberarse y a reconstruirse a través de su obra. 
 

Tiene madera 
Acrílico y óleo
2014
 
 
Se rebeló. No estuvo dispuesta a creer en los roles que determinan que una mujer es todo lo que un hombre no es, y viceversa. Estas reflexiones, entonces, aparecieron en su trabajo. Ya nada era obvio ni predeterminado. Ni siquiera la belleza. Lo interesante se encuentra en lo dicotómico, en lo ambiguo, en lo que es bello sin ser complaciente. Por eso, en las obras de una de sus primeras series, Casa de muñecas –que se presentó en Skandia en 2009–, confluyen la calma y la perturbación, lo casto y lo erótico, lo masculino y lo femenino, lo inocente y lo prohibido, la luz y la oscuridad. 
 
Así fue solucionando algunos conflictos , pero otros aún la intranquilizaban. Por eso llegó a una de las muestras más relevantes de su trayectoria: The holy beauty project  (El proyecto de la belleza sagrada), que se expuso en el Museo Iglesia Santa Clara en 2012 y de la cual parte paseó por Beijing, Singapur, Bulgaria y Polonia. En las obras de esta serie trazó un puente entre la capacidad de seducción del cuerpo femenino y la de la iconografía religiosa: pintó mujeres semidesnudas en el papel de madonas –imitando poses que se repiten en la fotografía publicitaria–, otras de piel morena usando el ajuar de los papas católicos, y algunas con rasgos criollos, labios carnosos y miradas coquetas en la posición de guerreras.
 

Sigue a Cromos en WhatsApp

Pink II
Acrílico 
2009
 
 
«Me interesa establecer un paralelo entre las estrategias de persuasión de la iconografía religiosa y las estrategias de persuasión de las imágenes contemporáneas, especialmente de la publicidad –le explicó a la revista Arcadia–. En ambos casos hay un interés por seducir, despertar devoción y vender ideales u objetos». Demuestró que la publicidad y la religión son armas para reforzar estereotipos e imponer modelos de fe, belleza y pensamiento. 
 
 
Una dosis de inconformidad
 
Rossina, después de tantos años de catarsis a través del arte, cree que ya ha resuelto muchos de esos conflictos que tenía con respecto a la mujer, la religión y los roles de género. Por eso, su nueva muestra ya no reflexiona sobre lo femenino como tal, sino que lo utiliza para pensar asuntos más universales: «Siempre que hablamos del hombre, nos referimos a la humanidad, no a lo masculino; pero si aparece la mujer, siempre hay que hablar de género. De todas formas vuelvo a ellas porque me parecen más interesantes estéticamente. Alguien me dijo, cuando vio la exposición, que si hubiera pintado hombres en los espacios destruidos de estos cuadros, ellos se habrían convertido en los autores de esa destrucción; las mujeres, en cambio, no parecen las culpables».  
 
Extraña, como ha nombrado la exposición, habla sobre la relación de las personas con los espacios caóticos que habitan. Cuando llegó a Bogotá de una pequeña y tranquila ciudad francesa, Rossina se sintió abrumada por el caos y se vio en la necesidad de encontrarle un sentido para poder adaptarse. De ahí nace esta serie, construida, en su mayoría, con paisajes urbanos de la capital colombiana y con mujeres que ya no son lolitas, madonas, ni mujeres fatales, sino figuras femeninas cotidianas, reales.
 

Red Hood 
Acrílico
2009
 
 
Su intención es encontrar belleza en esos espacios desordenados y perturbadores. Las mujeres, por su parte, hablan de algo que ocurrió allí, pero la relación de ellas con el lugar nunca es evidente. Cada espectador arma su propia historia. Se puede hablar de identidad, desplazamiento, diversidad racial, soledad… Rossina no limita las posibilidades de interpretación.  
 
«Es lo más difícil que hecho hasta ahora como artista. El caos era un rompecabezas que me costaba organizar. Sé que son imágenes menos fáciles de digerir, pero fueron un reto y me hacen sentir orgullosa». 
 
Rossina está tranquila. Ya no tiene tantas ganas de pelear contra el universo y eso se ve en la serenidad de las mujeres de esta serie. «He aceptado que mi trabajo no va a cambiar los tabúes, los prejuicios… No puedo arreglar la sociedad sino aportar una dosis de inconformidad». Y eso es lo que intenta hacer, pero luego de haberse reinventado, de haber sido ella quien eligió su lugar como mujer en el mundo. 
 

Want me ii
Acrílico 
2011
Lee también:
 
 
 
Fotos: Archivo personal / David Schwarz
 

Por Natalia Roldán

Sigue a Cromos en WhatsApp
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.