«Vibro con los proyectos que hago con Carlos» Claudia Elena Vásquez
Cruzó vestida toda de gris y se sentó con total parsimonia en la sala, de espaldas a la terraza. No había dudas de que el universo a su alrededor estaba en el orden que ella había dispuesto, desde el ojo gigantesco estampado en un cojín, el gabinete preciso en la cocina para la comida sana de paquetes hasta la ubicación por coordenadas de cada tapete. Me fijo más de la cuenta en uno de los cuadros que cuelga sobre una pequeña pianola, asoma una familia campesina, con montañas de fondo, en medio de una capa espesa de niebla. Como en una visita guiada, oigo la voz de Claudia Elena explicando que «todos los cuadros de esta casa fueron pintados por Carlos». Me pego a las paredes y la muestra pictórica del cantante pasa por lo costumbrista, el pop art (con un retrato inmenso de sus cuatro hijos de sus dos matrimonios), una época geométrica hasta el más puro abstraccionismo con manchitas y chorriones de colores. Vuelvo a la anfitriona, hermosa, fresca, sin una pincelada de pintura en su cara, sube los pies sobre el sofá, calza unos pisahuevos negros talla 41. Su año de reina le generó una fobia por los tacones altos. Igual no los necesita desde sus 176 centímetros de altura. Sonríe como en cámara lenta, sus ojos ya no son pardos; ahora son verdes.
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¿Qué le enamora de Carlos, el hombre de la casa?
Un día le dije que no había presupuesto para arte, porque hay otras cosas en las que enfocarse y dijo: «Ah, bueno, yo voy a pintar». Los firma como «Tocarruncho», es su seudónimo. Todos los cuadros los ha pintado él. Me va a matar por lo que estoy contando. En la casa es un decorador de interiores, yo llego un día y el sofá que está ahí, ya no está. Lo movió o se lo llevó para Gaira o me trajo cosas de Gaira. A veces sale y de pronto reviso cuentas y digo: «Ve, compró algo, una lamparita». A él le encanta eso, se involucra con las cosas de la casa. Es un Disney World. Cuando llegan mis hijos a la casa yo soy la que establece las rutinas, impongo el orden, pero Charly es un juego constante con ellos, un niño más, los duerme por la noche, les cuenta historias del Canal de Panamá, del pirata Francis Drake.
¿Qué tiene puesto en el cuello?
La flor de la vida. Es una figura geométrica que contiene todos y cada uno de los aspectos de la vida. Es de plata y me la regaló Silvia, una amiga muy especial.
La primera imagen que tiene de Carlos Vives en su vida.
La primera es en Escalona. Yo estaba en quinto de bachillerato en Medellín. Hicimos excursión a La Guajira, a las minas de carbón, y en todos los recorridos en bus lo único que poníamos era Escalona, que era la novela del momento. Bailábamos en el bus, nos bajábamos y todo era Escalona. En mi casa no éramos muy de televisión, entonces yo no veía telenovelas. Pero Escalona me marcó en ese paseo del colegio, volví a Medellín y empecé a verla.
Entonces, por culpa de sus amigos supo de Carlos Vives.
Mis amigos eran fans del vallenato y me hablaron de Escalona. Me acuerdo mucho de que yo tenía un novio que se llamaba Andrés y, cuando salió el disco Clásicos de la Provincia uno, me dijo: «Tienes que oír esta canción, Carlos Vives es buenísimo». Me sugirió La gota fría, me la puso y yo dije: «Ve, está muy chévere».
LA REINA
¿Qué queda de la reina?
Nada, ¿pero sabes qué? Disfruto arreglarme mucho para eventos con Carlos. Por ejemplo, cuando vamos a los Grammy, cuando vamos a los tapetes rojos, me parece rico pensar qué me voy a poner. Miro qué tiene Beatriz Camacho, miro vitrinas de otros diseñadores porque qué rico arreglarme.
¿Y del reinado?
En el reinado aprendí que ciertos comentarios y vainas necias me resbalaran. Aprendí a tomarme con calma las cosas que se dicen de mí.
Uno nunca sabe para quién trabaja.
Es cierto. Yo estaba todavía en el colegio y él ya iba en primer semestre de la universidad cuando me mostró el Clásicos de la Provincia. Andrés Arango era dos años mayor que yo. Estudió Ingeniería Química, como su papá y su hermano.
Usted estudió Ingeniería Química. ¿Influencia de Andrés?
De chiquita me gustaba ver de qué estaban hechas las cosas, me acuerdo que me sentaba en el baño y hacía mezclas, me aprendía ingredientes como el lauril sulfato de sodio, cocamidopropil betaina… te estoy hablando de cuando tenía por ahí diez años. Yo fui muy nerd, cómo será que me gradué siendo la mejor estudiante en Química con el profesor Alberto. Al final empecé a ver que Andrés y su familia hablaban sobre el tema y yo dije: «Mi carrera es la ingeniería química».
¿Y Andrés cuánto duró de novio?
Como cinco años. ¡Un montón!
¿Se ha vuelto a encontrar con Andrés y él no le ha dicho: «Oiga, yo fui el que le presenté a Carlos Vives por primera vez»?
Nos hemos vuelto a encontrar, pero no hemos recordado eso. Leerá esta entrevista y se va a acordar.
¿Antes de Carlos no tuvo un anillo de compromiso en la mano?
No, no fui muy noviera. Había mucho pretendiente, pero ninguno me gustaba. Creo que si cuento novios, fueron tres antes de Carlos y ya. No tuve más novios y los que tuve fueron duraderos: uno de cinco años, otro de tres y otro como de año y medio. Pero con ninguno sentí que podía casarme.
¿A qué edad se casó con Carlos?
A los treinta y uno. Nos casamos en 2008, pero hace falta la ceremonia, el ritual bonito para terminar de cerrar el proceso. Hicimos una cosa informal y rápida, de notaría, sin mucha bulla.
Eso dice Carlos
¿En cuántas canciones de Corazón Profundo aparece?
En general él en sus canciones cuenta su vida entera. Creo que si uno se pone a revisar sus letras, ahí está todo. Hay una que no fue sencillo y claramente nunca iba a ser sencillo, que es Hoy me desperté en otro lugar, en la que canta: «Claudia yo te quiero, a ti cómo te quiero, Claudia». Yo creo que esa es la única. No, mentiras, en Volví a nacer también estoy. Eso dice Carlos. Es una canción hermosa.
¿Qué parte la toca de esa canción?
Cuando iba a hacer el nuevo disco, Carlos se fue para Santa Marta y empezó a escribir. Yo iba los fines de semana y me devolvía, iba y volvía y un fin de semana me la empezó a cantar. Charly ronca, eso es verdad, y cuando empezó a cantarme eso me sentí súper identificada, con todas esas cosas que uno puede llegar a hacer por amar a alguien.
¿En qué momento decidieron volver a relanzar a Carlos?
Estamos hablando de 2012. Quería cambiar de mánager porque apuntaba a renovarse un poco, aunque era escéptico con las disqueras porque llevaba rato sin trabajar con ellas. Me parecía inconcebible que alguna disquera no quisiera trabajar con él. Empezamos a explorar. Era una época de cambios en la industria.
¿Hubo que espantarle muchos miedos a Carlos?
Carlos llevaba mucho tiempo con un equipo, alrededor de veinte años, y es difícil dejar a la gente con la que venía haciendo su trabajo. De todas maneras hubo un duelo. Cuando me preguntas por los miedos de Carlos, ahí había muchos sentimientos encontrados. Había miedo, tristeza, había ese sentimiento de creer que ya sus posibilidades eran pocas. No sabía si iba a hacer música.
¿Qué fue lo más duro en ese momento crucial de aventurarse con algo nuevo?
Hay muchos miedos, pero sobre todo miedo al fracaso, a volver a sacar una canción después de tanto tiempo, pensar si le iba a gustar a la gente, miedo a dar con las personas que son y a montar un equipo de trabajo. Hoy en día uno mira para atrás y lo que ha pasado con Carlos es un modelo absolutamente exitoso. No había un peso, e igual fuimos para adelante. Hablé con Andrés Castro, el productor, y se fueron los dos para Santa Marta a trabajar. Andrés regresó a Miami con el material que habían trabajado y empezó a mandarnos cosas, mientras Carlos seguía escribiendo. En ese momento se estaba negociando también la participación de Carlos en La Voz Colombia. Todo pasó entre mayo y julio de 2012.
¿Cómo fue esa invitación suya a que Carlos se fuera a escribir a Santa Marta?
«Ve y escríbete lo que te nazca», le dije, «lo que tu sientas, empieza a ser músico otra vez para ti». En Santa Marta, en dos semanas, hizo seis canciones. Cuando me empezó a cantar: «Puedo no roncar por las mañanas, puedo trabajar de sol a sol», de Volví a nacer, me dio una cosa en el corazón. «Esta canción es un hit. ¡Dame esa canción! Ahí tenemos un producto muy bueno, hay que buscar cómo vender esto, como salimos a distribuir esto».
¿Cuánto llevaba sin escribir canciones?
Ocho años. Hizo el disco de Adriana Lucía. Pero el último de él fue El rock de mi pueblo, en 2004. Yo rescato mucho el proceso de trabajo de antes, todas las decisiones internas que tomamos.
¿Cuál fue la pieza final que entró a mover el engranaje?
El tema del mánager es muy importante, porque Walter Kolm es una persona que conoce la industria. Ya se había retirado de Universal y estaba manejando a Cristian Castro. Tenía ganas de trabajar con alguien más y con Carlos hubo una energía muy positiva. Nos sentamos a comer con él el 3 de agosto de 2012. Después de la reunión, tuve una charla muy emotiva con Carlos, los dos solos, apuntando a dónde queríamos llegar. Un mes después, estábamos firmando contrato con Sony US Latin, paralelo a su paso por La Voz. Todo se dio muy junto, porque en octubre salió el programa y la canción Volví a nacer era número uno en la radio. Fue impresionante todo, de un momento a otro Carlos tenía ofertas de Chile, Argentina, Ecuador y México y seguía de jurado en el show. Se le apretó la agenda. Empezamos con un sencillo y todas las canciones de antes.
Esta boca es mía
¿Cómo nombraría lo que es hoy? ¿Asistente, mánager o esposa con iniciativa?
¿Tengo que escoger o me invento otra? Él dice que soy la libertadora del libertador. (Suelta una carcajada.)
De diez llamadas diarias, ¿cuántas son para Claudia Elena y cuántas para Carlos?
Todas son de personas que me buscan para hablar cosas de Carlos. Habrá una de mi mamá y de mi hermana, pero el resto son temas de trabajo.
Muchas parejas no trabajan con sus maridos para que se no se gaste el amor. ¿Cómo se curan en salud para que eso no ocurra?
Igual tenemos nuestros momentos en el día donde me voy a mis reuniones, a trabajar en cosas de Carlos, y él no se viene conmigo. Carlos nunca se va a sentar conmigo y con un abogado o contador a revisar números. Digamos que en el día yo salgo a trabajar en cosas de Carlos, en la parte gerencial, y nos vemos en Gaira en la tarde. La dinámica no es todo el día juntos.
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Volví a verla porque Claudia Elena forma parte de esa clase de mujeres que todo el mundo siempre quiere volver a ver con cualquier excusa. La mía era acompañarla en la sesión fotográfica. En el vestier no le dijo no a ninguna prenda, se puso desde una chaqueta de cuero sin blusa ni nada debajo, pasando por un vestido con un escote profundo, hasta una minifalda para sus piernas largas, bien largas.
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Los videos, un tema delicado
¿Lo más difícil de estar detrás de Carlos?
Para mí todo el trabajo alrededor de sus videos, el tema es muy álgido, cada vez digo: «¡No me vuelvo a meter en un video más!», y termino ahí metida. Por eso le digo a Walter que se encargue de los videos, de su edición, porque ahí son las discusiones.
¿Es muy exigente con los videos?
Hemos trabajado con varios directores para entender a Carlos, pero es difícil porque él se imagina cómo es el video de la canción desde que la escribe, y abrir el espacio para que un director entre y muestre sus ideas es difícil.
¿Con los videos hay rayos y centellas entre ustedes?
Sí, hay tirada de toalla de Claudia Elena furiosa, que se va y enfatiza: «No vuelvo a mirar un solo video tuyo, jamás en mi vida, haz lo que quieras con tus videos». Ha pasado en todos los videos. Me saca la piedra.
Cuénteme de sus papás.
José Ignacio y María Elena, ambos van a cumplir setenta este año. Los adoro, adoro a mi familia, adoro a mis hermanos. Tengo una hermana que es mi llave total, Isabel, es médica y vive aquí en Bogotá. Le llevo seis años; y un hermano, Jorge, dos años menor, es ingeniero electrónico y se especializó en diseño de software.
«Como química, sí leo los ingredientes que tiene lo que me como, y si veo, por ejemplo, tartracina, digo no, esto no se lo puede comer uno. Siempre busco lo natural.»
En el 2001 nos conocimos
¿Usted encuentra a Carlos con dos separaciones y dos hijos?
Sí.
¿Y cómo la encuentra Carlos? ¿En qué situación?
Me encuentra terminando la universidad, empezando a trabajar. Yo conocí a Carlos en 2001 y era mi primer mes trabajando, o sea, entregué la tesis y empecé a trabajar y ahí lo conocí.
¿Qué hacía?
Yo era la gerente técnica de un laboratorio de aplicación de perfumes, que desarrollábamos para productos de cuidado personal y del hogar. Yo tenía mi vida como gerente técnica, viajaba, hacía mis cosas, mientras Charly también se dedicaba a sus viajes.
¿Tenía su apartamento de soltera?
Sí, yo vivía en la 81 y Carlos en la 71. Me hacía visita o yo a veces le hacía visita. Éramos medio vecinos, estábamos cerquita, entonces decidí montar un negocio. Empecé a soñar con Chairama, que fue el spa que monté, me asocié con dos personas y al final renuncié a mi trabajo en el laboratorio cuando quedé embarazada de Elena. Chairama y Elena nacieron casi al tiempo.
¿Su príncipe azul se parecía a Carlos Vives?
No, era diferente. Mejor dicho, me imaginaba un tipo que trabajara en una oficina, que llegara a la casa con su corbata, no sé, ese tipo de cosas, ese cliché horrible, pero me llegó este gaminazo. (Sonríe.) Mentira. ¡Me fascina que sea así!
Cuénteme un momento inolvidable que le haya regalado ese «gaminazo».
Hay muchos, pero hay uno cuando Juanes nos invitó al lanzamiento de su fundación Mi Sangre, en Los Ángeles. Yo ni siquiera estaba trabajando con Carlos, era su novia y nos fuimos para allá. Primero a Boston; estuvimos en la casa de los Kennedy y allá terminamos con Egidio en una parranda vallenata. Luego volamos a Los Ángeles y seguimos para lo de Juanes. Era la primera vez con Juan Luis Guerra y Alejandro Sanz, la presentadora fue Salma Hayek. Tuvimos un episodio con la mamá de Salma muy divertido: la señora es superfan de Carlos, entonces ella fue al camerino, se llevó a Carlos y a mí me trató como si yo fuera la asistente. Después Salma ofreció una comida. El remate fue impresionante. Salma dijo: «Vamos para la casa de mi amigo Prince, que nos invitó», y yo no lo podía creer. Llegamos a la casa y Prince estaba con una guitarra en un escenario tocando sus éxitos.
¿Tomó fotos?
En la casa de Prince no dejaron tomar una sola foto. Todos los de seguridad tenían el mismo mechón y estaban vestidos de negro igual que Prince.
¿Cuál fue el primer cuento que le echó Carlos vives?
Las primeras conversadas eran telefónicas porque él estaba de gira en Miami. Me lo imagino solo en hoteles, con ganas de que alguien le oyera sus cuentos. Las llamadas eran de una a tres de la mañana. Yo estaba haciendo la tesis de la universidad, me la pasaba clavada en el computador y de pronto sonaba el teléfono y era él. Sus primeras historias eran de Santa Marta, él no deja de hablar de Santa Marta. Es impresionante.
¿Pero hubo declaración de amor?
Carlos no fue de echar perros, conversaba de verdad. Cuando supo que yo era de Medellín, empezaba a hablar de Medellín porque su mamá es paisa. Charly es encantador de serpientes, es maravilloso. Estaba pasando tiempos muy difíciles con el tema de su separación, no era un tema fácil, era un asunto de ganas de compañía y también una tristeza profunda.
Y mire en lo que se convirtió esa compañía hoy en día.
Detrás de un gran hombre hay una gran mujer. Yo creo, más que detrás, es al lado, desmitifiquemos eso de una vez. Al lado de un hombre tiene que haber una gran mujer, porque somos socios en la vida y en las cosas, y uno arma un proyecto. Mis hijos fueron planeados, yo le dije: «Ya quiero ser mamá. ¿Quieres volver a empezar?». Porque eso es volver a empezar. La edad y muchas cosas pesan.
¿Y el volver a empezar empezó por eso, por la maternidad?
Carlos tenía sus dos hijos, Carlos y Lucía, y yo no había sido mamá. El tema era de decir: «¿Quieres ser mi novio?, listo, vamos a empezar una relación, pero al final yo sí quiero ser mamá. No sé tú qué estás pensando. ¿Quieres volver a ser papá, con tus hijos grandes?». De verdad es un tema de un compromiso muy grande, es volver a empezar.
¿Y el «sí» de Carlos fue rápido?
Rapidísimo. Hay una canción, Como tú, que cantó en El rock de mi pueblo, que decía: «Quisiera que los hijos que tengamos fueran como tú».
Eso fue el empezar de nuevo de Carlos.
Elena nació en el 2008 y Pedro en 2010. Cuando Carlos tomó la decisión de no seguir con su mánager y su equipo de trabajo, le pregunté si quería seguir solamente con Gaira, o si quería seguir cantado, y me dice que sí, que quiere hacer un disco. Yo no sabía de la industria musical y empezamos a mirar con Andrés Castro, que es el productor con el que hemos trabajado todo el tiempo. Él me enseñó cómo se estructura esto, cómo se organiza.
¿Qué es una «Retrowife»?
Es la esposa que deja su trabajo por seguir los pasos de su esposo. Es determinante un viaje a otra ciudad: ellas, aunque con una profesión, están a merced de sus parejas.
Otras categorías
Profesional - tradicional
Son amas de casa a pesar de haber estudiado una carrera. Su maternidad se impone a sus deseos de trabajar y se consagran al cuidado del hogar.
Independientes
Mujeres que no sacrifican su actividad laboral una vez contraen matrimonio. Buscan opciones para criar a sus hijos, sin necesidad de estar con ellos todo el tiempo. Apuntan a un equilibrio entre trabajo y familia.
De corazón... profundo
Por un lado, Carlos, por el otro, los hijos. ¿Qué lado demanda más tiempo?
Los dos. Además, cada hijo es un mundo. Yo tengo una tabla en Excel para Elena y otra para Pedro. Carlos está en mi celular. Yo soy la del «acuérdate de que mañana tienes cita en...».
¿Y en esa agenda no hay un Excel para usted?
No, pero yo hago mis espacios para hacer mi ejercicio, para cosas que a Carlos no le gusta hacer pero a mí sí. El pilates está empezando a sonarle, va a clases conmigo. Lo que pasa es que Carlos quiere ir al parque Chicó, quiere correr, estar libre, es difícil que se encierre en un sitio, tú lo conoces. Él quiere que corramos y seamos futbolistas.
¿Hasta cuándo esa posición de mujer al lado y haciendo todo?
Para siempre, es que de verdad vibro con los proyectos y con las cosas que estamos haciendo juntos. Soy feliz con Gaira, quiero hacer crecer Gaira, quiero hacer crecer el Cumbia House, que son los dos negocios que tiene Carlos con Guillo.
Usted lo apoya en muchas cosas, creo que en todas, ¿en qué la apoya él a usted?
Hay muchas cosas en las que él me apoya. Carlos come a deshoras, es mecaterito, y ha sido todo un tema de apoyarme con la frutica; ahora tiene mucha más conciencia de su alimentación. Ya no es tan antojado, ese tema ha sido todo un trabajo de apoyo en la casa.
¿Cuántos kilos bajó?
No sé, porque no tenemos pesa. Nunca nos pesamos ni nos medimos. Creo que la alimentación ha influido mucho, está más consciente. Era de los que se comía una Snickers a las dos de la mañana, o después de un concierto se podía clavar unas Pringles.
¿Cómo así que nunca lo pesó?
No, de verdad, te lo juro. En ésta casa no hay pesas, no me interesa ver si subimos un gramo o bajamos un gramo. Nunca miro las calorías que tiene una comida. Como química, sí leo los ingredientes que tiene lo que me como, y si veo, por ejemplo, tartracina, digo «no, esto no se lo puede comer uno». Siempre busco lo natural.
¡¿Tartra qué?!
Tartracina, un colorante que le echan a muchos alimentos. Si veo tartracina en un producto, no lo compro.
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Yo sé que no es normal y que un psiquiatra me medicaría por asociar la imagen angelical de Claudia Elena no con algo tan personal como su perfume, Jo Malone, sino con algo más frío como esa palabra extraña, tartracina, escrita dentro de una diminuta tabla de ingredientes impresa en un empaque de comida. Pero ya estoy condenado. Suena raro en sus labios pero es la advertencia y la obsesión de una ingeniera química, que habla sano, mira sano y busca comida sana para llenar la despensa de su casa.
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Todo se logra
¿Qué hay todavía por hacer en el corazón profundo de Claudia Elena?
No dejan de ser proyectos amarrados a Carlos. Yo quiero hacer una fundación, trabajar en el tema social, siento que es una patica que nos falta todavía. Digamos que tenemos mucha responsabilidad social con los empleados de Gaira, que son 160; nos interesa su calidad de vida.
¿Hoy todas las decisiones del artista pasan por Claudia Elena?
Por los dos, yo siempre le pregunto. Hay cosas que de entrada dice sí y hay cosas a las que dice no, pero a veces yo siento que debo insistirle hasta que accede. No tomo decisiones sin consultarlo.
¿Qué quiere que digan cuando hablen de Carlos Vives y Claudia Elena? ¿Que Claudia Elena fue la que lo organizó?
No, yo quiero que digan: «¡Qué buen equipo de trabajo hacen Claudia y Carlos!». Soy una enamorada de las ideas de Carlos y soy muy estructural a la hora de llevarlas a cabo. Por ejemplo, ahorita compramos la casa detrás de Gaira y vamos a hacer un edificio. Estamos montando abajo una terracita, con otros tres negocios paralelos. Ya registré las marcas, se van a hacer un montón de cosas. Ahí hay ideas de él que no pueden dejar de hacerse, como hay otras que digo «Ay, juepucha, no, Charly, eso lo hacemos por ahí en tres años».
La gente ve más a Carlos Vives que a Claudia Elena.
Te juro que me cuesta figurar. No quiero ser la protagonista. Quiero que Carlos se robe el show. Al final todos nacemos con un talento y hay quienes lo ponen al servicio de la gente. Charly tiene un alma que vino a tocar corazones y vino a tocar a la gente y yo trabajo para potenciar eso, para multiplicarlo.
¿Hay una frase para todos los días?
«Todo se logra» es una frase que él puso en el tablerito de la cocina en Santa Marta. Cuando él pone cara de preocupación, yo se la repito para que se relaje.
¿Una mujer tan emprendedora tiene alguna pesadilla?
Me da miedo faltar algún día, tengo muchas responsabilidades, porque no son solo mis hijos. Con los hijos de Carlos mayores también he entrado en un proceso de amistarme en muchas cosas. Cuando compré a Carlos, compré el paquete completo, muchas cosas del pasado, sus hijos con Herlinda, procesos que hay que sanar por parte de todos. Hay toda una dinámica familiar con la que vivimos, y me da miedo faltar en algún momento. Herlinda está viviendo en Bogotá desde hace seis meses, vive con Carlos Enrique, que estudia Mercadeo acá. Lucía vive en Nueva Orleans y estudia Filosofía en la Universidad de Loyola. También estoy pendiente de los dos. A veces me siento con Carlos y le pregunto por el día en que yo falte y me dice: «¿Por qué me estás hablando de eso? No, Clau, yo me voy a morir primero que tú».
¿Está dejando cosas por escrito?
Estoy organizando muchas cosas, sí.
¿Un testamento?
Sí, un testamento con toda una estructura de familia, para que al final los hijos tengan lo que le corresponde a cada uno y no haya problemas y sí una familia unida.
¿A Carlos le importa eso, tener muchos bienes?
Para nada. Mi vida es lo que tenemos, lo que hemos construido con Carlos. No aspiro a tener carros, casas y fincas, por eso en el tema de la plata soy supercuidadosa, procuro no malgastar, ser medida, soy de las que piensa siempre en encontrar algo más barato. Quiero hacer rendir las cosas.
Cuando llegue el tiempo del retiro, ¿dónde se imagina con Carlos?
Yo siento que vamos a vivir en Santa Marta, con su mar. El retiro va a ser allá.
¿Qué quisieran hacer de viejos?
No sé cómo será esa vejez, qué vaya a hacer, uno en silla de ruedas con tanque de oxígeno yendo a Gaira Café o Cumbia House... no creo. (Sonríe.) Pero nunca nos vamos a desconectar de ese mundo. Carlos sueña con tener una escuela de música, sueña con producir a otros artistas.
¿Su canción del momento, la de hoy?
Anoche la estábamos oyendo con los niños una con Wisin, Daddy Yankee y Carlos, que yo creo que va a ser un palo. Son los tres y se llama Nota de Amor.
A Vives lo aplaude todo el mundo, ¿a Claudia Elena quién la aplaude?
A mí me aplauden Carlos y mis hijos.
***
Vuelvo a verla, esta vez en Gaira, su segundo hogar. Carlos está sobre la tarima con La Provincia. Abajo Claudia Elena me presenta a su suegra, Aracely Restrepo de Vives, que justo ese día cumple ochenta años. Mientras de fondo Vives interpreta una de sus canciones favoritas, Canción para mi muerte, un rock argentino, su mamá, sin soltarme la mano, me dice emocionada: «No puedo creer que mi hijo me esté cantando a mí».
Créditos
Fotos: Hernán Puentes
Asistente de fotografía: Junior Rojas
Styling: Franklin Ramos
Asistente de maquillaje: Dany Valero
Set: Devorah Goldd