Volver al cine para encontrarse

A veces hay que regresar a lo que nos gusta para sentir que la vida nos abraza. Hoy, un relato a propósito de la película 'Un bello sol interior' (2017), de Claire Denis.

Por Ana Sofía Buriticá
25 de octubre de 2018
Volver al cine para encontrarse
Archivo Cromos

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En las noches a veces uno siente que se distancia más de sí mismo, y la soledad se presenta como una casa vacía en el centro del pecho en la que nada cabe excepto la tristeza y la melancolía que se extiende bajo un cielo sin estrellas. Sentís que el mundo avanza, pero vos te quedás estática, como inmersa en una película de Claire Denis en la que la felicidad es frágil y las ganas de amar se desdibujan en el abismo silencioso de la memoria.

Recordás Un bello sol interior (2017), te reconocés de nuevo en ella, en ese corazón que navega en el oleaje feroz de la ciudad con el peso infinito de los días sobre su espalda. Cerrás los ojos y los viejos dolores regresan a hacer eco en tu cabeza una y otra vez.

La incertidumbre espiritual que se instala como una sombra por todo tu cuerpo y oprime la totalidad de tus células vivas, te hace pensar en los filmes que disfrutabas después de correr descalza y sin preocupaciones por toda la casa, cuando eras niña. Sabés que no podés regresar el tiempo ni hablarle a casi nadie de eso que escarba desde tu interior, de ese dolor sin procedencia, que solo encuentra consuelo en las historias del cine.

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Llorás con los incendios que provoca el arte, pero comprendés que finalmente la vida puede ser una comedia que termina en 60 segundos. Reís ante la idea y te abrazás con insatisfacción a la esperanza de caminar las calles escuchando las bandas sonoras de tus películas favoritas mientras recordás a esos amigos a los que nada pudo salvarlos de abandonar la vida, de sentirse como un guion inconcluso arrojado a la papelera del mundo, al sonambulismo que habita fuera de las pantallas en la multitud fragmentada, indiferente y rota.

Pasás semanas yendo a cine, perdiendo las reservas para ver Poesía sin fin, eligiendo qué función ver dentro y fuera de las pantallas, revelando un poco lo que sos con lo que elegís, buscando la belleza, engañándote y reconociendo que no siempre tu proyección es honesta y transformadora, pero vas al cine porque es el único lugar en el que parece que te encuentras, porque es el único espacio en el que la ficción del mundo te hiere menos que el periodismo. Volvés al cine porque simplemente te muestra nuevas formas de encontrarte en los otros. Volvés a hacer fila al cine porque sentís que tenés que reconciliarte con la vida, perdonarte por sentirte derrotada bajo el sol del mediodía cuando “solo” tenés 24 años y unas ganas salvajes de experimentar la poesía que se esconde detrás de las palabras que no han sido escritas.

Por Ana Sofía Buriticá

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