
Después de varias décadas de trabajo artístico, el mundo ha reconocido el valor de su obra: recibió el galardón Women Together, fue becaria de la Fundación Rockefeller y estuvo a cargo del afiche del XII Festival Internacional de Música de Cartagena.
Es negra
Si la ven caminar por las calles de su natal Cartagena pueden pensar que está de visita. Que viene de Suecia, Noruega o Estados Unidos. Su pelo, bajo el picante sol de la costa, parece bañado en oro. Sus ojos, de un verde diáfano, van entrecerrados, encandelillados con la luz. Su piel, blanca como la de una muñeca de porcelana, se sonroja con el calor. Ruby, sin embargo, en algún momento de su vida se sintió negra. Como las nanas que la cuidaron, la protegieron, la quisieron. Esas que estuvieron tan cerca, que los límites entre ellas y la niña se desvanecieron y la pequeña ya no supo dónde terminaba su cuerpo y empezaba el de esas mujeres que para todos los demás eran tan distintas. “Mi pelo es muy rizado y yo me sentía afro, algo en mí se sentía afro”.
Ruby ‘sufre’ de empatía. Ella, que creció en un espacio privilegiado, paseó en los pies de sus nanas negras. Ella, con un padre psiquiatra y una madre historiadora de arte, sintió que vivía en carne propia el dolor que provoca el racismo. Ella, blanquísima y afortunada, sufrió los contrastes de esa sociedad caribeña excluyente, discriminatoria e intolerante. “Crecí en medio de unos extremos que me afectaron emocionalmente y solo a través del arte he logrado hacer las paces con la negra que hay dentro de mí y la blanca que también existe. Mi arte se alimenta de las injusticias”.
"Mi trabajo pretende generar compromiso, visibilizar, dignificar".
Dominga Torres Teherán tiene la piel morena y el pelo cortísimo. Está repleto de canas, pero los setenta y tantos años que tuvieron que pasar para blanqueárselo parece que no le pesan. Por más de cuatro décadas caminó por las calles de ‘La heroica’ vendiendo pescado. El sol y el trajín, sin embargo, no la debilitaron. En la foto que le tomó Ruby –para su obra Tejiendo calle (2015)–, cautiva su mirada intensa, su cuello extenso y estilizado, y ese espíritu de jovencita en plena sesión de modelaje. Como ella, otras vendedoras ambulantes afro de su ciudad posaron para la artista. Dueñas de la calle, colombianos y extranjeros las ojearon una y mil veces, pero nunca nadie las vio realmente; nadie fue consciente de su lucha, de su esfuerzo, de su poder. Hasta que la cartagenera con alma de negra las volvió arte. “Mi trabajo pretende generar compromiso, visibilizar, dignificar, conciliar, en lugar de seguir fragmentando. Eso hace el arte, convierte algo ordinario en algo extraordinario para tocar las fibras más humanas. Sirve de puente, de alianza, de comunicación”.
Es mujer
Quienes hicieron parte del proyecto Hálito divino (2013) siempre llevan en su bolsillo la figura de una mujer en metal. Sirve de amuleto, de bastón, de superpoder. La tocan y recuerdan que no están solas, que no son tan frágiles, que merecen vivir en paz y sanar. Ruby les dio la figurita después de una sesión en la que cada una de ellas seleccionó una vasija que la artista había elaborado y dentro de la cual soplaron para extirpar los abusos físicos y psicológicos que habían recibido de sus parejas. “Un dolor puro salía como una catarata, luego sellábamos la vasija, la lacrábamos, poníamos sus iniciales, y ese aliento quedaba encapsulado en la vasija. Sentían alivio, tenían la necesidad de hablar de lo que había sufrido”.
La experiencia buscaba “darle visibilidad al dolor silenciado, oculto, de muchas mujeres que han sufrido esta experiencia traumática para validarlo y dignificarlo, fue un acto simbólico, un ritual, con el cual las mujeres experimentaron transformación, purificación, renacimiento y reinvención de sí mismas”, asegura Ruby. El proyecto fue tan exitoso y socialmente transformador que una organización espera repetirlo en Nueva York, durante el 2018. Ruby se siente muy contenta de extender la experiencia y de ser mujer hoy: “Estamos viviendo una época increíble para las mujeres, porque todos los cánones y las herencias conceptuales se nos desbarataron –agrega Ruby–. Ahora tenemos que pensar en lo que queremos. Nos estamos reescribiendo, reencontrando y redescubriendo”.
El afiche, elaborado por Ruby Rumié, acerca a todos al Festival. Tal vez no conocen de Mozart, pero cualquiera ha bailado con ‘El Joe’.
Es cartagenera
Cartagena es de todos un poco. De ese que allá, en sus playas, conoció el mar. De esa pareja que, sobre la muralla y debajo de la luna, se prometió amor eterno. De aquel extranjero que supo, en una de sus esquinas, que el realismo mágico no es ficción literaria. Por eso, para Ruby, “lo que le pase a Cartagena nos pasará a todos los colombianos”. Por eso, cuando la Fundación Salvi la invitó a hacer el afiche del XII Festival Internacional de Música, la artista quiso aprovechar para honrar a los cartageneros más sobresalientes del siglo XX. En medio de una crisis institucional, con el pesimismo rondando cada rincón, ella quiso aprovechar la oportunidad para romper el círculo vicioso, ver el vaso medio lleno, salir de la parálisis y promover transformaciones que se inspiren en todos esos ciudadanos que dejaron huella.
“La gente debería saber quiénes fueron Antonio Fuentes, el guardián de los músicos del Caribe; Víctor Nieto Núñez, del Festival de Cine; el maestro Grau; Joe Arroyo; Adolfo Mejía… Yo no sabía sobre algunos de ellos y me dio vergüenza. Es importante resaltar que yo no sentía que tuviera la potestad de escoger a estas personas, tuve el apoyo de un equipo curatorial, en el que estuvieron Alberto Araújo Merlano, Alberto Abello, Emiro Santos García, Sergio Paolo, María Teresa Ripoll, Yolanda Pupo de Mogollón, Isabel Cristina Ramírez, Roberto Burgos Cantor, Raúl Porto Cabrales y Adolfo Meisel Roca. Salieron 300 nombres, entre urbanistas, músicos, políticos, economistas, empresarios, médicos, deportistas, artistas, bailarines, coreógrafos, pintores, escritores… Tuve que limitarlos a 25, por eso se llaman Los 25+ (2017)”.
Cada personaje está en una estampilla y, en Cartagena, entre el 5 y el 16 de enero, se compartirán los nombres de los otros ‘nominados’; también se invitará a aquellas personas que vayan al Festival Internacional de Música a que alarguen la lista con sus propias propuestas. La idea es sumar optimismo, héroes, admiración. De esta manera, esa fiesta musical –que al empezar el año convierte a la ‘Ciudad Amurallada’ en un lugar de cuento de hadas con el sonido de violines y pianos y flautas revoloteando sobre las piedras– se acerca un poco más a la gente, a toda la gente, esa que tal vez conoce poco sobre Mozart y que tararea el Himno de la alegría, sin saber que su melodía arrancó con Beethoven, pero que ha sentido cómo le hierve la sangre en los pies cada vez que oye al Joe decir “Quiero contarle, mi hermano, un pedacito de la historia negra, de la historia nuestra, caballero: en los años 1600, cuando el tirano mandó…”.
Los cinco imperdibles del festival
1. La música para orquesta y las grandes formas sinfónicas
Haydn, Mozart y Beethoven forjaron el estilo clásico y lo llevaron a un grado de esplendor que aún brilla con luz propia. Convirtieron el discurso musical en un drama lleno de tensiones, simetría, belleza y variedad.
Teatro Adolfo Mejía
5 de enero, 7:00 p.m. (Concierto inaugural)
2. Mozart: los géneros sinfonía y concierto
La Sinfonía Linz, compuesta en esa ciudad austriaca, y el Concierto para piano y orquesta Nº 20 son buenos ejemplos de la prodigiosa premura con la que Mozart podía componer y de su enorme virtud para explorar variados ánimos expresivos.
Teatro Adolfo Mejía
8 de enero, 7:00 p.m.
3. Una mirada latinoamericana
El brasileño Nelson Freire debutó a los 5 años con la Sonata en La mayor, K. 331 de Mozart- y es considerado uno de los intérpretes más diestros de la obra en piano de Chopin. Esa noche también se presentará Palos y Cuerdas, un trío instrumental que ha escrutado los caminos más insospechados de la música andina colombiana.
Centro de Convenciones
9 de enero, 7:00 p.m.
4. Mozart y las grandes formas del género sacro
Mozart compuso música sacra a lo largo de toda su vida. En este concierto se apreciará la evolución que experimentó el autor a lo largo de su carrera hasta alcanzar la maestría en la complejidad y la osadía armónica del Réquiem que, nunca llegó a terminar.
Capilla Charleston, Santa Teresa
10 de enero, 7:00 p.m. (Concierto inaugural)
5. Beethoven y las variaciones sobre temas de Mozart y Händel
En el mágico entorno del Cerro de La Popa, con el viento de acompañante, las voces del piano y el violonchelo se unirán esta vez para ofrecer, a cielo abierto, una muestra del más amable y encantador repertorio clásico.
Convento Cerro de la Popa
11 de enero, 7:00 p.m.
Foto de apertura: David Schwarz.
Fotos: Ruby Rumié.

